viernes, 27 de abril de 2012

Somos monísimas (Desfile de Marta de Diego)

Las pasarelas de moda tienen pendiente una revolución; algún día deberíamos todas levantarnos en armas y decirles a los diseñadores que ya está bien de que nos hagan sentir gordas, bajitas, pechugonas y mayores. Ya está bien de que esas modelos con cuerpos imposibles se impongan como modelo de belleza. Deberíamos hacer una huelga de tarjetas de crédito y forzarles a pedir perdón: ¿os imagináis a los grandes diseñadores poniéndose delante de la televisión y diciendo, como ha dicho el rey, lo sentimos, no volverá a ocurrir?
Ja, y entonces nosotras nos adueñaríamos de las pasarelas, bajaríamos de allí a todas esas jovencitas escuálidas y les diríamos ¡ale guapa, vete a comer unos pasteles que con ese cuerpo huesudo no tienes ningún futuro!
El viernes pasado, Marta de Diego organizó un desfile en el que las modelos fueron sus clientas habituales: mujeres como nosotras: altas, bajas; cuarentonas, veinteañeras; rellenitas, delgaditas… Todas estaban monísimas de la muerte. Y es que como dice Marta de Diego: “las mujeres tenemos que darnos cuenta de que no hace falta ser una supermodelo para estar estupenda”.
Chicas, somos monas, monísimas sólo tenemos que creérnoslo y encontrar el modelito que resalte nuestras grandes virtudes y disimule nuestros leves defectos. Ya está bien de decir eso de: “como me voy a poner yo eso si no mido uno ochenta y ya tengo y no tengo un par de piernas como las de Julia Roberts en Pretty Woman.
Por la pasarela de Marta de Diego desfilaron entre otras, Juana Roig, la hija de Juan, que abrió el desfile con un vestido de organdí corto con flores bordadas en verde y guantes a tono y lo cerró con un impresionante vestido largo color mandarina, con gran escote en la espada.
Eva Marcellán, la monísima nuera de su estilosa suegra Mayrén Beneyto –que también asistió al desfile-, lució unas piernas que ya las quisiera para sí más una de actriz de Hollywood que contrata dobles para las escenas minifalderas. Ángela Pla, de Ruzafa Show, también enseñó pierna, aunque su vestido azul marino era más discreto, salvo por el gran escote de la espalda.
La única que tenía algo de experiencia sobre la pasarela era Carmina Durán, que ahora tiene una agencia de modelos y hacía años que no desfilaba, aunque esta vez hizo una excepción por una buena causa. La recaudación del desfile era para la Fundación Dasyc.
Marta de Diego cuenta que en 1992 ya se organizó en el Casino Monte Picayo un desfile a beneficio de Asindown, con modelos de Loewe, Chapeau, Marta de Diego y Juan Izquierdo. Allí desfilaron también mujeres de la sociedad valenciana: Hortensia Roig, Elvira Catalá, Ángela Guillamón… y hoy, veinte años después, lo hacen sus hijas: Juana Roig, Elvira Selva, Marta López, Paloma Valero
Desfilaron mamás, hijas y hermanas: María, Patricia y Amparo Montoro; Helga y Begoña Grollo –con un abriguito de cuadros glassé en tonos rosas y azules ideal-, Gracia y Marian Burdeos, y Cayetana y Casilda Moret, las hijas de Marta de Diego, que llevaron dos minivestidos de seda.
Laura Gallego, de la cafetería Belgravia, se atrevió con un vestido de gasa plisado con cuello halter con adornos dorados y Elena Melendez con uno de gasa en tonos corales y amarillos. Y María Cosín defendió el vestido de novia como una profesional.
Todas estaban ideales, desfilaron sin complejos en el flamante Museo de la Ciudad y además se lo pasaron en grande. Ellas y el público. Lo dicho, chicas, que somos monísimas, ¡sólo tenemos que creérnoslo!

miércoles, 18 de abril de 2012

Mi vida por un mono de flores

Atención chicas, se impone un cambio drástico en nuestro fondo de armario si no queremos parecer tan ñoñas y cursis como Doña Leti. Hay que tirar las aburridas americanas y las encorsetadas camisas de corte masculino; hay que desterrar los twin-sets y las faldas de tablas; tenemos que deshacernos de los pantalones rectos de lana fría y de los bolsos rígidos estilo lady.

