lunes, 26 de mayo de 2014

El poder de la extravagancia

Ya sabéis que Consuelo Císcar ha sido muchos años la directora del IVAM y que hace unos meses dejó de serlo. Dimitió según por “razones de salud”, cosa que viendo su lozanía cuesta creer. Por otra parte, es sabido que su relación con la Consellera María José Catalá era peor que la de Kiko Matamoros con su hermano. Vamos que todo apunta a que se fue porque estaba hasta el pirri y sabía que sus jefes la querían poco tirando a nada. Eso ocurrió el diez de marzo. El jueves pasado, la revista Tendencias celebró en el IVAM su gala anual de entrega de premios, que es una de las grandes citas anuales de lo más granado de la sociedad valenciana. Imaginaos a cualquiera de vosotras en la situación de Consuelo: la que ha sido tu casa durante años celebra una fiesta, a la que asiste lo más influyente de tu ciudad; ¿qué haces, te quedas en casa llorando tu desdicha, en plan “paso de vosotros” porque no me queréis, o te plantas allí en plan a mí no me doblega ni un huracán? Pues ella optó por plantarse allí y no sólo eso, sino que lo hizo con un vestido indescriptible (ver la foto) de su amiga Agatha Ruiz de la Prada, no fuese a ser que alguien la pasase por alto. ¡Olé tú bonita!, pensé en cuanto la vi; ¡ahí, con un par de tacones!, y al que no le guste que se compre un duro de desierto y se vaya a barrerlo. La gente, en las redes sociales, la puso a caer de un burro. Está visto que una tiene que ajustarse a los cánones estéticos dominantes, y que si no tienes las medidas de una modelo y ya has cumplido los cincuenta, es mejor que vistas algo discretito para no escandalizar y pasar lo más desapercibida posible. Pues no, como dijo Moschino: “Si no puedes ser elegante, por lo menos sé extravagante”.
La propia Agatha se puso un vestido estampado con manos y un enorme floripondio a la cabeza muy de su estilo, la de no tomarse demasiado en serio la moda y sus dictaduras. ¡Me encanta, me encanta, me encanta! A ver si es que Marichalar y Pedro J pueden llevar calcetines color morado y se les llama estilosos y rompedores y nosotras no podemos plantarnos un tocado en la cabeza en forma de maceta sin que nos llamen al orden.
Afortunadamente, a la fiesta de Angela Pla, vestida de Marta de Diego, acudió más de una señora con arrestos, como Naty Abascal, Mayrén Beneyto, con un vestido de rojo mantón de Manila de Marta de Diego, que también estuvo en la cena; Alicia de Miguel, con su abrigo estampado felino y sus gafas años 50, Rocío Bacharach o Laura Fitera, con un Dior vintage. Como viene siendo habitual, Ángela reunió a buena parte de la sociedad valenciana: el joyero Vicente Gracia (que acaba de inaugurar exposición en Caro Hotel) y Juana Roig, de rojo Valentino, Alfonso Manglano y Eva Marcellán, el vicerrector de la UV Guillermo Palao; Juan Valero de Palma, el neurólogo José Miguel Laínez y su mujer Elena Dióniz, el crítico gastronómico Alfredo Arguilés, el periodista Juan Lagardera, Encarna Roig, de Acosta; Javier Monedero, de Dicoval, con su mujer Rosa Sanchís; José de Miguel (nuestro Richard Gere valenciano) y su mujer Tati Monsonís; José Tamarit, de Chapeau, y Ana Valero, una embarazadísima María Cosín, el sastre Antonio Puebla, y señoras estupendas como Mª José Navarro, Marisa Martín, Sela Falcó o Blanca Fitera… También estuvo el diseñador Francis Montesinos, que se fue a fumar justo cuando tenía que entregar un premio ¡así es Francis!, y Alex Vidal hijo y Amado Ortells, premiados por su juventud y por su larga trayectoria, respectivamente. La troupe que vino de Madrid fue de lo más variopinta: además de Naty, el diseñador Pascua Ortega, que recibió premio al diseño y que es un señor educadísimo y de lo más elegante; Boris Izaguirre, premio a la comunicación, la periodista Marta Robles y Carla Royo-Villanova.
Carla aprovecho la tarde en Valencia y antes de la fiesta pasó por VM The Shop, la tienda de José Luís Vilanova y Verónica Montijano, para apoyar la presentación de una colección cápsula de los diseñadores Alalá, unos gallegos que van a abrir taller en Valencia.

