lunes, 5 de diciembre de 2016

La rebelión de las masas

Las masas se rebelan contra la exclusividad de las élites. Ortega y Gasset dijo algo de esto y escribió un libro entero para explicarlo. Ahora vas a Mercadona y lo entiendes en cinco minutos. El caviar comparte estantería con los boquerones en vinagre y el coctel de gambas con la salsa carbonara. Lo mismo pasó con los restaurantes y hoteles caros. Allá por los ochenta, un chico te llevaba a tomar algo al Parador del Saler o la cafetería del Palace en Madrid y lograba impresionarte: tu padre nunca había llevado allí a tu madre, así es que con ese simple gesto tú estabas aupándote en la escala social. Habías entrado un poco cohibida, dudando si estarías a la altura de las circunstancias. Todo eso ha terminado, al fin y al cabo qué es un café en el Palace para nuestras sufridas tarjetas de crédito acostumbradas a hacer frente a los últimos tratamientos de peluquería.
Ortega vaticinó que este cambio nos abocaría al fin de la civilización, no sabemos si será para tanto. Por lo pronto, la democratización ha llegado a las ostras, que ahora se toman en bares, como antes se tomaban las habas cocidas de Casa Montaña. El martes abrió un nuevo bar de ostras en la calle Chile. Se llama Ostrarium y lo ha montado Andrés Soler, que de ostras sabe un rato. Allí puedes tomar ostras valencianas, de Normandía, del Delta del Ebro y hasta irlandesas. Esta es la típica chorrada que le encanta a los hombres y que de aquí cuatro días irán por la vida de expertos y asegurarán notar la diferencia entre la ostra atlántica y mediterránea. La democratización del lujo tiene un inconveniente, y es que te deja sin exquisiteces para la cena de Navidad y a los sibaritas les obliga a rizar el rizo en busca de esa experiencia premium para paladares educados.
Pero Ortega no cayó en la cuenta de que siempre se puede ir a más. Javier Monedero, de Dicoval, montó esta semana una cena en el restaurante El Poblet con menú de Quique Dacosta y champagne Dom Perignon, pero no una añada cualquiera, sino de 1998. Unos pocos privilegiados paladearon un menú diseñado por la sumiller Manuela Romeralo para que armonizase con un champagne tan delicado: piedra de queso manchego, sashimi de pez mantequilla, presa ibérica, ostra frita…
Allí estuvo Amelia Delhom, Alfredo Esteve, Angeles Casanova y Bruno Martín, Javier Monedero, el empresario Alfonso Zamorano, Jorge García Gascó, Luís Curras, el sastre Antonio Puebla, José Luís Palencia y Fernando García, de Dom Perignon.
Mientras unos pocos disfrutaban del champagne en El Poblet, muy cerca, en la Calle Barcas, se inauguraba el nuevo restaurante del Hotel Reina Victoria, con el chef Pablo Ministro y Gourmet catering. El espacio, decorado por Gerardo Almenar y Laura Molina con un estilo divertido y desenfadado, es como una sala de juegos donde puedes comer, beber y tomar cócteles con los amigos. Aquí una mesa de madera para diez comensales, más allá una de mármol, aquí un rinconcito con sillones y al fondo una barra de cócteles. En la inauguración estuvo Paula Roldán, Anges Noguera, Begoña Puigmoltó, el diseñador Valentín Herráiz, Verónica Jordá, Lucas Noguera, José Alicarte y Pablo y Vicente Lys, entre otros.
Estamos en las semanas prenavideñas, con las agendas llenas de cócteles con champagne. El martes, Ana Joudí, de la Clínica Zaharawi, invitó a una copa de navidad a amigas y clientas, entre ellas, Hortensia Herrero, Diana de Ramón, Inma Sobrino, Ana Peris, Sara Joudi, Mª José García, Elvira Ferrer, Beli Botella, Elena Buj, Maribel Roucher, Zuraya Al-Hoch, Mª José Seguí, Beatriz Giménez, Reme Mateu, Lourdes Santo, Rosa Lloret, Mª Ángeles Fayos, Mamen Rivas, Concha Pérez, Mariely y María José Albert, Santo Aguilar y Pilar Pons.

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