lunes, 26 de agosto de 2013

Sólo sabemos que nada sabemos

En el chiringuito xabiense de moda, el Montgo di Bongo, servidora y un grupo de amigas tuvimos una discusión propia de un grupo de atenienses en la época socrática. Queríamos averiguar qué le está fallando al verano, por qué está tan soso. No es que no haya fiestas, que haberlas haylas, pero hay datos objetivos que corroboran nuestra tesis: menos barcos en las calas, para regocijo de la gente de Xabia de toda la vida; menos problema para reservar mesa en los restaurantes, excepto en Cala Bandida que este año es el no va más; menos whatsapps proponiendo planes. Y allí, gin tonic va, gin tonic viene, empezamos a filosofar: ¿será la crisis?, ¿será que nos hacemos mayores?, ¿será que todo el mundo está un poco plof?, ¿será sólo una casualidad de este verano?, ¿será que no será nada?.
La tarde avanza, los gin tonics se agotan, y hay que empezar a volver a casa porque esta noche (ayer) hay una fiesta en Casa Santonja, en Beniarbeig, y es sabido que allí estará “todo Javea”, osea que hay que ponerse monísimas de la muerte. Este año la fiesta la organiza Carlos Gadea, de los Gadea de toda la vida, emparentados con los Santonja de toda la vida y propietarios de una de las mejores casas la zona; esa con palmeras y una torreta que queda al lado de poniente de la A-7 y que cada vez que pasas piensas: ¡jo pe!, ¿por qué no seré yo la biznieta del señor Santonja, aquel que trajo la luz a Denia, y así ahora sería la dueña de esa casa?. Luego giras la cabeza y ves a tu marido conduciendo y piensas: bueno, tampoco está tan mal nuestro apartamentito alquilado de sesenta metros con tres habitaciones como tres hermosas cajas de cerillas.
Pero nosotras seguimos allí, en el Montgo di Bongo, buscando respuestas. Sólo sabemos, que nada sabemos, quizás todo sea sólo un producto de nuestra imaginación y este verano esté siendo igual de animado que el resto y nosotras estemos buscando una respuestas a una pregunta absurda: pensamos, luego existimos..., ¡Camarero, tráiganos el último gin tonic!
Se hace el silencio. De pronto, una dice: “¡Nos faltan las oligarquías!”. Silencio, la miramos todas, ¿qué ha dicho?, no se sabe, pero da igual lo importante es que da para seguir filosofando media hora más. Que se chinchen los maridos, desconectamos los móviles y vamos a analizar la idea con el rigor que merece.
Sí, el caso es que en Valencia no hay famoseo del corazón y es sabido que a una fiesta le da empaque que aparezca por allí alguien que de vez en cuando aparece los medios de comunicación. Como por aquí no viene la Duquesa de Alba, Kate Moss, Ana Obregón ni ningunon de los tropocientos hijos de Isabel Presley, nuestro famoseo se reduce a la oligarquía local compuesta fundamentalmente por políticos, conselleres, empresarios y algún que otro apellido burgués siempre vinculado a la pomada política. El problema es que todos ellos están agazapados en sus casas: unos porque están imputados en algo, otros porque pueden estarlo, otros porque son amigos de uno que lo está, otros porque alguien les ha dicho que quizás algún día lo estén. El caso es que todos han decidido desaparecer de la escena pública veraniega. Si por alguna de aquellas, hay por ahí alguno que esté tranquilo, también ha decidido pasar desapercibido no vaya a ser que le acusen de insolidario, o lo que es peor, que en plena juerga alguien se les acerque con cara de cabreo y les exija el pago de las facturas que guardan en el cajón desde hace dos años.
¡Eureka!, lo hemos encontrado. Podríamos escribir un ensayo: “De como el descrédito de la clase política arruina la vida social de un pueblo.” Habrá una segunda parte, “De cómo reemplazar a esa oligarquía que se aferra cual lapa a su posición”, claro que eso da para mucha, mucha, filosofía. Tendremos que quedar otro día, que nos tenemos que ir a Beniarbeig a cenar el catering que nos ha preparado Paula y Bárbara Jiménez de la Iglesia. Allí van a estar, entre otros,  Bego Blanes y Javier López, Pablos Landecho, María Cosín, Chimo Iborra, Begoña Calomarde, Patricia Montoro y Manolo Peris, Fernando Trenor y Gema Calatrava, César Villalonga, Cuca Gadea y Rafa Montañés y Javier Torrubia y María José de la Huerta. Y así hasta trescientos cuarenta invitados de gente de Valencia y Alicante.

