Se acaba el verano. Habrá que volver a casa, al trabajo, a
los uniformes del colegio, a la dieta; ¡uf!, la dieta, ¡qué horror! El verano
nos ha regalado un par de tallas de más y ahora hay que quitárselas a toda
prisa para volverlas a recuperar en Navidad y luego vuelta a empezar. No es
justo que el peso se gane kilo a kilo y se pierda gramo a gramo: te descuidas
un mes, subes a la báscula y ¡zas!, tres kilos más; luego estás otro mes
comiendo lechuga, subes a la báscula y quieres morirte, sólo has perdido
ochocientos gramos.
En fin, todavía queda
una semana. Hay que aprovechar, comamos, durmamos y bebamos como si el mundo
fuese a acabarse, que ya habrá tiempo de sufrir. Claro que hay una alternativa
a la dieta y echarse el mundo por montera y abandonar este encorsetado canon de
belleza que nos está amargando la vida. Hagámonos fans de Caritina Goyanes (www.telva.com/blogs). Eso sí que sería
una revolución y no la pantomima de Juan Manuel Sánchez Gordillo. Caritina es
hija de Cari Lapique y hermana de Carla, la ex novia de Fran Ribera Ordóñez.
Utiliza la talla 46 por lo menos y es más feliz que un regaliz. Las chicas de
Telva la han fichado para que haga un blog sobre cómo ser estilosa con una
talla más allá de la treinta y ocho… Me encanta, me encanta, encanta.
El verano no es nada sin ciertas dosis de lujuria: cerveza,
calamares a la romana y gintonics con cosas extravagantes, empezamos con las
gotitas de fresa y al paso que vamos acabaremos poniéndole astillas de tronco
de palmera para darle un aroma a oasis sahariano. A ver si Quique Dacosta, que
es un genio en esto de hacernos comer sensaciones, inventa el gintonic
definitivo y acaba con esta escalada de insensateces.
Quique estuvo el viernes en la II Muestra de Enoturismo y
Gastronomía –Dolia- en el auditorio de Teulada, por cierto, qué auditorio, si
alguien lo comprase a buen precio solucionábamos el problema de la deuda
española y de la griega. Una maravilla, premio de arquitectura en Chicago por
su diseño y por lo bien que se ha integrado en el entorno.
Allí, Quique nos enseñó, entre otras cosas, cómo podemos
comernos la humedad de una mañana de invierno en Denia en un plato que ha
llamado “bruma” o cómo se pueden convertir las rocas de la playa en un postre
de panettone, chocolate y caramelo. Un crack, este chico, que pone en su sitio
a esos pesados maridos que van por la vida de cocinitas y que lo único que
saben hacer es gastarse una fortuna en el mercado, dejar la cocina hecha un
desastre y preparar un arrocito más o menos pastoso.
Dice Quique Dacosta que para conocer un lugar tienes que
comer los productos de su tierra. Pues ale, chicas, nos queda una semana para
atiborrarnos de coques de esgarraet, arroz a la marinera, pastissets de boniato
y bizcocho casero del mercado de Xàbia (recomiendo el de la Señora Pilar,
entrando a mano izquierda, pero cuidado con su hijo que en cuanto te descuidas
sale de la trastienda y te vende medio horno) y de postre vino moscatel de
Teulada. El viernes presentaron una edición especial del Pitágora, un moscatel
de aguja que es una maravilla para el paladar por cuatro euros de nada.
Total, chicas, qué más da tres kilos más que tres kilos
menos, si decidimos sumarnos todas a la revolución Caritina y presentarnos este
invierno en el Mercado de Colón con diez kilos más cada una para enseñarle a
Sánchez Gordillo lo que es una revolución de verdad y acabar con la tiranía de
los diseñadores.