lunes, 19 de mayo de 2014

Elegí un mal mes para dejar de comer

Mes de mayo, la primavera enloquece, los días alargan, te apetece salir, tomar una copa, o dos, acompañarla con un dulcecito, dar rienda suelta a tus apetitos concupiscentes, quieres soltarte la melena y disfrutar de la vida. Pero, ¡Oh, Dios!, estás en plena operación bikini, así es que, contrólate bonita, que el mes que viene hay que bajar a la piscina y no quieres estar observando desde tu balcón, cómo las vecinas han superado la prueba y tú te has caído con todo el equipo. Estás ahí arriba y ves a fulanita, toda ufana ella con su nuevo bikini, levantándose de la tumbona sin complejos y dejándose olvidado el pareo: la muy borde, lo hace adrede porque sabe que la estoy mirando y quiere que me chinche de envidia. Tú te metes en la habitación y vuelves a probarte el bikini del año pasado a ver si alguna fuerza del destino lo ha agrandado, pero no, sigue siendo tan diminuto como hace quince minutos. Así es que nada, guapas, a controlaros, no hay más. La que no pueda hacerlo sola, que pida ayuda. Eso es precisamente lo que hace el método de adelgazamiento de moda, el Thinking. Una invención de Diego Olmedilla, que se ha planteado esto dieta como la cura de desintoxicación de un drogadicto. Y encontró una solución que combinando la terapia de grupo, el coaching y tratamiento psicológico, la nutrición y el ejercicio suave. No sé qué tal funcionará, pero promete ser divertido. Imagínate sentada en círculo con un grupo de amigas, cada una confesando sus delitos: yo ayer me comí un brioche… “Ohhh, un brioche, ¿cómo se te ocurre?”. Olmedilla ha abierto un centro en la calle Ruiz de Lihory y lo celebró con un cóctel en la terraza del Hotel Astoria. Entre los invitados, Marita Puig Foncuberta, Marisa Ponce de León y Carmen Topete, muy amiga de la madre de Diego, Paloma Caveda Barroeta. También estuvieron los abogados Jorge Martí y María Rodrigo, Pilar Manglano y Juan Carlos Pérez de los Cobos, María Gómez-Trénor, Elena García del Moral, Isabel Clara Stuyck, Magüi Alonso, Isabel Clara Alonso, Margarita Enríquez, Mónica Morales, Aita Guillen y Guzmán Guía Llobet. La cena fue de lo más light, ensaladitas, gazpacho, crema de verduras… la dieta empezaba bien. Pero hete aquí que un grupo nos dejamos embaucar por el director del Astoria, Joan Soldevila, para probar un afterwork con dulces, ¡adios al Thinking, a la terapia del grupo y al coach! Donde haya un buen tocino de cielo y una tarta de chocolate que se quiten los espárragos, ya veremos cómo lo contamos en la terapia de grupo, pero por lo pronto, lo que va per davant, va per davant. Más sobre terapias de adelgazamiento.
 El mismo jueves, abrió en la calle Sorní el gimnasio de electroestimulación E-fit, ya sabéis, eso que te pones un chalequito y te dan pequeñas descargas mientras entrenas. A la inauguración acudió Javier Martínez, Mateo Castellá, Bernando Gúzman, Quique Sospedra, Fernando Aliño, Javier Castellar, Elena Clemente, Marta Torrado, Gerardo Camps y Ricardo Costa. Uff, lo que daría por ver al bueno de Ricky Costa con su chaleco y dando pequeños espasmos a cada descarga.
Definitivamente el jueves fue un mal día para dejar de comer. Por la mañana, los comercios más lujosos de Valencia, los de Marqués de Dos Aguas y Poeta Querol, invitaron a un desayuno en el Hotel Inglés para celebrar su acuerdo con Porsche.
 Por la tarde, Rosa Morera organizó en Max Mara un taller de flores con Carolina Cot, al que fueron Doria Rosso, Ana Morera, Ana Peris, Amparo Alapont, Pilar Pons, Consuelo y Desamparados Gil y Totón Barberá, entre otras. Pero además Rosa tuvo el detalle de sacar una merienda de lo más tentadora preparada por Claudia Mariño, de My little bloom. Y por si alguna se había quedado con hambre, por la noche se inauguraba el restaurante El Colmado en la calle Riera, de los mismos dueños que Lotelito. Muchos invitados, entre ellos Juanjo Martí Gómez Lechón y su mujer María Hidalgo, Pepe Castelló y Exequiel Tiscornia; Jaime Álvarez, Fernando Martínez García del Real, Manuel Benlloch, Franco Duart y el estilista Rafael Moreno.

