domingo, 25 de mayo de 2008

Entre snob y cateto

¡Ay, pero qué pesados se están poniendo con los dress code! Hasta hace poco, los códigos de etiqueta en el vestir eran A, B y C (largo, cóctel e informal) y se supone que el anfitrión los recomendaba para ayudarte a elegir vestuario. Pero ahora, con tanto evento y tanta fiesta, el dress code se ha convertido en una competición para ver quien es más creativo. Vamos, que en lugar de ayudar, te complica la vida. Ejemplos recientes: relaxed, glamorous, elegant, urban-chic … ¡Encima en inglés! Como si elegir ropa no fuera ya bastante difícil.

En la fiesta de inauguración de la terraza Brassa de Mar este jueves, en la Patacona, el dress-code era glamorous-fantasy. Lo de glamorous ya lo conocíamos de la fiesta de Prada. Pero el fantasy es nuevo y te deja descolocadísima, además de que se presta a muchas interpretaciones. Así pasó el jueves, que se vio de todo, gente muy bien y gente fatal. Además, con tantos invitados era difícil cotillear. De la comida y la bebida, mejor no hablar. Una, que ya está acostumbrada a estos saraos, tiene por costumbre llegar media hora después de la oficial, que es cuando empieza lo bueno. Así lo hice el jueves, pero me equivoqué. A las 9:30 de la noche, media hora después de la prevista, aquello era un campo de batalla lleno de bandejas y copas vacías. Para mí que la gente tenía ganas de fiesta y desbordaron las previsiones. Habrá que volver un día normal, porque el sitio promete: decoración de Nacho Moscardó, masajes a la luz de la luna y junto al mar, cócteles, comida mediterránea…

Justo antes de la inauguración de Brassa de Mar, la joyería Sofía invitó a una presentación de perlas australianas Kailis, las que anuncia Inés Sastre. Allí, los camareros también tuvieron dificultad en pasar las bandejas, porque la joyería es pequeña. Eso sí, las invitadas iban todas muy elegantes, se nota que son señoras con muchas horas de cóctel que ya saben cómo ir vestidas en cada ocasión. De eso precisamente estuve hablando con las hermanas Fitera. Me encanta hablar con ellas porque siempre tienen puntos de vista muy personales sobre la moda. Por ejemplo, ante la duda de si vestir o no de negro en una comunión, Blanca me respondió que la catetada era vestir siempre de color pastel. Vamos, que según ella, no hay motivo para no llevar un vestidito negro en esta ceremonia. Fue un alivio escucharla, la verdad, porque ya tenía mis dudas…

Total, que entre el lío de los dress-code y la conversación con las hermanas Fitera, me puse a pensar sobre cuándo se puede romper el protocolo, reflexión profunda digna de Carrie Bradshow, todo hay que decirlo. Llegué a la conclusión de que los dress code, como otras normas de protocolo, pueden saltarse cuando ya se tiene cierta experiencia o soltura en la vida social. Romper con lo establecido, vamos, con lo convencional, tiene su riesgo: puedes hacer el ridículo o ser el blanco de las críticas. Pero también seguir la norma a rajatabla, ir de encorsetado por la vida, puede resultar de lo más cateto.

Lo de saltarse las normas, también tiene que ver con la edad, cuando tienes tu propio criterio y puedes atreverte a ir contracorriente, sin perder la educación, claro. Por ejemplo, Rania de Jordania, que se puso de largo en la boda de Doña Leti y el Príncipe y fue un éxito. O aquí, en Valencia, el anfitrión de la fiesta de la Copa América, Ernesto Bertarelli, se vistió de traje cuando en la invitación exigía esmoquin. ¿Esnobismo, ganas de llamar la atención? Yo creo que cuando tienes una personalidad fuerte y estás muy seguro de ti mismo, te puedes saltar la norma. Vamos, que diga lo que diga el tarjetón, tú te vistes como te de la gana.

domingo, 18 de mayo de 2008

¡Qué suerte, tengo comunión!

