miércoles, 27 de enero de 2010

La Copa América pasa de nosotras

La próxima edición de la Copa del América se va a celebrar en un ambiente de crisis de lo más tristón. Quizás por eso está pasando tan desapercibida, tanto que hasta da más pena que Karmele Marchante llorando porque la han echado de Eurovisión.
Pero no es esa la única razón. Las prisas son malas compañeras y la precipitación con la que se ha convocado todo esto, después de tres años dándose de leches en los juzgados de medio mundo –se han gastado más de 15 millones de euros en abogados-, nos ha privado de la emoción de la espera. Ya se sabe que “val mes la vespra que la festa” y lo mejor de la edición fueron los preparativos y la expectación de un evento que los valencianos percibimos entonces como nuestra tarjeta de presentación al mundo del glamour. Ahora, con las prisas, no ha habido preparativos, ni expectación, ni res de res.
Además, esta edición los patrocinadores brillan por su ausencia. Y precisamente son los patrocinadores, -bancos, grandes firmas de lujo como Vuitton, Prada…- las que organizaron aquellas fiestas inolvidables. Pero estas firmas trabajan con presupuestos de un año por adelantado y más aún con cantidades como las que se invierten en estos eventos. Vamos, que una firma no suelta seis o siete millones de una semana a otra ni organiza en tan poco tiempo invitaciones, agendas, desplazamientos, avión, estrategia de marca…Eso sin contar que las grandes marcas están despidiendo gente y no es el mejor momento para hacer ostentación. Y lo que es aún peor, con los tiempos que corren los gastos innecesarios se perciben como una provocación y se pueden volver en contra de la firma.
Por si fuera poco, no hay que olvidarse de las fechas en las que se van a celebrar las regatas: entre el ocho y el 12 de febrero, a ver quién es la guapa que se acicala con sus mejores galas para hacerse a la mar en esas fechas. Eso suponiendo que una sepa qué ponerse, que no es plan de enfundarse en un abrigo de pieles y unas botas de Prada para meterte en un velero y que por una de aquellas un golpe de mar te empape de arriba abajo y salgas de allí maldiciendo al mar, a las regatas, a Bertarelli y a la leche que les dieron a todos juntos.
Hija, además es que esta vez las regatas se celebran a 30 millas de la costa nada menos, a mitad camino entre Valencia e Ibiza. Y me dice mi amigo Luís Gascó, que sabe un rato de la Copa América, que los catamaranes alcanzan tanta velocidad que es imposible seguirlos desde otros barcos, como se hizo la edición anterior, cuando buscabas un amigo con barco para hacer el paripé de que veías la regata, cuando lo que importaba era tomar una copa de Moët y picotear un catering fino, mientras te sentías por un día digna amiga de Cristina Onasis. Pero ahora ni tan siquiera hay competición previa porque es un duelo entre dos…
A pesar de todo esto, si alguna se decide a ir, le aconsejo un paseo por la calle Ciscar o por la tienda del BMW Oracle en el Puerto. Y que allí se compre una cazadora Slam, que además llevarla el Príncipe Felipe y de causar furor entre los quinceañeros, tiene un tejido técnico especial para regatistas. La ropa oficial del Alinghi es de la marca suiza Oldo, conocida por los esquiadores. En España sólo tiene tienda en Barcelona y ahora en la base de Alinghi con los colores suizos. La última edición era de la firma North Sails, que llegó a abrir tienda en Poeta Querol, pero de aquello no queda ni rastro, como tampoco de la tienda que abrió Vuitton en el Veles e Vents.
Total, que la próxima la Copa América se va a quedar para los aficionados a las regatas. Nosotras, que somos más de las fiestas y saraos que hay alrededor, nos quedamos a dos velas. El único morbo es ver si el interesante Russell Coutts, que compite con el BMW-Oracle, conseguirá ganar a Bertarelli, teniendo en cuenta que en la edición anterior iban en el mismo equipo, se enfadaron, el suizo le despidió y ahora Coutts ha jurado venganza y se ha ido con el rival americano. Eso y ver si Rita Barberá se pone una cazadora Slam para ver la regata.