lunes, 12 de mayo de 2014

Arguimiro Balboa

Argimiro Aguilar es un icono de la sociedad valenciana. Un tipo hecho a sí mismo que empezó hace veinticinco vendiendo joyas a los bedeles de la facultad de Derecho y acabó montando una de las joyerías más emblemáticas de la ciudad. El año pasado le hicieron un butrón y le desvalijaron su joyería de la plaza del Ayuntamiento. Muchos creían que no levantaría cabeza; un golpe como ese en plena crisis debía de doler más que los derechazos que aquel ruso enorme le propinaba a Rocky Balboa en el ring. Pero Argimiro, como Rocky, se levantó y le plantó cara a su desdicha. El jueves su mujer, Sesé, y él inauguraron una nueva joyería en la calle Colón. Les arroparon buena parte de su clientela, que son también buena parte de lo más granado de la sociedad valenciana. Allí estuvieron el Presidente de Mercadona, Juan Roig, con su mujer Hortensia Herrero, el Conseller de Economía Máximo Buch, el presidente de la Cámara José Vicente Morata con su mujer Pilar Pons, el presidente de la empresa valenciana, José Bernardo Noblejas, y también el de los rotarios, Nacho Baixauli; Marisa Fayos del Teatro Olympia, Jose Tamarit y Ana Valero, de Chapeau, el director de Luanvi Vicente Tarancón y Laura, Vicente Aguilar, de Patatas Aguilar, y su mujer Toña Játiva, el presidente de la Magistral de Gastronomía José Luis Palencia, el pintor Enrique Senís, Antonio Meco y María José Albert, Laura Penadés y Jesús de Salvador, el futbolista Albelda con su mujer Vicen, el cardiólogo Joaquín Costa, Isabel Giménez, de la Bolsa de Valencia, María José Guillem, de Cuatrecasas, el periodista Eduardo Alcalde, Pepa Navarro, Julia Escribano y Luisa Bravo, además de un montón de gente de las fallas, como el presidente de Conde Salvatierra Vicente Fuster y el ex presidente de Convento Jerusalén, Jesús Barrachina, o la fallera mayor de Valencia de 1994 Laura Segura.
La verdad es que este hombre tiene una capacidad de convocatoria que ya quisieran para sí los candidatos a las elecciones Europeas, incapaces de mover a un alma si no es pagándoles el autobús. La joyería ocupa el local que dejó Yanes, un espacio que era excesivamente oscuro y recargado. Pero el interiorista Carlos Serra -que la semana que viene reabre El Mercader de Indias en la calle Taquígrafo Martí- lo ha reconvertido en una joyería más abierta y alegre, como su dueño. Las boisseries originales se han mantenido, pero con un nuevo lacado que va del blanco al roble original. Para contrastar, el mobiliario de vitrinas y de expositores es muy racionalista. Las mesas son de roble natural. Lo más impactante es la zona central de la joyería, con una bóveda cubierta de pan de oro y una escultura con plafones de latón dorado hechos a mano. Como buen anfitrión, Argimiro fue recibiendo uno por uno a los invitados, enseñándoles la joyería. La fiesta continuó después en el restaurante La Embajada, decorado estilo años 20 con globos dorados y plateados, cortinas de flecos dorados, teléfonos y gramófonos de la época y varias parejas vestidas con trajes de charlestón bailando a ritmo de jazz. “Argimiro nos contó que inauguraba una nueva tienda y después de veinte años en el oficio quería organizar una fiesta por todo lo alto, donde los invitaron quedaran fascinados”, cuenta Rosa Lorente, una de las organizadoras. La idea de recrear una fiesta como las de la película El Gran Gatsby le fascinó. Y “La Embajada”, ese palacete que está en la esquina de El Corte Inglés mirando al Parterre, era el espacio perfecto, con ese punto decadente de las viejas casas nobles.
Los suelos de mosaico, los techos altos y las lámparas de cristal, ayudaron mucho a recrear la mansión donde Gatsby celebraba sus fiestas para conquistar a Daisy Buchanan. No faltó de nada: barra libre con champagne, gin-tonics y cócteles de la época -manhattan y diamante-, dos espectaculares buffets de postres donde podías tomar marrón glacé, galletitas con el logo de Argimiro, bizcochos, mini merengues y vasitos de Red Velvet, música de jazz en directo y hasta un photocall con una cámara auténtica de años 20. La fiesta acabó con una coreografía y una lluvia de confetis dorados.