Quizás mañana nos olvidemos del ensayo, al fin y al cabo: ¡qué demonios, siempre habrá una razón para correrse una juerga!

lunes, 19 de agosto de 2013

Volvió la vida a La Hacienda

Vas en el coche con tus hijos adolescentes. Ellos se han aprovechado de que tú estás pensando en tus cosas para elegir la música. Ya es la quinta canción de electro latino que te tragas, con sus letras calentorras y su ritmo machacón: entre rapero y bakaladero duro. Te acuerdas de hace treinta años, cuando eras tú la que ponías a U2 o a los Simple Minds y tu madre te decía que ya estaba harta de oir a aquellos perros ladrando y ponía una cinta de Julio Iglesias o de Camilo Sexto. Tú entonces prometiste que a tí nunca te pasaría eso, que tú evolucionarías con tu tiempo y sabrías conectar con la música de tus hijos. Pero, ¡jo pe!, es que no hay quien aguante esta tortura, todas las canciones te suenan igual, con sus letras irreverentes y sus ritmos más o menos raperos. Llega la siguiente, y ya desistes, cambias la emisora y tu hija salta como trueno: “¡No!, no me quites esta que es buenísima”, callas y le das otra oportunidad, pero suena más de lo mismo. No hay quien lo aguante, tienes que admitirlo, eres una réplica de tu madre... ¡Vale, de acuerdo, lo admito soy una carca como mi madre, pero, por el amor de Dios, quitad a este Juan Magán de una puñetera vez!
Menos mal que siguen ahí las fiestas remember, que sirven para recordarte que no estás sola, que toda tu generación está como tú, ahíta del chunta-chunta latino y manteniendo las ganas de darle un meneo a nuestras todavía ágiles caderas. Esas fiestas tienen un chute de autoafirmación, la constatación de que seguimos ahí, de que nuestros todavía esbeltos tobillos son capaces de aguantar un par de saltos (no muchos más) cuando pinchan Don't You.
El viernes, buena parte de los desidiosos padres que veranean en Xàbia se corrieron una juerga a la vieja usanza en La Hacienda: la mítica discoteca que lleva ahí, en la carretera entre Xàbia y Denia, más de treinta años y que conoció las glorias de nuestro tiempo. Ahora está de capa caída por los vaivenes de las modas y porque somos más sensatos y preferimos ir a sitios en los que no tengamos que conducir para volver a casa, así podemos bebernos hasta el agua de los floreros. La fiesta la montó, por tercer año consecutivo, Caco Monsell, un histórico de la noche valenciana, con Menchu Roldán y Cristina Griñón. Caco la bautizaró como “satisfaction” en honor a los Rolling. No deja de ser una réplica de la que monta Pacha en Ibiza con el nombre de  flower-power con música de los sesenta y setenta. Pero hay una diferencia, en Ibiza hay más famoseo de photocall y gente de allende fronteras, y la de Xàbia, como todo lo que pasa por aquí, es mucho más local. Además, dice Monsell que hay otra diferencia: a la fiesta de Pachá va gente de la edad de nuestros hijos, a veces acompañando a sus padres, cosa que aquí no pasa. Claro, que no sé qué deciros, porque no me acabo de ver yo en una discoteca con mis hijos: hay cosas que es mejor no ver, y fráncamente ver a mi niña tonteando con un chaval de pantalones caídos, que enseña los gallumbos por la cintura, es un sufrimiento que me puedo ahorrar. Claro que el de los gallumbos bien podría ser mi hijo que mira que le ha dicho su padre veces que se suba el pantalón, pero el tío como quien oye llover, y en casa ya hemos desisitido. Y puestos a ahorrar sufrimientos, tampoco tiene porqué la niña ver a su padre haciendo el macarra simulando que toca la guitarra al ritmo de Sunday Bloody Sunday

