lunes, 28 de julio de 2014

Bendita frivolidad

Valencia está aburrida. Hay pocos eventos sociales y los que hay pasan sin pena ni gloria porque parecen premios de consolación a una sociedad abatida que ha perdido su capacidad de frivolizar. Pensadlo un poco, la tan criticada frivolidad es un síntoma de bienestar: es muy difícil ser frívolo cuando tienes la nevera vacía, la salud maltrecha o el corazón partido. La frivolidad es un lujo que suelen permitirse quienes gozan de cierta estabilidad económica y emocional. Valencia no tiene ni lo uno ni lo otro: está arruinada y no tiene quien la quiera porque desde hace años sólo damos malas noticias.
Pero todo eso va a cambiar ahora que hemos descubierto la causa de nuestras miserias: Madrid nos maltrata y nos da menos dinero que a los demás. Ves los datos en el periódico y se te erizan hasta los pelos del abrigo de conejo que heredaste de tu abuela y ahora guardas en el armario. Ahí está la causa que ha adormecido nuestra frivolidad y nos ha abocado a un aburrimiento insoportable. Pero, ¿cómo que nos están sisando ochocientos ocho euros al año a cada una de nosotras, que es lo que nos falta para llegar a la media española?; eso es el equivalente a dos pares de zapatos de Prada o tres sesiones de botox. Pero esto qué quiere decir, ¡de qué va este Gobierno!.  ¡Valencianas frívolas uníos y exigir lo que es vuestro!. Vayamos al despacho de Montoro, y allí, un centenar de valencianas, hipermonas de la muerte y frívolas a rabiar,  cantémosle las cuarenta: “Oye guapo (es un decir), tú que te has creído. Mira que tú a nosotras no nos conoces. No sabes con quién te la estás jugando. Así es que estamos allí pasando las de Caín, con sentimiento de culpa cada vez que vamos a la farmacia a por una caja de ibuprofenos y resulta que vas repartiendo dinero a espuertas por otras comunidades. No, Cristobal, de eso ni hablar. Nos debes ochocientos euros cada una, que por diez años son ocho mil. Así es que ya vas soltando la mosca o te  llenamos el despacho  con bolsos y pañuelos del top manta. Tú verás”. Antes de salir una, que ha estado todo el rato pintándose las uñas, se gira y le dice: “por cierto, dile a tu mujer que cambie de óptica”. Y dejamos allí al Ministro con cara de no saber por dónde demonios abordar el problema que se le plantea.

Bendita frivolidad, ¡cómo te echamos de menos! Necesitamos fiestas estivales con personajes del colorín que vengan por aquí a hacer comentarios insustanciales con cara de estar hablando de cosas serias y trascendentes. Como hace María Patiño cuando mira seriamente a la cámara y pone esa cara de ir a anunciar una gran crisis energética internacional que va a remover los cimientos de nuestra civilización, y de pronto con voz firme y semblante circunspecto dice: “Os anuncio en exclusiva,- hace una parada larga para tomar aire- que Amador Mohedano ha marcado esta tarde el teléfono de Rosa Benito”, y todos los demás se cogen a la silla, como diciendo, ¡no puede ser!, confírmanos esa noticia porque eso cambiaría nuestras vidas, ya nada volverá a ser igual.
Eso es lo que necesitamos en Valencia, un poco de frivolidad que nos devuelva la alegría y la confianza perdidas.


Por lo pronto, nos tendremos que conformar con el desfile de baño de Dolores Cortés en Miami y con fiestas como la que montó el Club Moddos para despedir la temporada. Fue el jueves, en el ático del Ateneo Mercantil, y allí estuvo toda la cuchipandi del club tomando mojitos y gintonics: Encarna Roig, de Acosta; Guillermo Martorell y Mamen Puchades de la joyería Sie7e; Lluís Nadal, de Nil; Maria Dolores Enguix, de la Óptica Climent, y también Sara Blasco, Antonio Jordán y Beatriz Maset, Begoña López, Carlos Alapont, Carmina Pérez-Manglano, Carolina Salas y Rafa Moscardó, Coke Stuyck, Concha Martínez, Patricia Puchol y el doctor Murgui, que es la salsa de todas las fiestas. Y como anfitrión, el flamante director de Moddos Josep Lozano.