miércoles, 20 de enero de 2010

Cualquier tiempo pasado fue mejor

Uff, qué mes de enero más aburrido. Ni una sola fiesta, ni una invitación, ni un estreno de cine con estrellas internacionales, ni tan siquiera un cóctel para venderte joyas, de esos que abundaban el mes pasado. Definitivamente, la crisis es un asco. Las únicas tiendas que inauguran son de zapatos a 3 euros -¡qué fuerte!- y hasta la Copa América, que en un tiempo nos hizo creer que Valencia estaba a la altura de Saint Tropez, se ha quedado en una regata ajena a la ciudad, que sólo entienden los participantes
Y para ahondar en ese sentimiento nostálgico de que cualquier tiempo pasado fue mejor, el Casino Monte Picayo ha editado un libro para celebrar que ha cumplido los 30. Uno de esos libros que sirven para adornar las estanterías de las casas donde no se lee, porque sólo se ojean las fotos, vamos como Hola pero en libro. Mirando y mirando llegas a un capítulo titulado “La montaña del encuentro de la jet set” que cuenta cómo durante los años 80, el Casino fue centro de la vida social valenciana; y es entonces cuando la nostalgia te abate.
Cuenta el periodista Miguel Angel Pastor que por el Casino desfilaron aristócratas como el duque de Aveiro, que no sé quién es pero seguro que es algún noble importante. También la Condesa de Montarco y la Princesa de Orleans, a ella sí la conozco por ser relaciones públicas de Dior. Y los hijos de la Duquesa de Alba, los Terry, los Domecq, los Garrigues y hasta Bertín Osborne, que se pasaba por allí para cantar o para divertirse. Uff, la lista de gente va desde lo más casposo hasta lo más glamouroso de la época: Pilar Franco, Lina Morgan, Paloma Segrelles, Carmen Sevilla y Vicente Patuel, Juanito Navarro, Toni Leblanc, Augusto Algueró, la marquesa de Villaverde, Bibi Andersen antes de ser chica Almodóvar, hasta Mila Giménez, recién separa de Manolo Santana.
Fue la época dorada no sólo del Casino, sino también de la vida social valenciana. Fíjate que hasta venían los famosos de Madrid atraídos por las fiestas que se montaban. El matrimonio Gómez Escardó, los dueños del hotel, contrató a José Luís Fradejas, presentador del programa musical Aplauso -¡qué fuerte!- y José Luís Uribarri, que como buenos relaciones públicas se trajeron a todos los que eran alguien: cantantes, escultores, políticos, futbolistas, escritores y hasta príncipes.
La culminación de todo aquello fueron las denominadas “Noches de Monte Picayo”, unas cenas a 7.000 pesetas el cubierto (un dineral para la época) con espectáculo incluido. Allí actuaron Pedro Ruiz, Rocío Jurado, María Jiménez, María Dolores Pradera, Tip y Coll, Martes y Trece, Mª Carmen y sus muñecos. Cuentan que las mesas situadas cerca del escenario eran para las familias vip de la época, como los Lladró, Sáez Merino o los Boluda-Fos.
Una de las asiduas de aquellas fiestas fue la glamurosa Mayrén Beneyto. Ella explica que lo que hizo el matrimonio Gómez Escardó no se ha vuelto a repetir en Valencia. “Eran unos anfitriones únicos. Consiguieron no sólo que Valencia saliera en la revista Hola, sino dar a conocer la ciudad. Fue una época dorada, la gente más importante pasaba por Monte Picayo. La vida social de aquella época nunca más volvió. Eran unas fiestas únicas, todos los artistas, toreros, familias con títulos, el mundo de la cultura, de la economía… todos recuerdan con muchísimo cariño aquella época, donde todos vestían una ropa estupenda y los famosos venían a las fiestas sin talón previo”.
Mayrén conoce bien aquellas fiestas porque en aquel entonces era directora general de turismo y con ese tipo de fiestas se promocionaba la ciudad en una época, en plena transición, en la que estaba todo por hacer. Después, como Presidenta de Unicef, le dio relumbrón a la famosa Gala de Unicef, que batía records de recaudación.
A más de uno, todo aquello le parece casposo, pero, hija, lo que daría yo por que ahora tuviésemos algo parecido al Casino de entonces, un lugar donde lucir el último modelito Prada, reírte con los amigos, cotillear y tomar una copa de champagne mientras juegas al Black jack; un plan sin duda más divertido y estimulante que las eternas cenas en uno u otro restaurante de las que ahora no hay quien nos saque.

