lunes, 27 de febrero de 2017

Somos las jefas

Las grandes fortunas del mundo, los más ricos de entre los ricos, están librando una guerra su cuartel. Luchan entre ellos, no por el dinero ni el poder, sino por nosotras. Quieren seducirnos, engatusarnos, enamorarnos. Andan pendientes de cualquier movimiento de su adversario, no vaya a ser que tome la delantera. Y ahí están todos, con sus grandes cochazos, sus megayates y aviones privados, perdiendo el sueño por si a nosotras nos gustarán los zapatos con el tacón un poco más alto o medio centímetro más grueso. ¡Ja!, es fantástico, te pones tú toda mona delante del espejo, das un par de giros a tu cintura, y te quedas ahí, mirándote a ti misma por encima del hombro y piensas: hete aquí la razón de los desvelos de Amancio Ortega e Isak Andic.
Vista así, nuestra sufrida vida de compradoras compulsivas tiene más gracia. Ya estás lista para salir a Cirilo Amorós con cara de jefa: aquí la que mandas eres tú. Como dice Juan Roig, el jefe es el cliente; ergo tú eres la jefa.
La calle Colón es estos días una muestra de la batalla por ganarse nuestro cariño. Amancio Ortega se ha quedado con el local que ocupaban Cortefiel y Hoss Intropía, frente al Corte Inglés, y va a abrir un megatiendón, lo que ellos llaman una flagship store, un buque insignia, un espacio en el que no se regatean materiales nobles para que el producto luzca como en las tiendas de Prada o Gucci.
Será la tienda mimada de Amancio Ortega en Valencia, aunque no es la única que tiene en la ciudad. Colón está llena de sus marcas: Bershka, Zara, Oysho o Pull and Bear, compiten a muerte con H&M y Mango.

Dice AlejandraMontaner que las tiendas low-cost trabajan muy bien el visual merchandising, dominan la compra rápida, “es como el fast food, te apetece llevártelo, es la compra en caliente. Las pequeñas firmas lo tienen muy difícil para competir y se tienen que buscar la vida porque apenas quedan tiendas multimarca a las que vender, de ahí que abran sus propios puntos de venta, es lo que ha pasado con las firmas francesas como Maje o Sandro”.
Si el low-cost está dominado por dos o tres empresarios, con el lujo pasa algo parecido. Bernard Arnault, del grupo LVMH, tiene entre sus firmas a Loewe, Vuitton, Celine, Pucci, Dior y Marc Jacobs. Vamos, que controla la mitad de Poeta Querol. La otra mitad es de François-Henri Pinault, con firmas como Gucci, Balenciaga, Yves Saint Laurent, Balenciaga y Stella McCartney. Quedan algunas independientes, como Prada o Dolce Gabbana, y el resto se lo reparten entre los dos gigantes. A ellos les compramos los perfumes, laca de uñas, gafas de sol…
Entre los que dominan el low cost y los que dominan el lujo, apenas queda sitio para los del medio. Las francesas Sandro, Maje y Claudie Pierlot, Zadig et Voltaire, Comptoir des Cotonniers, Ba&sh y American Vintange han conquistado parte del ensanche con su estilo parisino, coqueto y roquero. Aun así, los italianos siguen haciéndonos suspirar por sus zapatos y bolsos.
Lila Albanozzo, de Il baco da seta, cree que Italia sigue siendo muy potente, entre otras cosas porque la moda francesa está diseñada para una mujer joven y muy delgada, con un físico más andrógino que la italiana. “Además, los italianos cuidan la calidad del tejido, en eso son imbatibles, tienen mucha experiencia y un patronaje y un saber hacer exquisito.”
Lo mismo opina Lourdes Verdeguer, de Patos. “Francia le ha cogido terreno a Italia en moda pronta, pero en el segmento medio alto Italia sigue siendo fuerte, tanto en creatividad como en producción. En Italia están los grandes fabricantes. Las colecciones de Alaïa y los bolsos de Chloé y Chanel se producen en Italia. Si las marcas francesas producen en Italia, será por algo”. 

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