lunes, 21 de julio de 2014

Destino Real

Los Reyes todavía no han anunciado dónde pasarán su verano, lo único cierto es que estarán unos días en Palma. Pero a ella no le gusta la isla porque se siente demasiado observada, lo que quiere es el mayor anonimato posible. Así es que si por alguna de aquellas alguien viese a Doña Letizia por Xàbia, Benicassim o Denia lo que tiene que hacer es actuar como si nada. Vamos, que si entras en el Parador de Xàbia y de pronto te topas con el Reina, lo suyo es que no le hagas ni caso,  tú a la tuya, ni la mires, ni se te ocurra sonreírle, pedirle una foto o advertir a tus amigas de quién anda por allí. Que de pronto se te cruza correteando la infanta Leonor, cambias tu rumbo con disimulo y sigues andando, que vuelve a cruzarse, entonces ya pones cara de ¡jo,pe, con la niña, qué pesadita, a ver dónde se han metido sus padres! Que de pronto se queda una mesa libre y ves que Don Felipe va a cogerla, tú pegas una carrerita y te adelantas para trincarla primero.

Claro que no nos caerá esa breva. Valencia no está de moda y su nombre no aparece ni en las quinielas más arriesgadas. Es una pena porque sería un buen revulsivo para mejorar nuestra maltrecha imagen. Y mira que aquí hay sitios monos donde pasar el verano. En Xàbia acaba de abrir Mediterráneo 233, la nueva terraza del Parador, donde la real familia podría tomar un lunch ligerito o una copa después de cenar.
La terraza se inauguró la semana pasada, allí se reunió la flor y nata de la sociedad valencia, la mayoría con casa en Jávea de toda la vida, como Rafael Gómez de Insausti y Teresa Noguera, Piluca Gómez de Insausti y Esteban López, Pilar Lluquet y Carlos Duato, el director general de deportes, Mateo Castellá, Vicente Garrido y Begoña Mortes, Totón Barberá y José Corbín, Enrique Fliquete, Liana Rios y Fernando Martos, las estilosas Alicia, Carmen y Paloma de Miguel con su hermano Jose y Tatiana Monsonís, Daniel Moragues y Anabel Navarro, Sergio Maestre, Marta García Janini, José Marí, Maite Gómez Noguera y Cecilio Alvarez, Amparo Moratal, Eugenia García Bartual, Ana y Amparo Barrachina, Claudia Casanova, Ana Postigo y Miguel Cuñat, Juan Postigo, Ana Jofre, Josefina Mataix, Rocío Casanova, Cristina Albamonte y Miguel Sánchez, el Alcalde de Jávea, José Chulvi, y la presidenta de Paradores, Angela Alarcón, ex mujer de Rodrígo Rato.
En el mismo jardín, se celebrará entre el 30 de julio y el 2 de agosto el mercadillo It Market, que esta vez tendrá puestos de ropa, bisutería, decoración, mobiliario, complementos... Allí Doña Letizia podría fichar algún colgante mono para este verano; el tendero podría decirle algo así: “mira, bonica, éste que bien te queda.”

Y luego si los Reyes quieren descansar pueden pasar unos días en la clínica SHA Wellness con comida macrobiótica y tratamientos relajantes. Uff, eso sí que le iba a gustar a la reina: comida a base de algas, soja y zumos de cosas raras pero siempre muy ecológicas. Ya me veo al Rey escaqueándose por la noche a un bar de tapas a plisplarse un pincho de tortilla o un montadito de morcilla. Mientras luego vuelve a la habitación y le cuenta a su mujer lo bien que le ha sentado la cena de tofu al aroma de soja; y ella le comenta lo buenísimo que estaba la tarta de chocolate sin azúcar, mientras las niñas suplican a su cuidadora que les consiga un helado de oreo sin que se entere su madre.


