martes, 25 de septiembre de 2012

Slow shopping

Las prisas son un horror, matan al disfrute, a la elegancia, a la felicidad. No es elegante, ni divertido, ni agradable ir por la calle corriendo porque llegas tarde a algún sitio. Todo lo haces deprisa: andas deprisa, te duchas deprisa, comes deprisa, compras deprisa...

Hemos acabado con los rituales y ahora todo puede hacerse de cualquier manera; comes un sanwich por la calle mientras vas al gimnasio porque no tienes tiempo para pararte, y cuando sales pilates, te vas corriendo a por los niños mientras miras los emails; si quieres un café, en el mejor de los casos te lo tomas en la barra del bar, mientras miras el reloj y te desesperas porque el camarero se ha ido a atender a otro cliente y no coge tu maldito café que ya está hecho en la cafetera: ¡venga, tío, que ya está hecho, cógelo de una puñetera vez!

Pero lo peor es que te acostumbras a ese ritmo y llega un día en que corres aunque nadie te espere. Ya no se te ocurre tomarte un rato para preparar un café, sacar las tazas de porcelana, el azucarero mono que heredaste de la abuela, las servilletas de hilo que tanto cuestan planchar, las pastas que compras en un horno que hay a media hora de tu casa, etc. Con lo cual, ya ha dejado de ser para siempre un momento de disfrute y se ha convertido, ya para siempre, en una rutina más que haces mecánicamente y deprisita.

Aplíquese esa endemoniada dinámica a todo lo demás: al baño, a la peluquería, a la comida, a la manicura y, en cuanto te descuidas, también a cosas más serias de verdad, como los achuchones que le das a tu chico cuando llegas a casa: dos besitos, y alé déjame que tengo que preparar los uniformes de los niños.

En fin, chicas, que nos hemos cargado lo mejor de la vida, que son esos momentos insignificantes que vividos con tiempo y cariño nos ayudarían a ser más felices. Quizás haya llegado el momento de replantearse todo esto.

En la calle Colón, han abierto Rituals, una tienda de productos de cosmética y belleza. Su objetivo es “ayudar a la gente a ser feliz, disfrutando de los pequeños detalles de la vida, una taza de té, un baño relajante, una crema de manos…” Es justo lo contario de un hipermercado en el que todo está pensado para que cojas lo que quieres y te largues cuanto antes para no marees y pueda entrar otro a comprar en tu lugar. A Rituals se va a hacer slow shopping, os lo digo porque usando este término vais a quedar de lo más intelectual entre el grupo de las mamás del colegio de tus hijos.

Rituals es una cadena de tiendas que ya está en muchas ciudades de Europa. La fundó un holandés en el año 2000. Raymond Cloosterman, que así se llama el colega, quiso convertir las rutinas de belleza en rituales. Han contratado antropólogos para que estudien rituales ancestrales y a partir de ellos crean productos que están pensados para hacernos disfrutar con cosas tan mundanas como darte un baño o aplicarte crema en las manos.

La modelo Verónica Blume estuvo el jueves en la inauguración de la tienda. Entre los invitados, la presentadora Maribel Vilaplana con su marido Xavier Carrau, Alfredo Esteve, el peletero Gabriel Seguí, Alex Vidal y su mujer Raquel Chillida, el artista Jarr, Javier Calvo, la concejal Beatriz Simón, Julio Guixeres, Vicente Genovés, Maire Girona, Mª Angeles Fayos y la directora de Ferragamo Mª Angeles Miguel.

Así es que chicas, ya sabéis, a partir de ahora hay que ir un poco más despacio por la vida. Y el que tenga que esperar que espere. Para ir entrenándonos, podiamos ir el domingo, paseando tranquilamente y disfrutando de la mañana, al Mercado de Colón a la feria solidaria que se montó a beneficio de la Fundación Pequeño Deseo. Había puestecitos de galletas como el de Isabel Landete, que hace unas tartas espectaculares. Y puedes probar las delicias que prepara Mónica Piñones, comprar un perfume de Santa María Novella, ropa de María Angeles Ferrando, una cartera de pitón de o encargar unas fotos estupendas a Juan Carlos Vega.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Chapeau

Por muy frívolo y consumista que pueda parecer, lo cierto es que las tiendas son el alma de una ciudad; sin ellas la ciudad se entristece, que es lo que les pasa los domingos. Supongo que mañana tendré mi twitter inundado de mensajes llamándome pija, consumista, superficial, vacua y demás, pero que levante la mano la que vaya a París y no reserve una tarde para pasear por los Campos Elíseos aunque sólo sea para echar una ojeada a los escaparates.