La clave del estilo para este verano –memorizad, chicas- es hippie-boho-chic, ¡toma ya! O lo que es lo mismo, una mezcla entre Joan Baez, Pocahontas y Laura Enguels en la Casa de la Pradera. Prendas sueltas y coloristas, cortes relajados, caftanes ibicencos, monos de flores, estampados indios y, sobre todo, melenas largas y lacias al viento. La que tenga el pelo corto, siempre puede ponerse un pañuelo de seda a la cabeza, pero mejor si es de Hermès, que con eso nunca fallas aunque vayas de hippie. Y para redondear el look, hay que añadir un toque militar con un parka verde o unas botas. Así le das un toque de rockero y punky a un look excesivamente campestre. La moda es así, chicas, si te pasas por un lado, hay que compensar por el otro.

No hay más que darse una vuelta por las tiendas más chic de Valencia para ver cómo impera el estilo hippie-provenzal. La colección de Isabel Marant que ha traído José Tamarit a su tienda Tres, es de lo más ibicenca. “Hay camisolas anchas con estampados de flores, prendas tie dye (desteñidas) y monos; la colección está arrasando en Francia y la firma va camino de convertirse en una primera línea”.

Gran Vía 20, otras de las tiendas que marcan tendencia en Valencia, está llena de vestidos estampados con un montón de color, apenas hay negro. El fuerte de Isabel Ballester son las firmas francesas: Les Petites, Bash, Vanessa Bruno y Paul and Joe, que además tienen en común el mismo estilo setentero y bohemio.

De los setenta ha vuelto para quedarse una de las prendas más odiadas de cuántas han pasado por nuestros armarios: el mono. No es sólo que ha vuelto, no, es que encima es la estrella de la temporada. Los hay lisos y estampados, con manga larga y con escote atado al cuello, pitillo y con pata de elefante. ¡El mono se lleva hasta para la noche! “Los de Bash –dice Isabel- son de seda y resultan muy sofisticados con la espalda al descubierto”. Los monos sólo tienen un problema y es que, en ciertas circunstancias, obliga a desvestirte entera, pero por lo demás, ¡incluso estilizan!

Será difícil resistirse al mono porque los hay en casi todas las tiendas que pintan algo en Valencia. Tcn también los ha incluido en su colección de esta temporada. Su diseñadora, Totón Comellá, habla de un estilo nómada y hippie: flores, rayas, algodones deshilachados, estampados decolorados. Además, hay vestidos ligeros y muy románticos que se llevan como pareos, maxi vestidos de algodón de lo más fresquitos y juveniles y camisolas de algodón para llevar sobre el biquini sin perder un ápice de estilo en el dolce far niente veraniego. Hasta los bolsos son pequeños sacos de lino que parecen sacados de mercadillos ibicencos. Eso sí, con mucha clase, que una puede ir de hippie y bohemia pero con linos de primera calidad y sedas finas.

Claro que para bohemia de lujo, los vestidos de Etro que ha traído Verónica Montijano a su tienda VM The Shop; los hay con los clásicos estampados paisleys, pero también de línea con dibujos art decó en tonos pastel. Verónica también ha rescatado para esta temporada los famosos suéters de canalé de Courreges que llevaban nuestras madres y los bolsos de vinilo. Ah, y los zapatos Scholl, perfectos para llevar con los maxivestidos hippies. Ale, ya tenemos el armario completo.

