Hoy es el día de la Mujer Trabajadora, así es que chicas, si queréis ser políticamente correctas, ya podéis desnaturalizar vuestros cuerpos y esconderlos tras los pantalones menos sexys que tengáis en casa. Poneos unas botas de montaña o las de soldado, unos calcetines de lana gorda y un suéter lo más amplio posible para que nadie pueda ver el más mínimo atisbo de ese par de tetas que lleváis años queriendo aumentar o reducir, según cada una, porque hay que ver que difícil resulta encontrarnos bien con nosotras mismas. Fuera pendientes, pulseras, lacitos, rojo de labios, esmalte de uñas…
En fin, que a estas alturas del siglo, el feminismo sigue en manos de unas señoras que lo que quieren es hacernos lo más marimachos posible, cuando lo que deberían hacer es justo lo contrario. A ver si no, para qué puñetas estamos pasando más hambre que un vegetariano en una sociedad gastronómica vasca y matándonos a hacer Pilates para redondear nuestras curvas.
El feminismo no se ha actualizado, y sigue pidiendo la liberalización de la mujer, cuando a estas alturas lo que debería de estar pidiendo es la feminización del mundo y no la masculinización de la mujer.
Ese look feminista, tan poco femenino, tenía razón de ser hace unos años, cuando el pantalón supuso la liberación de nuestro cuerpo, hasta entonces aprisionado en odiosos corsés y pesados vestidos. Los pantalones no eran para señoritas (ni señoras). Fíjate que en 1931 el Alcalde de París invitó a Marlene Dietrich a abandonar la ciudad porque se había atrevido a salir con un traje de hombre, ¡qué fuerte!
Gracias a Yves Saint Laurent con su famoso esmoquin de mujer, el pantalón fue cada vez más habitual, hasta llegar a los años ochenta, cuando las mujeres accedimos a los cargos ejecutivos de las grandes empresas y nos fuimos al extremo opuesto: desterramos el vestido de nuestro armario. Pensamos ingenuamente que si copiábamos el modo de vestir masculino nos aceptarían en el mundo de los negocios. “Dressed for success” (vestida para triunfar) era el lema.
Ahí estaban los trajes chaqueta de Armani con sus hombreras tremendas, que transmitían poder y autoridad. No había lugar para la coquetería. No había que mostrar ningún atributo femenino no fuese a ocurrir que se fijasen en nuestro escote antes que en nuestro proyecto perfectamente expuesto en un power-point.
Eso ha cambiado, pero no del todo. Sigue habiendo un look profesional femenino que se empeña en disimular las gracias que Nuestro Señor nos ha dado. La semana pasada estuvo en Valencia Bisila Bokoko, directora de la Cámara de Comercio de España-Estados Unidos (en la foto con Fernando Villalonga y Agatha Ruiz de la Prada. Trabaja en una oficina en el Empire State, cada día se sienta con ejecutivos de Tous, Lladró o el BBVA y es una de las españolas más influyentes en Estados Unidos, pero no esconde sus atributos femeninos. Lleva faldas por arriba de la rodilla, pelo suelto, pendientes, anillos, pulseras y escotes generosos, y eso que es una mujer de formas contundentes. No debemos masculinizarnos para ser líderes ni renunciar a nuestros atributos femeninos para que la gente nos respete, dice Bisila. Y añade: “a una mujer le puede gustar la moda y entender además de energías renovables o de maquinaria industrial”.
Pero Bisila reconoció que en las chicas de Wall Street siguen vistiéndose mayoritariamente de gris y negro, como si el lila o el rosa pudiesen provocar una depreciación del dólar frente al yuan. Vamos, que hasta en la meca de la modernidad siguen viviendo en un mundo de tíos incapaces de valorar un buen power-point si quien lo presenta lleva un escote dos centímetros más largo de lo que sus perturbadas mentes son capaces de soportar.
Así es que propongo que el martes salgamos todas de casa como si fuésemos a encontrar novio, y gritemos todas a una: ¡¡¡los trajes de chaqueta han muerto, que vivan los vestidos!!! Valdrían cualquiera de los vestidos que sacó Enrique Lodares en su desfile del jueves pasado, ¡uff, qué maravilla!
Yo por lo pronto estrenaré mis nuevas gafas de sol de Oliver Peoples que tienen en exclusiva en la óptica Climent, que son lo más de lo más en gafas de sol y además quedan hiper-mega-femeninas. Mª Dolores Climent ha decidido no cerrar a mediodía pensando en mujeres como nosotras, que cada vez tenemos menos tiempo para comprar. Y es que la vida de la mujer trabajadora es dura, muy dura, y más aún si nos empeñamos en esconder nuestros encantos.