Uno de los atractivos de Valencia es precisamente sus tiendas; tenemos más de una que no deslucirían en las grandes avenidas comerciales del mundo. La última incorporación a ese activo de la ciudad es la nueva tienda que ha abierto Chapeau en Hernán Cortes: justo enfrente de donde estaba hasta ahora, pero mucho más grande. Los dueños, Pilar Puchades y José Tamarit, saben lo que se llevan entre manos. Llevan 25 años trayendo a Valencia ropa de las mejores colecciones del mundo. Corría el año 1987, ¡uff!, cuando nosotras estábamos en la Universidad y ya habíamos colgado nuestros suéteres de Privata y nos volvíamos locas por un cinturón de Moschino. En Valencia florecían las tiendas de ropa multimarca: Don Carlos, Manía, 20 años, Celia Montaner…

Parecía que no había hueco para más, pero Chapeau se hizo un nombre con firmas que sólo veíamos en los anuncios de las revistas de moda: Jil Sander, Prada o Gucci. Luego vinieron Marni, Miu-Miu, Lanvin, Balenciaga, Celine, Stella McCartney...

Desde entonces, Chapeau es una de las mejores tiendas multimarca de Europa. En España, sólo Ekseption, en Madrid, puede medirse con ella. Pero las madrileñas tienen ese espíritu castellano que las hace muy clásicas y aquí somos más atrevidas y eso se nota en la ropa que traen las dos tiendas. Vamos, que Ekseption es más sosa.

Confieso que en mi próxima vida, no me importaría reencarnarme en Pilar Puchades: entras en su almacén y allí tienes ropa y más ropa, cardigans de cachemire, chalecos de piel, vestidos de Marni, complementos… Y lo mejor de todo es que la muy canalla se lo prueba todo como parte de su trabajo. ¡Jopé!, eso es un trabajo y no lo del ordenador. Imagínate que cada año te vas a Milán un par de veces a probarte lo mejor de la colección de Prada para ver si le encuentras una arruga o un corte poco favorecedor. Y luego, te vuelves a tu tienda y… ¡ale!, a vender.

Hace un año Pilar y Jose decidieron que Chapeau tenía que renovarse. El reto era hacer una tienda a la altura de otras que hay en Tokio, Nueva York, Londres o Milán. ¡Tonterías, las justas! Así es que cogieron el local que durante años ocupó una tienda de muebles y lo han convertido en paraíso sobre la vieja tierra del Turia para mujeres y hombres de buen gusto y mejor cartera.

La nueva Chapeau unifica las dos tiendas de hombre y mujer, pero cada una mantiene su entrada independiente y su propio espacio, para unirse en un área final donde está el lucernario del patio de manzana; esa luz natural da mucha calidez a la tienda, a pesar de ser una superficie limpia y geométrica tan grande.

El proyecto es del arquitecto Ramón Esteve. “Jose y yo nos conocemos hace muchos años, soy cliente suyo y entiendo la filosofía de la firma; nuestro reto era generar un entorno que reforzase y potenciara la calidad del producto, que tuviera fuerza pero que no restase protagonismo a la ropa y, además, conseguir una tienda que estuviese a la altura de otras tiendas internacionales de referencia, competir al mismo nivel que las grandes marcas”.

Esteve ha partido de la identidad de Chapeau, “he buscado una alta calidad arquitectónica y de diseño que potenciase los valores de la marca”. La tienda está llena de espejos y acero que juegan con los reflejos, la luz, las proporciones, el brillo y el mate, sin embargo, la combinación de todos estos materiales da lugar a un espacio cálido y que te arropa”.

La fachada es negra, “el negro tiene un efecto escenográfico –dice Esteve- genera un marco que da protagonismo lo que enmarca, a los escaparates que hace Jose, que son fantásticos”. El interior es sobrio, limpio, luminoso, geométrico, con materiales neutros y blancos y negros, vamos, muy Chapeau.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Tenemos nueva estrella: Juan Vidal


Un chico de Elda, crecido entre telas y modelitos de Moschino y Versace, va camino de convertirse en uno de los grandes diseñadores de este país. Juan Vidal, además de creativo y bueno, es un emprendedor como hay pocos en los tiempos que corren.