Los Djs de la fiesta satisfaction no sólo pincharon U2, Depeche Mode o Simple Minds, también grupos de los setenta como los Doors, Janis Joplin o Nancy Sinatra, hasta acabar con los éxitos de Mecano.

lunes, 12 de agosto de 2013

Terapias veraniegas

Andaba yo más aburrida que un paparazzi en el Vaticano, hartándome a saltarme la dieta y pensando en lo soso y apagado que está el verano, cuando sonó el pitido que utiliza mi móvil para anunciar la entrada de un mail. Tirada en la tumbona, cambié el trozo de panquemado de mano y cogí el móvil de mi capazo ibicenco. De pronto leo que la Clínica Sha Wellnes recomienda como tratamiento estrella para este verano la hidrocolonterapia. No es cosa baladí, porque los tratamientos de Sha Wellnes son una referencia en medio mundo. Mi conciencia, cargada de culpa, respondió obligándome a seguir leyendo: “venga bonita, haz caso que te estás poniendo echa una foca”. Así es que seguí leyendo y, uff, me quedé muerta, resulta que el tratamiento consiste en meterte veinte litros de agua por donde la espalda pierde su honesto nombre. ¡Dios mío, más cargo de conciencia!, mientras yo me entrego al placer mundano de la gula, hay gente por ahí que hace esas cosas en verano y claro, a ver luego quién compite con ellas a la hora de ponerse unos vaqueros el próximo otoño.
Al final me acabé el panquemado y para rematarlo me tomé un gintonic. Pero desde entonces no me lo quito de la cabeza, habrá que probarlo porque dicen que desde la primera aplicación se obtiene “una notable sensación de bienestar y ligereza orgánica”, y a partir de la tercera sesión debes de sentirte como en el Nirvana. Para más inri, dicen que al eliminar toxinas se rejuvenece la piel..., vamos que eso de la hidrocolonterapia es la repera.
Por si alguna se siente tentada, Sha Wellnes está El Albir, cerca de Benidorm y es uno de esos hoteles que hay en La Marina que echan por tierra el mito de que la Comunidad Valenciana sólo cultiva el turismo de chanclas y litronas. Es junto con Villa Gadea, Altea Hills, Montíboli y Asia Gardens, de lo mejorcito que hay en hoteles de ocio en toda Europa.
Lo que cuesta entender es por qué teniendo hoteles como esos y el trozo de costa más espectacular de la costa peninsular Mediterránea nuestros veranos anden tan escasos de famoseo y realeza. Quizás nos falte marketing, quizás nos falten alcaldes que se preocupen más de atraer a famosos del mundo de la prensa rosa, de esos que llenan portadas de periódicos, que a hacer PAIs y edificios que cabreen a los ecologistas de Greenpace.
Claro que para disfrutar esto como Dios manda lo suyo es hacerlo navegando. Hay que tener un barco o amigo que lo tenga y dedicar el día a perderse entre Xàbia y Moraira. Además, tal y como están poniéndose las cosas con Gibraltar, nos vendrá bien a todas familiarizarnos con las artes naúticas, no sea cosa que tengamos que ir al Peñon a echar un mano. Ya me veo organizando una flota de barcos salidos del puerto de Xabia rumbo a las aguas de Gibraltar a plantarle cara a esos británicos estirados: iríamos nosotras en la proa, armadas con nuestras gafas de sol de Moscot, nuetros pareos kikoy y nuestros bikines de Dolores Cortes. Y nos plantábamos allí, frente a la Roca desafiando a los soldados de la Royal Navy, con nuestras miradas coquetonas en plan: “venga guapo, atrévete a hacernos algo”. Como la flota saldría de Xabia, podríamos llamarla la Osea, así el titular podría ser “la Royal Navy se rinde ante la Osea”.

Coñas aparte, el verano se presenta tranquilo. Fernando Aliño llenó su fiesta de bienvenida del veranos xabiense en La Hacienda. Las hermanas De Miguel también dieron la suya en su casa del centro histórico de Xabia. Esta semana hay poco más, la que viene puede que vuelva a animarse. Mientras tanto no hay más que recurrir al plan de siempre: vida familiar en la piscina o en la playa por la mañana, desidia por la tarde y unas copitas por la noche. De madrugada, en ayunas, la que se anime, ya sabe: veinte litros de agua por ahí y como si no hubiera pasado nada.