No sé que es peor, si organizar una boda, una comunión o estar invitada a las dos

Que levante la mano el que no tenga que ir de comunión este mes. Me temo que pocos se libran. Si vas de invitado, todavía lo superas, pero como tengas que organizarla… No sé que es peor, si vérselas con una boda o una comunión. Si invitas a muchos, vas de fanfarrón; si invitas a pocos, puede quedar de lo más desangelado. Si regalas un detalle a los postres, mal; ni no regalas, peor. Lo de las fotos, tremendo, las pobres niñas con esos posados tan poco naturales, ¡ay, que penita me dan! Y luego está el vestido de comunión. Tantos años pensando en cómo vestirás a tu niña y cuando llega el momento te dice que ese vestido ni hablar, que ella lo quiere como el de su amiga, ¡con el mal gusto que tiene la madre de su amiga! Y un buen día te ves convenciendo a tu hija de que llevar guantes y bolso es un horror y que confíe en ti, que la vas a conducir por el camino del glamour. ¡Quien te lo iba a decir a ti!

Por no hablar del sufrido papel de los papás de la comunión. Todavía me acuerdo de la foto de Isabel Preysler –por cierto, como está de joven en el último Hola- en la comunión de su hija Tamara, con un traje chaqueta beige de Chanel y zapato bicolor de la misma firma. Han pasado más de veinte años desde entonces y las mamás seguimos vistiendo igual, con el clásico traje chaqueta y zapatos de salón, ¡pero qué aburrimiento más total! Claro que cualquier intento de llevar la contraria te puede salir caro. Seguro que tu hija te reprochará durante años que no vistas como el resto de las mamás. ¡Un desastre!

Al final, no te queda más remedio que adaptarte a las circunstancias y tratar de sobrellevar la situación de la mejor forma posible. Eso sí, con los guantes y el bolso, no hay que transigir bajo ningún concepto. Como mucho, un tocadito en el pelo y que sea lo más natural posible. Y la sesión de fotos previa, ni hablar. El vestido se estrena el día de la comunión y no se hable más.

Y si sólo fuera la comunión de tu niña, pues lo llevas mejor o peor. Pero es que encima este mes no dejas de recibir invitaciones de comunión y para cada una tienes que poner a toda la familia de punta en blanco, sin repetir modelito. Ahí también tienes conflicto asegurado. Si vistes a tus niños con camisas del caballito, porque hay que ver qué pijos los vistes; si no estrenan ropa, porque los llevas de cualquier forma, con lo importante que es este día.

Menos mal que por lo menos en ropa de niños ahora hay mucho donde elegir. Me dan mucha envidia nuestras hijas, con la ropa tan chula que pueden vestir. Esta semana vi la colección de niños de Chloé y es para llevársela enterita. Vamos, que si hubiera talla de mayor, ya me hubiera quedado un par de faldas y vestidos, porque encima la ropa cuesta una décima parte que la de mayor, y son modelos idénticos a los de la colección del verano pasado. Ideales, la verdad. Y en Cristina tienen una ropa de locura para los más pequeños. Y en Bompoint, ni te cuento. Por cierto, que con esto de la crisis, hasta hay tiendas con descuento. Papos ya tenía un veinte de descuento la semana pasada, fíjate como deben estar las cosas.