lunes, 5 de mayo de 2014

Emociones primaverales

Me llamareis sexista, machista o lo que os dé la gana, pero nunca he entendido a las mujeres que les gusta el fútbol y el jueves por la noche me autoafirmé en mi teoría. Por primera vez en mi ya aquilatada vida ví más treinta minutos de partido. Cuando por fin entendí porqué necesitábamos meter tres goles para ganar, siempre que los sevillanos no metiesen ninguno, va y me emociono. Aquello estaba ganado y yo, sentada en mi sofá, confieso que emocionada. Entonces va y ¡zaca!, nos cuelan ese gol que nos hunde en la miseria. Tres días después todavía me viene a la cabeza el desengaño. Fue como si llevaras tres meses reuniendo el dinero para comprarte un vestido; cuando por fin lo tienes, te vas a la tienda, por el camino se te ocurre parar a tomar un café y disfrutar de la apreciada tarde. Ya entras en la tienda, tus nervios a flor de piel, el vestido es tuyo, vas a estar monísima, tus amigas van a chinchar de envidia y tu ya te ves paseando por la Plaza del Patriarca levantando miradas de admiración. De pronto, sale la chica y te dice: No, no nos queda tu talla, acaba de llevársela una señora hace cinco minutos. Maldición, a qué mala hora me paré a tomar el café. La diferencia entre ellos y nosotras es que un golpe emocional como esos a nosotras nos dura una semana y puede traer consigo algún que otro mar de lágrimas. Ellos lo arreglan con cuatro risotadas y un par de cervezas con sus amigachos, y alé, ya están preparados para el próximo partido. Mientras que nosotras necesitamos medio año para recuperar las ganas de salir de compras. Así es que dejemos el fútbol para los y las futboleras y vayamos a lo nuestro que es la primavera, las terrazas, las flores, las tiendas… vamos, cosas emocionalmente menos agresivas, que nuestros corazones no están para esos sobresaltos. Por ejemplo, el próximo día que haya partido, nosotras nos vamos a dar un paseo por la plaza del Patriarca, que está de lo más mona con una floristería que han abierto en la calle Soledad. El Mercado de Colón no tiene rival como punto de encuentro para la tarde de compras, pero pero la Plaza del Patriarca y sus alrededores tiene un encanto y un aire parisién que mola mogollón para las tardes en las que no apetece el bullicio. Es como más estilosa, más noble. Allí, en un callejoncito peatonal que se llama Soledad, acaba de abrir una de las floristerías más coquetas de Valencia, la de Daniel Fombuena.
Pasas por la puerta y te parece que estás en París al ver los maceteros con hortensias de color fresa. Justo al lado, está Il Baco da Seta, la tienda de ropa de la italiana Lila Albanozzo, recién reformada, el lugar al que acuden las mujeres que buscan un fondo de armario con sello italiano: Fabiana Lippi, TwinSet, Es’givien… Lila lleva muchos años en el negocio de la moda, como Susana Camarasa, que acaba de trasladar su tienda Abito de la calle Comedias a la Gran Vía Marqués del Turia, donde estaba GV20. Susana tiene ropa de firmas muy estilosas -Essentiel, Antik Batik, Lebor Gabala, TCN, Notify- y también una pequeña selección de la gallega Masscob, con unos vestidos, shorts y blusones ideales. Alejandra Montaner también tiene Antik Batik y Masscob en su tienda, y además como las piezas no suelen coincidir, puedes ir de una tienda a otra hasta encontrar lo que te gusta. Un día primaveral de tiendas y callejeo por Valencia sólo puede terminar en una terraza.
La del Westin está monísima, con una exposición de esculturas en forma de ositos de gominola del artista deEmo. Y el jueves se inauguró la de L’Umbracle, más de 4.0000 invitados, entre ellos el presidente de la Fundación Conexus, Manuel Broseta, la escritora Marta Querol, Caco Monsell, Alvaro Tomás, Fernando Aliño, los arquitectos Jacobo Ríos y Ramón Esteve, con la redactora jefa de moda de Telva, Maite Sebastiá, que la semana que viene se va a Australia a entrevistar a la top Miranda Kerr, imagen de Swarovski, ¡que envidia me da!