En fin, que a estas alturas del siglo, el feminismo sigue en manos de unas señoras que lo que quieren es hacernos lo más marimachos posible, cuando lo que deberían hacer es justo lo contrario. A ver si no, para qué puñetas estamos pasando más hambre que un vegetariano en una sociedad gastronómica vasca y matándonos a hacer Pilates para redondear nuestras curvas.
El feminismo no se ha actualizado, y sigue pidiendo la liberalización de la mujer, cuando a estas alturas lo que debería de estar pidiendo es la feminización del mundo y no la masculinización de la mujer.
Ese look feminista, tan poco femenino, tenía razón de ser hace unos años, cuando el pantalón supuso la liberación de nuestro cuerpo, hasta entonces aprisionado en odiosos corsés y pesados vestidos. Los pantalones no eran para señoritas (ni señoras). Fíjate que en 1931 el Alcalde de París invitó a Marlene Dietrich a abandonar la ciudad porque se había atrevido a salir con un traje de hombre, ¡qué fuerte!
Gracias a Yves Saint Laurent con su famoso esmoquin de mujer, el pantalón fue cada vez más habitual, hasta llegar a los años ochenta, cuando las mujeres accedimos a los cargos ejecutivos de las grandes empresas y nos fuimos al extremo opuesto: desterramos el vestido de nuestro armario. Pensamos ingenuamente que si copiábamos el modo de vestir masculino nos aceptarían en el mundo de los negocios. “Dressed for success” (vestida para triunfar) era el lema.
Ahí estaban los trajes chaqueta de Armani con sus hombreras tremendas, que transmitían poder y autoridad. No había lugar para la coquetería. No había que mostrar ningún atributo femenino no fuese a ocurrir que se fijasen en nuestro escote antes que en nuestro proyecto perfectamente expuesto en un power-point.
Eso ha cambiado, pero no del todo. Sigue habiendo un look profesional femenino que se empeña en disimular las gracias que Nuestro Señor nos ha dado. La semana pasada estuvo en Valencia Bisila Bokoko, directora de la Cámara de Comercio de España-Estados Unidos (en la foto con Fernando Villalonga y Agatha Ruiz de la Prada. Trabaja en una oficina en el Empire State, cada día se sienta con ejecutivos de Tous, Lladró o el BBVA y es una de las españolas más influyentes en Estados Unidos, pero no esconde sus atributos femeninos. Lleva faldas por arriba de la rodilla, pelo suelto, pendientes, anillos, pulseras y escotes generosos, y eso que es una mujer de formas contundentes. No debemos masculinizarnos para ser líderes ni renunciar a nuestros atributos femeninos para que la gente nos respete, dice Bisila. Y añade: “a una mujer le puede gustar la moda y entender además de energías renovables o de maquinaria industrial”.
Pero Bisila reconoció que en las chicas de Wall Street siguen vistiéndose mayoritariamente de gris y negro, como si el lila o el rosa pudiesen provocar una depreciación del dólar frente al yuan. Vamos, que hasta en la meca de la modernidad siguen viviendo en un mundo de tíos incapaces de valorar un buen power-point si quien lo presenta lleva un escote dos centímetros más largo de lo que sus perturbadas mentes son capaces de soportar.
Así es que propongo que el martes salgamos todas de casa como si fuésemos a encontrar novio, y gritemos todas a una: ¡¡¡los trajes de chaqueta han muerto, que vivan los vestidos!!! Valdrían cualquiera de los vestidos que sacó Enrique Lodares en su desfile del jueves pasado, ¡uff, qué maravilla!
Yo por lo pronto estrenaré mis nuevas gafas de sol de Oliver Peoples que tienen en exclusiva en la óptica Climent, que son lo más de lo más en gafas de sol y además quedan hiper-mega-femeninas. Mª Dolores Climent ha decidido no cerrar a mediodía pensando en mujeres como nosotras, que cada vez tenemos menos tiempo para comprar. Y es que la vida de la mujer trabajadora es dura, muy dura, y más aún si nos empeñamos en esconder nuestros encantos.
1 comentario:
Feliz día a todas!
http://www.elarmariodelatele.com/blogs/estilistas/category/TelEAT
Publicar un comentario