¡Esta sí que es buena! por fin un diseñador valenciano va camino de alcanzar la fama más allá del gran Montesinos. Se llama Juan Vidal… no, no seáis mal pensadas, que no tiene nada que ver con Don Alex, padre, madre, tío y abuelo de la Valencia Fashion Week. No, nuestro Juan Vidal es un chico de Elda, que desfiló dos años consecutivos en la pasarela valenciana y consiguió, eso sí, el premio a la mejor colección, y esta noche desfilará en la Mercedes Benz Fashion Week de Madrid.
A Vidal el oficio le viene de familia. Su padre era sastre y su madre tenía una tienda de ropa de primeras marcas. Se crio entre modelitos de Moschino, Gaultier, Versace y Dolce Gabbana. Estudio bellas artes y luego diseño de moda y se lanzó a diseñar su propia colección. Funcionó tan bien, que en 2005 sus padres decidieron cerrar su anterior negocio y dedicar el taller y la tienda a las colecciones de su hijo: esos son unos padres y no lo que hay por ahí.
A finales del verano pasado, casi sin buscarlo, Vidal tuvo un golpe de suerte. Estaba exponiendo en París en la feria Zip-Zone. Quiso el destino que los diseñadores Dolce & Gabbana, que estaban allí en busca de nuevos talentos para su tienda de Milán, pasaran por delante de su stand. Les gustó su ropa y le dieron cita para dos semanas después. Y ahora viene lo bueno. Juan y su equipo cargaron una furgoneta llena de ropa y se fueron para Milán, cual vendedores de mercadillo, a venderles a los mismísimos Dolce & Gabbana, que se quedaron prendados de la colección. Ese es el espíritu emprendedor que reclama este país y no lo de llorar por no recibir subvenciones públicas de una Generalitat que no puede con su alma.
Poco después, otra boutique hiper mega lujosa de Milán, Luisa Via Roma, lo seleccionó como firma invitada. Vidal está vendiendo muy bien en Italia; en Madrid también tiene dos puntos de venta, en Valencia no termina de cuajar. Linda Vuela a Rio (Gran Vía Marqués del Turia) compró la colección de verano -ahora la tiene de saldo- pero no repetirá este invierno. Es verdad que son prendas caras, entre 800 los vestidos y 2000 los abrigos de seda con apliques de cristal, pero el precio no puede ser menor, es un producto de lujo, confeccionado en su taller, con bordados, remates y piezas puestas a mano. Por eso dice Juan no puede hacer ropa de sport, “me encantaría, pero un camisero de algodón me saldría igual que uno de fiesta”.
Juan Vidal presentó el domingo en Madrid la colección del próximo verano. En primera fila, Marta Chavarri, Nieves Alvarez, Mayte de la Iglesia, Tania Yasera, Sara Vega –la hermana de Paz Vega- Lola Marceli, la mujer de Juanjo Puigcorve. Valencianas, ni una. A Maite Sebastiá, la directora de moda de Telva y una de las primeras en darse cuenta del talento de este chico, el desfile le pilló de vacaciones. Las hermanas Fitera, clientas habituales, tampoco pudieron ir.
Laura Fitera lleva varias temporadas encargándole vestidos y la semana pasada pudo cotillear en su taller de Elda la colección de invierno. “Es de lo más bonito que ha hecho nunca, el tejido es un estampado de impresión fotográfica de las lámparas Tiffany con bordados de crisantemos de rafia y piedras de cristal y los cortes son de alta costura, con tejidos maravillosos; Muchos diseñadores tienen buenas ideas, pero la factura es muy mala;  no es el caso de Juan”.
La colección de invierno se llama Candela y Juan Vidal dice que es la más latina de todas. “Es la sublimación de la figura femenina, una mujer hedonista que necesita salir de una realidad aburrida y evadirse, como las actrices Ava Gardner, Rita Hayworth o Bardot. Los colores de la colección son temperamentales y violentos, muy fauvistas, rojos intensos, amarillos mostaza, naranjas, negros…
Pues eso chicas, que tenemos que ir haciendo un apartadito en el armario y otro en la cartera, para hacernos con algo de este chico, no vaya a ser que las italianas se lo queden todo.