Vamos, que a tus niños los puedes poner tan guapos como las gemelas de Tita Cervera. Eso sí, cuando termines las compras, entre zapatos, vestidos y peluquería infantil, apenas te quedará presupuesto para tu modelito. Gracias que existen los outlets, esas tiendas donde venden restos de colecciones anteriores. El que tiene Siete Mares en la calle Jorge Juan está fenomenal, tienes todo al 70 por ciento, hasta los vestidos de Chloé del verano pasado, esos de seda con falda de tablas y estampado sesentero. Monisimos y aptos para ir de comunión.

domingo, 11 de mayo de 2008

Para mí fucsia y con manga francesa

Hoy en día, tener un Vuitton o un Loewe ya no es para nada símbolo de estatus social. Desde que todos, hasta los más pobres, podemos comprar vuittones y loewes, llevar un bolso de marca, incluso puede resultar vulgar, ¡qué cosas! Las firmas de lujo lo saben perfectamente y tienen un problema: por una parte, necesitan vender bolsos a tutiplén; por otro, tienen que dar exclusividad a clientas que necesitan sentirse especiales con algo inasequible para el resto de mortales. Por eso, en Vuitton puedes encontrar bolsos de 400 euros y otros de más de 3.000. Todo el mundo puede comprarse unas gafas Bulgari de 200 euros, pero no todos un rejol de oro de seis mil. Y así van jugando, entre una orilla y otra, tratando de mantener el equilibrio. Si se pasan por abajo, la marca se vulgarizará. Si se pasan por arriba, sólo venderán a cuatro ricachonas, y el negocio también se vendrá abajo. Pero como estas firmas son tan listas, y tienen a muchos lumbreras en nómina, han dado con la solución: contentar a los pobres y a los ricos. Para unos, perfumes y gafas de sol; para los otros, bolsos hipermegaexclusivos con lista de espera de meses.

Últimamente, algunas firmas están dando un paso más con servicios exclusivos para clientes vip. Ahí está Zegna con sus trajes a medida, Vuitton con sus encargos especiales tipo una funda para la correa de paseo de mi perro. Hermès con sus bolsos Birkin y Kelly, que puedes encargar en muchos tamaños y con pieles exóticas de todos los colores. O Loewe, que ha lanzado un catálogo especial de prendas piel que puedes personalizar a tu gusto. Un lujazo y, además, garantizado que no tropezarás con una chaqueta de piel idéntica a la tuya.

Esta semana, algunas clientas de Loewe han podido conocer el nuevo servicio Loewe Leather Collection, una colección de ropa de piel a medida que solo se hace por encargo. Ha sido la primera experiencia en Valencia. En Barcelona y Madrid –donde imagino que hay más demanda- ya lo llevan haciendo un par de años. Citan a sus mejores clientas a un hotel lujoso y allí les toman medidas, les enseñan las pieles, los distintos tonos de piel y la colección completa de piezas de napa, ligeras pero abrigadas, modernas pero de las que te duran varias temporadas.

He visto el catálogo y es una pasada. Son prendas muy básicas pero con el sello inconfundible de Loewe: pantalones de montar, faldas pitillo, chaquetas de visón rasado, saharianas y abrigos de piel vuelta, astracán, zorro y visón. Los colores, desde los básicos beige, negro, marrón, verde oscuro y blanco. Y los modelos, prácticos y funcionales, reversibles y muy versátiles. Vamos, que tienes la típica chaqueta que tanto vale para vaqueros como para un vestidito con tazones. O, al menos, es la justificación que utilizamos todas cuando queremos invertir en una pieza cara. ¡No, si me saldrá barato de las veces que me la pondré!

Bueno, y también hay colección de hombre. Elegante, como no. Desde luego, el modelo del catálogo está guapísimo, claro que con cualquier chaqueta de Zara también hubiera estado bien. Total, que lo de Loewe sí que es un lujazo máximo. Una prenda única e irrepetible, para ti solita. No como algunos bolsos de marca, como el Neverfull, que el año pasado estaba en lista de espera y sólo algunas afortunadas lo llevaban al hombro, y este año se ve tanto como el shopping de loneta de CH, ¡uff!

A mí lo de Loewe me parece lo más del lujo. Llegar a la tienda, sentarte cómodamente, ver pieles, elegir modelito y esperar a que un artesano confeccione a medida tu chaqueta y te la entregue el próximo invierno. En fin, por ahora me tendré que conformar con las gafas...

domingo, 4 de mayo de 2008

¡Chams, te necesito!