Y la semana que viene, ¡más moda! El viernes 20 tenemos desfile de Marta de Diego en el Museo de la Ciudad. La entrada cuesta 30 euros, pero es por una buena causa, para la Fundación Dasyc, y lo mejor serán las modelos, de lo más especiales, clientas conocidas. La semana que viene contaré más, ¡que ésta me lo han prohibido!

miércoles, 11 de abril de 2012

Las pascuas ya no son lo que eran

Las Pascuas ya no son lo que eran. En realidad hace mucho que dejaron de serlo. Para nuestras madres eran las mejores vacaciones; se habían tirado toda la semana entre su casa y la Iglesia y por fin, hoy, se iban a merendar al monte y a echarle cuatro miraditas al chico que les gustaba. No sé siempre me las he imaginado allí comiendo la mona y más pavas que una novicia en una discoteca; jugando a la gallinita ciega y esperando a que el bruto de nuestro padre les dijese algo que les diese pié a pensar que se había fijado en ella. A ellos me los imagino con menos tacto que un erizo para hablar con las mujeres, y en el caso de que se lanzasen y le dijesen algo a la pava de nuestra madre, siempre sería una ordinariez en las antípodas de lo que ellas esperaban. Pero al final, ellas recuerdan estos días con un cariño envidiable.
Las cosas empezaron a cambiar con nuestra generación. Como en Semana Santa no nos encerrábamos en casa a rezar, no había mucho que celebrar en Pascua. Así es que éstas sólo eran unas vacaciones más, un preámbulo del verano que servía para estrenar unos Levi´s y unas zapatillas Paredes. A lo sumo, recuerdas algún novio pasajero con el que te perdiste un par de noches en una tienda de campaña o en un hotel perdido por las tierras de Castilla.
A nuestras hijas, pobrecitas mías, ya no les queda ni eso. Los vaqueros los estrenan diez veces al año y los novios los van cambiando cada quince días, así es que las Pascuas son para ellas unos días sin colegio y poco más.
Para colmo de males, este año nos está haciendo un tiempo de mil demonios en el que no sabes si salir con un plumas, chubasquero o ponerte camiseta en busca de cuatro rayos de sol que te den un poco de color. Y lo peor es este viento horroroso que sólo sirve para enredar nuestras lacias melenas y llenarlas de polvo del monte o de arena de la playa; así es que optas por encerrarte en casa, atiborrarte de pan quemaos con chocolate y ver Quo Vadis o Ben Hur, que es lo único que nos queda con genuino sabor pascuero.
Lo malo es que las vacaciones sosas acaban abocándote a la nostalgia y de ahí sólo hay un paso a la nefasta búsqueda del sentido de tu existencia; ¡Dios mío, no, sácame de ésta que por aquí me doy de bruces con la depresión, con el sentirme “plof” y echarme a llorar y comer más pan quemaos, más kilos, más nostalgia, más depresión…!
De pronto una voz en nuestro interior nos da la solución: “Tranquila hija mía, que todo tiene arreglo. Coge tu bolso, ponte lo más mona que puedas, y vete a comprarte cualquier cosa”. Uff, que poco místico suena todo esto, pero en fin, si no hay otro remedio, haremos caso a esa voz.
Para empezar habrá que dar una vuelta por la tienda de Alfredo Esteve que la semana pasada celebró su vigésimo cumpleaños. Para la ocasión, organizó un desfile con las firmas que tiene en su tienda: Gucci, Lanvin, Dolce Gabbana, Dior, Rick Owens, Dsquared… A la cita no faltaron las hermanas Laura y Blanca Fitera, siempre glamourosas; el interiorista Julio Guixeres; los televisivos Ximo Rovira, Ferrán Cano, Laura Grande y Eduard Forés, Sandra Climent, Jarr, Mayrén Beneyto, Presen Rodríguez, Antonio Romero y Javier Monedero, que trajo el Möet para acompañar a los chocolates de Carmen Topete.
Y después hay que pasar por la tienda Ele & Ese para ver la última colección del valenciano Ramón Gurillo, chaquetas tejidas a mano que parecen de Chanel y son tan exclusivas que seguro que no puedes encontrar una parecida en Zara, sobre todo porque la copia costaría casi tanto como el original. Hay que ver la serie tejida con gasas y tiras de saris antiguos que el diseñador compró en un mercado en India y restauró cuidadosamente. Artesanía de lujo para darle una alegría a nuestras insípidas Pascuas.