miércoles, 13 de enero de 2010

Las rebajas de los medio-ricos, medio-pobres

Esto de ser clase media es un horror. Eres medio-rica o medio-pobre, según se mire. Y claro, en época de vacas gordas te ves medio-pobre porque todos tienen mucho dinero, y ni te acercas a las tiendas de lujo porque crees que vas a hacer el ridículo con tu bolso de trescientos euros que te ha costado perder el sueño un par de noches antes de decidirte, y otro par de noches después por el cargo de conciencia.
El caso es que cuando llega la crisis, concilias el sueño pensando: “Este es mi año, esas tiendas caras que antes me cohibían, van besar el suelo que piso cuando me vean entrar con mi bolso de trescientos euros, que tiene cinco años, pero que demuestra que en algún momento de mi vida puedo llegar a gastar esa cantidad”. Y allá que te vas, directamente al Plaza del Patriarca, sin pisar si quiera Don Juan de Austria. Llegas, y plafff, la primera en la frente: allí no hay rebajas, tu bolso de trescientos euros sigue siendo un bolsito de chicha y nabo. Miras un escaparate, un mostrador y empiezas a venirte abajo viendo que tu gozo se cae en un pozo, porque tu sueldo de clase media sigue sin dar para comprar el monedero más barato de la tienda. En la zona pija de Valencia, la Plaza del Patriarca y Poeta Querol, los saldos brillan por su ausencia. Bulgari y Hermès pasan completamente de las rebajas, da igual que estemos en crisis o en época de bonanza.
En Vuitton tampoco tienen por costumbre rebajar sus bolsos -¡faltaría más!- y Loewe sólo rebaja los complementos de hace dos temporadas y nunca más del 30 por ciento. Me cuentan que una vez se acercó una señora preguntando por el descuento que tenía el Amazona, que con tanto estilo lleva Doña Leti. La pobre había esperado hasta después de Reyes para ver si por lo menos se ahorraba unos eurines, y la respuesta de la dependienta fue contundente: “Lo siento, pero el Amazona nunca se ha rebajado ni se rebajará”.
Así es que sales de allí y enfilas la calle Salvá con los humos un poco rebajados. Pero todavía eres una consumidora en potencia, una perita en dulce para un montón de tiendas que este año han vendido menos que Versace en una convención de Hermanitas de la Caridad. Entonces decides que tu sitio son las tiendas pijas de multimarca, y allá que te vas con los humos otra vez por las nubes. Y llegas a las tiendas de Cirilo Amorós y adyacentes: allí sí que hay rebajas, pero cuando llevas media tarde dando vueltas te das cuenta de que todavía no has comprado nada, porque lo que te gusta apenas tiene descuento y lo que te gusta de verdad sigue siendo prohibitivo.
Presen Rodríguez comenzó con descuentos del 50% para la venta de Reyes y las tiendas multimarca más fashion, como Chapeau, Patos y Alex Vidal, tienen descuentos del 40 por ciento. Uff, si fuera rica cargaría con media Chapeau, porque hay que ver la de cosas chulas que han quedado de Miu Miu, Prada, Balenciaga, Balmain, Marni…
En Wolf también tienen chollos, sobre todo para las más clásicas. Toda la tienda está al cincuenta por ciento, desde los Tod’s hasta el cashmere de Brunello Cucinelli, las gabardinas de Fay y las camisas y chaquetas de lana de La Martina, super estilosas. Dios mío, no, no puede ser; las rebajas de mi vida y me vuelvo a casa con las manos vacías, cómo explico esto a las vecinas, a las amigas y a mí misma…
Me voy al segmento medio, esas tiendas coquetas donde siempre picoteas algo, El Mundo al revés, Comptoir des Cotonniers, Sandro, Hoss, pero allí los descuentos son bajos, apenas un 30%. En Maje, el único vestido que me gusta no llevaba descuento, ¡ya es mala suerte!
En fin, hay que hacer algo, te paras, te tomas un café y ves a la gente por la calle Colón cargada de bolsas, pero todas tienen una cosa en común… Son de las mismas tiendas en la que has comprado toda la vida, de las mismas en las que comprabas en tiempos de vacas gordas. Y acabas aceptando tu sino, te levantas, pagas el café y te vas a Don Juan de Austria y adyacentes de donde nunca debiste salir.