Primero fue el peluquero. Ninguna mujer podía vivir sin su peluquero de confianza, ese Rupert que Victoria Abril llamaba desesperada -¡ay, cuántos años!-, ese que te cortaba el pelo como ninguno; Luego vino el entrenador personal. ¡Cuántas mujeres –y cuántos músculos- estarían perdidos sin su entrenador! Y, ahora, lo que no te puede faltar bajo ningún concepto es un especialista en estética. No eres nadie sin ese médico que te conoce mejor que tu marido: aquí necesitas un pinchazo de mesoterapia facial, aquí unas sesiones de endermología y en este otro sitio, con un poco de botox, estarías ideal de la muerte, para que tus amigas se mueran de envidia.

Lo de los pinchazos en la cara, sin ir más lejos, está causando furor. Fíjate en el famoso Doctor Chams, que a pesar de la polémica, tiene la consulta llena cada vez que viene a Valencia con su maletín lleno de jeringuillas. Y son mil euros por sesión, nada menos. Esta semana pasada estuvo en Desirée pinchando y a cada cliente le entregaba una fotocopia de una entrevista suya en Hola, donde trataba de resarcirse del reportaje en el que Ángela Portero le acusaba de estafador. Yo de Chams no presentaría una entrevista en Hola como prueba de mi solvencia. Si la entrevista saliera en la revista Science, pues todavía, pero en una revista del corazón… Además, Chams no necesita contraatacar. La mejor prueba de que sus tratamientos funcionan es ver la piel que se les queda a sus pacientes. Muerta de envidia me tiene una amiga que con diez años más que yo parece tener diez menos. ¿Qué más pruebas se necesitan?

Tanta envidia me daba, que me fui rauda y veloz a ver a una amiga que pincha algo parecido a lo del doctor Chams para que me informase hasta el detalle. Ursula Sopena me lo contó todo, todo, todo. Por partes. Para empezar, lo que hace Chams –y ella también, como otros médicos especialistas- se llama mesoterapia facial, un tratamiento antienvejecimiento. Consiste en inyectar en la piel del rostro, con una aguja muy fina -¡uff, que yuyu!- un cóctel de sustancias: vitaminas, aminoácidos, coenzimas, minerales, antioxidantes y ácido hilaurónico. El resultado es que mejora la hidratación profunda de la piel, que se vuelve más luminosa y uniforme, además de reafirmada. El número de sesiones depende de cómo esté tu piel de estropeada. Lo normal son dos o tres para empezar, y luego un mantenimiento cada seis meses.

Ahora viene el truco. Cuando ya has cumplido los cincuenta, el óvalo de la cara se desdibuja y se vuelve flácido. ¡Ay, que horror! Entonces, además del cóctel de vitaminas + hilaurónico, hay médicos que pinchan otra sustancia llamada sculptra. Su nombre lo dice todo, su función es dar volumen en zonas deprimidas. Con sculptra, la cosa de los pinchazos se complica, porque con el relleno corres el riesgo de que se queden pequeños bultitos en la cara. Es lo que denunciaban algunas pacientes de Chams en el reportaje de Tele 5, los bultitos. La duda con Chams es que como no sabes lo que inyecta, porque ahí está precisamente su secreto, pues siempre queda la duda.

Y ahora, el precio. ¿Porqué Chams cobra mil y otros la mitad? La diferencia está en la experiencia, el prestigio y la fama de cada uno. Pero, vamos, lo que se inyecta es lo mismo, porque son sustancias aprobadas por el Ministerio de Sanidad. Otro tema sería que algún médico inyectase en la piel sustancias aprobadas por sanidad para uso tópico y no para inyectable, -uff-. Total, que después de hablar con la doctora Sopena lo que me queda muy claro es que no puedes ponerte en manos de cualquiera. Si no lo haces con tu pelo, con mayor motivo con tu cara bonita, vamos.