En Sha Wellness también podrían ver la exposición de fotografía de Genoveva Casanova, la ex mujer de Cayetano Martínez de Irujo. Las fotos le gustarían a la Reina, porque recogen la experiencia de Genoveva a lo largo de 10 años de viajes de labor humanitaria por países como India, Kenia, Perú ó Ecuador.

lunes, 14 de julio de 2014

Conciencias bakaladeras


Muchas cuarentonas sufrimos un duro conflicto interno cada vez que negociamos con nuestras hijos la hora de volver a casa, máxime ahora en verano cuando se espera de nosotras que seamos más flexibles. La una o las dos de la mañana nos parece una hora más que razonable. Ellos siempre piden un poco más. Tú tratas de mantenerte en tus trece pero una voz resurge desde lo más profundo de tu conciencia: “Pero de qué vas, guapa, es que ya no te acuerdas de cuando tú salías de casa a esa hora y volvías de madrugada”. Entonces se dirime en tu conciencia esa batalla entre la madre, que siempre serás, y la amiga, que a veces quieres ser, de tus hijos.
Cuando por fin llegas a un acuerdo, normalmente salomónico, ellos se van y tú te quedas en casa recordando aquellas noches locas de los veranos de los ochenta. Habías salido de casa a la una de la noche, tus padres ya ni siquiera preguntaban dónde ibas a esas horas, se habían acostumbrado. Tras un par de copas en cualquier bar, habías cogido el coche o el Vespino y habías llegado al parking de Barraca o de Spook. Estabas en la Ruta del Bakalao. Dentro de la discoteca la música era ensordecedora. No podías hablar, ni falta que te hacía. Tú habías ido allí a bailar la música de Sisters of Mercy, Patti Smith o Midnight Oil. La gente deambulaba con un botellín de agua en la mano; en la pista más de uno acompañaba el ritmo con un abanico. Sólo de vez en cuando te dabas un respiro, sentándote en la terraza hasta que volvía a sonar una de las canciones que te gustaba, entonces saltabas de tu asiento e ibas corriendo a la pista. Aquello seguía y seguía hasta que al amanecer sonaba My Way de Nina Simone. Los más sensatos se iban entonces a casa, los más bakaladeros seguirían con el mismo plan hasta la hora de cenar.
El Bakalao, en su origen, tenía poco que ver con lo que acabó siendo: música maquineta, alcohol, drogas y un desmadre que arruinó muchas vidas y que hizo bien en desaparecer. Pero eso fue en los noventa. Antes, en los ochenta, fue un fenómeno que traspasó fronteras y puso a Valencia en el centro de la música más vanguardista de Europa. Ahora hay un tímido movimiento para restaurar el buen nombre de un fenómeno que más allá de los desmadres tenía mucho de compadreo y de gusto por la buena música.  Lluis Fernández organizó una exposición en el MUVIM hace unos meses y el cocinero Alejandro del Toro una cena con un menú especial donde cada plato guardaba relación con las poblaciones de la ruta del bakalao. Allí estuvieron algunos de los más conspicuos bakaladeros como Chimo Bayo, el periodista gastronómico Pedro García Mocholí, Carlos Monsell (The face), el diseñador Francis Montesinos y Javier Monedero, de Dicoval, que patrocinó la cena. Además pincharon los famosos Gemelos de Puzzle, Javi y Rafa Pérez.
El bakalao impuso su horario incluso fuera de su ruta y hasta las discotecas de corte más “pijito” como Distrito o Hacienda (Xàbia) acabaron abriendo hasta el amanecer. Por cierto, Fernando Aliño ya ha programado una en Xàbia, para el 1 de agosto en la discoteca Hacienda, una sesión remember. Pincharán música de los Cure, Depeche Mode, Spandau Ballet y actuará en directo Rafa Sánchez, de la Unión, que debe rondar los cincuenta pero aún está para esos trotes (los viejos roqueros nunca mueren).

Por cierto, nuestras hijas van a llevar este verano unas gafas muy parecidas a  las Vuarnet de espejo polarizado que llevábamos en los ochenta. Son de Italia Independent, la firma de Lapo Elkann -heredero del imperio Fiat y uno de los golfos (el adjetivo se lo copio a Jesús Terrés) con más vida social de la jet set mundial- y están arrasando en Milán, ¡todo vuelve!
Nota. Cuidadito con que un ejemplar de este periódico caiga en manos de alguno de nuestros hijos. Esos canallas son muy capaces de tuitearlo y en diez minutos está en el móvil de todos los quinceañeros de Valencia. Y a ver luego con qué cara les imponemos que vuelvan a casa a la una.


