¡Como disfruté la otra tarde en el taller de
Marta de Diego! Quedamos para hablar sobre su último desfile en
Dallas, donde varios de sus trajes se subastaron a beneficio de una organización benéfica, en una cena de gala con la alta sociedad norteamericana, y acabamos hablando de moda durante horas: de los grandes diseñadores del siglo pasado, de tendencias, de telas, de bordados, de anticuarios, ¡hasta de la Pasarela del Carmen!… Y todavía nos faltó tiempo. Es un gusto charlar con esta mujer porque se nota que disfruta con su trabajo, es perfeccionista hasta el extremo y entiende la costura como lo hacía Balenciaga, cuando decía aquello de: “
el modisto debe ser arquitecto para saber cortar, escultor para dar forma, pintor para escoger los colores, músico para encontrar las armonías y filósofo para crear estilo”. ¡Ay, qué tiempos!
Cuando la moda se entiende así, deja de ser frívola. Para Marta de Diego, es una forma de entender la vida: “
Me hiere lo desproporcionado, en todo los aspectos; soy muy esteta, siempre busco el equilibrio”. Ese modo de concebir la moda como en la época dorada de la alta costura, se nota hasta en su estudio de la plaza Porta de la Mar al que se acaba de trasladar, uno de esos pisos antiguos de techos altos con enormes ventanales, un coqueto mirador y un montón de luz natural. “
Aquí me jubilo”, dice Marta. Y no me extraña, porque es perfecto, como si retrocedieras en el tiempo a uno de esos elegantes salones del París de los años cincuenta.
Las mujeres de ahora no tenemos tanto tiempo ni dinero como aquellas señoras burguesas y ociosas, pero según Marta, nadie debería privarnos del placer de tener un vestido a medida, con todas las exigencias de la alta costura. Una pieza así es casi una obra de arte. “
Un escote tiene que quedar perfecto -dice Marta
- y fíjate en las costuras de este abrigo, todo a mano, minuciosamente acabado”. Nada que ver con la confección industrial. “
Mira este vestido que llevó la hija de Carlos Pascual, lo tengo aquí por que hay que hacerle un pequeño arreglo, fíjate en la estructura del cuerpo y la delicadeza de la falda. No pasa desapercibido”. Y es que para Marta ser invisible es lo peor. “
No soporto las estridencias, pero me gusta que la mujer sea sexy, elegante y sensual”.
Pero bueno, habíamos venido a hablar de Dallas, ¿no? “
Te cuento –dice Marta-,
todo estaba previsto para desfilar junto a otros valencianos, como Alex Vidal y Dolores Cortés, en un proyecto respaldado por la administración; en el último momento, con el nuevo Consell, el proyecto se desechó, pero yo me puse en contacto con la Cónsul española en Dallas, Janet Kafka, le dije que si quería yo estaba dispuesta a seguir por mi cuenta y riesgo. Me dijo que adelante y así fue como aterricé en Dallas con cuatro vestidos de alta costura, uno de ellos confeccionado con una seda espléndida de Rafael Catalá bordada a mano en cristal guinda y oro, sobre un cuerpo de terciopelo chiffon tabaco oscuro. El vestido gustó tanto que decidieron cederlo al Museo Meadows, donde compartirá espacio con una exposición de 70 modelos de Balenciaga, además de 20 modelos de modistos que trabajaron inspirados por el maestro español: Oscar de la Renta, Ungaro, Givenchy y André Courrèges. ¿Qué más se puede pedir? -dice Marta.
Marta cree que la alta costura es un valor en alza -¡no se puede ir a la
ópera como va vestida la gente!, dice- y que Valencia podría capitalizar un proyecto de pasarela de alta costura, con gente como
Ladrón de Guevara,
Basaldúa o
Lorenzo Caprile. “Hay que recuperar la exquisitez, la esencia de la moda, los cimientos sobre los que creció la industria actual”