viernes, 8 de enero de 2010

Una vida sin tiendas, ni es vida ni es nada

Las “tiendadictas” tenemos un problema, vayamos donde vayamos siempre hay algo que comprar y así no hay quien se cure. Como muestra un botón; he pasado la nochevieja perdida en unas montañas de no sé qué provincia, porque a mí todas las zonas de montaña me parecen iguales: comida pesada, baruchos con más hombres que mujeres, ropa de abrigo y un frío que pela. No es como las ciudades, que se diferencian por su zona de tiendas, porque lo demás también son todas más o menos iguales: museos, catedrales, barrios antiguos más o menos empedrados…. Pero no hay dos zonas de tiendas iguales, no para una “tiendadicta”: las hay con Prada y sin Prada, esa una de las primeras diferencias, con Loewe o sin él, con una buena peluquería o sin ella…
Bueno el caso es que pensaba curarme un poco en mi retiro montañero. Llegué a un hotel rural hipermegagüay, decorado como una casa de campo inglesa, y me pasé un par de día pensando en cómo sería mi vida allí: me montaba un hotel con encanto y me dedicaba a ir dejando pasar los días siempre con los mismos pantalones de pana y la misma chaqueta polar con unas botas más o menos monas. Y estaba que no me encontraba hasta que una noche me quedo hablando con el dueño del hotel, y ¿qué me cuenta?, que no puede más, que está harto de vivir allí alejado de la vida, de los cines, de los bares y sobre todo de las tiendas; toma castaña, dije yo, mi gozo en un pozo. Adiós a mi alternativa de vida.
Así es que tiré la toalla y acepté que la vida sin tiendas ni es vida ni es nada, y me pasé el resto de las vacaciones viendo vaquitas por la ventana, mientras en la pantalla del ordenador escogía el destino de lo poco que queda de mi paga extra: un reloj, unas botas de montar de Gucci, un bolso de Miu Miu…
Para consolarme, llamé a unas amigas cuáles iban a ser sus compras para las rebajas y así no sentirme tan deprimida entre montañas y vacas, y sin una sola tienda de Prada en cien kilómetros a la redonda.
Menos mal que pude hablar con Nancy Tarrasó, que es una experta en tendencias y además tiene un blog de moda y diseño super chulo, cosasquehacenbum.blogspot.com. Nancy me contó que había fichado un abrigo tres cuartos de print de leopardo de Sandro y unas botas rockeras de la misma tienda, además de otro abrigo de Bimba y Lola, de pelo verde oscuro imitando al astracán.
Depués llame a Lucía Benavente, periodista de moda de la revista Tendencias. Cuéntame, por favor, qué te vas a comprar en rebajas. Lucía reconoce que siempre ha sido muy caótica a la hora de comprar, “pero –me dijo- después de acumular cantidades ingentes de ropa que nunca me pongo, he decidido ordenarme. Durante esta temporada he ido seleccionando lo que necesito, como un vestido negro de Maje, un abrigo de tweed, una chaqueta de Sandro, bailarinas, camisetas...
Para terminar de levantar el ánimo llamé a Natalia, una de las chicas de Chapeau, y me estuvo contando qué les ha quedado en la tienda para rebajas. Afortunadamente, todavía quedan algunos Gucci modelo New Jackie, el clásico que llevaba Jackie Onassis, ¡qué estilosa!, de piel en forma de góndola, pero actualizado con flecos. Lo tienen en negro, marrón y gris y vienen parecidos para el verano. También quedan bolsos de Lanvin con la piel guateada estilo Chanel, super elegantes, y alguno de Miu Miu con tachuelas, que además vendrán la próxima temporada muy parecidos. Vamos, que comprarlo en rebajas será una inversión. Por no hablar de los clásicos Balenciaga…¡uff, qué chulos!
Precisamente en Chapeau es donde me dijo Marta Vilar, de la revista http://www.lamarquesa.es/, que iba a empezar su shopping de rebajas. Marta tiene un gusto exquisito y ha fichado unos botines de Gianvitto Rossi; luego me contó que pasaría por Trafaluc a por unos vaqueros skinny un camisetas boyfriend y después compraría un tabardo marinero de Paul & Joe en Patos y un vestido negro de twenty&twelve en Gran Vía Veinte. Después de hablar con ellas, me siento menos incomprendida y estoy deseando volver a Valencia para las rebajas. Una vida sin tiendas, ni es vida ni es nada.