martes, 8 de julio de 2014

El glamour se va a los fogones

El glamour de la moda está en declive. Un diseñador no es lo que era hace cuarenta años: cuando Yves Saint Lauren, Balenciaga o Dior eran mitos internacionales. Ahora no hay gente así, en todo caso hay marcas en las que hoy diseñan fulano y mañana mengano. Quizás la culpa sea de la globalización o de la facilidad de las grandes marcas para copiar tendencias y popularizar los diseños exclusivos antaño sólo al alcance de unas pocas carteras. Sea por la razón que sea, los diseñadores son cada vez más anónimos. En su lugar, una figura emerge como nueva estrella del glamour: los cocineros. Tienen legiones de fans dispuestos a gastar lo que cuesta un Vuitton en una cena y esperan la carta de la próxima temporada como quien espera un desfile de Prada. La prueba del declive de la moda y el auge de la gastronomía es que la fiesta más glamurosa del verano no ha sido de Vuitton ni Hermès, sino de la Academia Valenciana de Gastronomía. ¡Qué fiestón! 500 invitados y eso que era un lunes por la noche, el peor día de la semana para un sarao. Parte del mérito, todo hay que decirlo, es de la presidenta de la Academia Cuchita Lluch, que ha convertido un pequeño club privado de aficionados a la gastronomía, sin más pretensiones que disfrutar de la cocina, en un lobby que está empeñado en dar a conocer la cocina valenciana, sus productos, bodegas y cocineros. “Tan grandes y tan buenos como los mejores”, dice Cuchita, que además ha conseguido poner de acuerdo a los mejores cocineros, bodegueros y empresarios “para llevar a la Comunidad Valenciana al lugar más alto de la gastronomía”. Y todo ello sin pedir subvenciones ni quejarse de la falta de apoyos. ¡Ya quisieran los diseñadores valencianos!
El día de la fiesta, Cuchi estuvo arropada por lo mejor de la cocina valenciana: Quique Dacosta (cada día más estiloso), Paco Torreblanca, Ricard Camarena (con ese punto canalla roquero), Kiko Moya, Javier de Andrés (La Sucursal) y Alberto Redrado (La Escaleta). Además, vinieron los diseñadores (perdón cocineros) estrella del mundo mundial: Joan Roca, tímido pero encantador como Armani en sus mejores años, y Andoni Luis Aduriz, que es un Galliano de la cocina. Como la Academia no tiene presupuesto, Cuchita buscó el apoyo de empresas valencianas para el catering: aquí un puestecito de quesos de Manglano, otro de jamón ibérico, ostras y clóchinas de Valencia, gamba roja y cocas de Dénia, longaniza de pascua, tomate valenciano, paellas… la terraza del restaurante Contrapunto del Palau de les Arts fue un festín de comida y bebida valencianas. Y de postre, horchata de Daniel, helados artesanos y un pedazo de tarta aniversario del maestro Paco Torreblanca. Luego hubo hasta copas, pero en lugar de gintonics, triunfó el Vodka-tonic (el vodka tonic es el nuevo gintoni, chicas) con el Belvedere de Javier Monedero, que también trajo el vino Imperial que es el que tomó el Rey Juan Carlos en su despedida, ¡qué paladar tan fino! La música la puso Manolo Mínguez y también actuó Javier Botella con su grupo Copa Ilustrada, que nos puso románticas con temas de Nat King Cole como Blue Moon.
Entre los invitados, el actor Juan EchanoveJesús Terrés (del blog Nada Importa), Carlos Mataix (Heineken), Mónica Morales, el notario Carlos Pascual, la joyera Salomé Corell, Rosa Sanchís (Dicoval), el sastre Antonio Puebla, que acaba de recibir el premio Dedal de Oro; José Luis Vilanova y Verónica Montijano (VM The shop), la estilosa Alicia de Miguel, con un abrigo ideal de Patos; Carmen Girona, Vicente Gracia y Mónica Piñones, el periodista Carlos García Calvo, Mª Angeles Miguel (Ferragamo) y Encarna Roig (Acosta), Juan Valero de Palma, Olga Adelantado, Alfredo Burguera (La Embajada), Pedro García Mocholí, la diseñadora Presen Rodríguez y sus hijos Maribel y Jose Cosme, el director del Astoria Joan Solvevilla, el periodista Joseca Arnau, Silvia Escolá y Amparo López (Ampasi), Neni Reyna, la bloguera Greta Borras con el diseñador Lucas Zaragosí, Joaquin maldonado (Mediolanum), Esperanza Vila, Bárbara de Prats, David Lladró con su mujer Marta Aliño, sus hermanos Isabel y Fernando Aliño y su madre Isabel Mª Alfaro.

martes, 1 de julio de 2014

Arreglá pero informal

En toda fiesta hay un momento crucial. Es el que entras por la puerta y haces un barrido al resto de invitadas. Tú has estado en casa probándote medio armario, te has puesto un vestido largo, te lo has quitado, luego unos vaqueros, tampoco, unos short, también fuera; vuelves al vestido largo, te miras, entra tu marido y no se da cuenta de que existes, él va a la suya, a buscar sus calcetines. !Jo pe!, si éste no ha reparado en mí, es que no he acertado: fuera otra vez el vestido largo. Volvemos al short, esta vez con una blusa de seda; aquel sigue con los calcetines, te das cuenta de que el problema no eres tú, si no él. Así es que piensas en los invitados a la fiesta, qué se pondrán las demás. Hagas lo que hagas, siempre corres un riesgo. El momento crucial de la fiesta es ese en el que entras y haces un barrido a las demás: es entonces cuando constatas si has acertado o te has caído con todo el equipo. Por su puesto, tu marido vive ajeno a todo esto, él ya está buscando la barra para pedir una cerveza. Se suponía que el dresscode, o el código de vestimenta que sugiere el anfitrión, ayudaba a evitar esos riesgos. Pero eso era antes, cuando había dos o tres tipos de dresscode: gala, cócel, casual y poco más. Eso ha ido evolucionando y ahora hay dresscode tan variopintos y ambiguos como chic glam, cóctel glamuroso, informal relajado o cóctel chic, que es el que ha puesto Cuchita Lluch para la fiesta de aniversario de la Academia Valenciana de Gastronomía. Lo de cóctel está claro, un vestidito de largo a la rodilla y monísima. Lo de chic ya es más complicado, porque igual sirve para un roto que para un descosido: tan chic es un collar de perlas como un colgante de cuero con una estrella de mar, todo depende de cómo lo lleves y de lo segura que estés de ti misma. Y aquí estoy yo, que no si ponerme sandalias, taconazo o voy corriendo a comprarme unas Nike, que ahora se llevan con vestidos de cóctel. Total que el dresscode, ese invento que se suponía que te facilitaba la vida, nos ha devuelto al punto de partida. Menos mal que no todas las fiestas te enfrentan a conflictos con tu fondo de armario. El jueves, el Hotel Astoria celebró su fiesta de verano y no indicó dresscode, ni falta que hizo. Tratándose de una fiesta de verano y en una de las terrazas con las mejores vistas de la ciudad, era de esperar que nadie sacase el traje chaqueta. Las chicas optaron por vestidos de flores y alguno hasta se atrevió con bermudas.
La terraza se decoró con tablas de surf, pufs de rayas marineras, palmeras y barras de madera natural de estilo chiringuito playero. Entre los invitados, José Luis Vilanova y Verónica Montijano, de VM The Shop; Amparo Morte y su marido Vicente Lacomba, Rocío Andrés, Macarena López y Quico Catalá. También estuvo Totón Barberá con sus amigas Bárbara Mas, Mayte Pérez, Encarna Mestre y Amparo Bonet, el diseñador Lucas Zaragosí de Siemprevivas (qué monos los vestidos que hacen con tejido de neopreno), Carmen Asins, de Les Barraques, y Alex Seima, de la marca de espardenyes valencianas Les caretes. Los Dj’s Kasper & Hauser, que pinchan todos los jueves en el afterwork del hotel, pusieron a los invitados a bailar como si estuvieran en una discoteca ibicenca y el director, Joan Soldevilla, anunció que iban a reabrir la mítica discoteca La Bruja, pero sólo para eventos privados, ¡qué notición! El viernes, en otra terraza espectacular, la del restaurante Vertical, el crítico gastronómico Pedro García Mocholí celebró su fiesta de cumpleaños. Allí estuvo el director de comunicación de El Corte Inglés, Pau Pérez Rico, María Dolores Enguix y Marcelo Soto, el Doctor Murgui, Pablo Ossorio, de Bodegas Hispano Suizas, Celia García, Amparo Cuñat, Lola Morales, Antonio Guillén y Cuqui Royo, Elsa y Rafa Pastor, Rocío Puchol Quixal, Javier G. Alberni y Francis Montesinos, ¡qué alegría verle!