Andaba yo más aburrida que un paparazzi en el Vaticano,
hartándome a saltarme la dieta y pensando en lo soso y apagado que está el
verano, cuando sonó el pitido que utiliza mi móvil para anunciar la entrada de
un mail. Tirada en la tumbona, cambié el trozo de panquemado de mano y cogí el
móvil de mi capazo ibicenco. De pronto leo que la Clínica Sha Wellnes recomienda como tratamiento estrella para este verano la hidrocolonterapia. No
es cosa baladí, porque los tratamientos de Sha Wellnes son una referencia en
medio mundo. Mi conciencia, cargada de culpa, respondió obligándome a seguir
leyendo: “venga bonita, haz caso que te estás poniendo echa una foca”. Así es
que seguí leyendo y, uff, me quedé muerta, resulta que el tratamiento consiste
en meterte veinte litros de agua por donde la espalda pierde su honesto nombre.
¡Dios mío, más cargo de conciencia!, mientras yo me entrego al placer mundano
de la gula, hay gente por ahí que hace esas cosas en verano y claro, a ver
luego quién compite con ellas a la hora de ponerse unos vaqueros el próximo
otoño.
Al final me acabé el panquemado y para rematarlo me tomé un
gintonic. Pero desde entonces no me lo quito de la cabeza, habrá que probarlo
porque dicen que desde la primera aplicación se obtiene “una notable sensación
de bienestar y ligereza orgánica”, y a partir de la tercera sesión debes de
sentirte como en el Nirvana. Para más inri, dicen que al eliminar toxinas se
rejuvenece la piel..., vamos que eso de la hidrocolonterapia es la repera.
Por si alguna se siente tentada, Sha Wellnes está El Albir,
cerca de Benidorm y es uno de esos hoteles que hay en La Marina que echan por
tierra el mito de que la Comunidad Valenciana sólo cultiva el turismo de
chanclas y litronas. Es junto con Villa Gadea, Altea Hills, Montíboli y Asia
Gardens, de lo mejorcito que hay en hoteles de ocio en toda Europa.
Lo que cuesta entender es por qué teniendo hoteles como esos
y el trozo de costa más espectacular de la costa peninsular Mediterránea
nuestros veranos anden tan escasos de famoseo y realeza. Quizás nos falte
marketing, quizás nos falten alcaldes que se preocupen más de atraer a famosos
del mundo de la prensa rosa, de esos que llenan portadas de periódicos, que a
hacer PAIs y edificios que cabreen a los ecologistas de Greenpace.
Claro que para disfrutar esto como Dios manda lo suyo es
hacerlo navegando. Hay que tener un barco o amigo que lo tenga y dedicar el día
a perderse entre Xàbia y Moraira. Además, tal y como están poniéndose las cosas
con Gibraltar, nos vendrá bien a todas familiarizarnos con las artes naúticas,
no sea cosa que tengamos que ir al Peñon a echar un mano. Ya me veo organizando
una flota de barcos salidos del puerto de Xabia rumbo a las aguas de Gibraltar
a plantarle cara a esos británicos estirados: iríamos nosotras en la proa,
armadas con nuestras gafas de sol de Moscot, nuetros pareos kikoy y nuestros
bikines de Dolores Cortes. Y nos plantábamos allí, frente a la Roca desafiando
a los soldados de la Royal Navy, con nuestras miradas coquetonas en plan:
“venga guapo, atrévete a hacernos algo”. Como la flota saldría de Xabia,
podríamos llamarla la Osea, así el titular podría ser “la Royal Navy se rinde
ante la Osea”.
Coñas aparte, el verano se presenta tranquilo. Fernando
Aliño llenó su fiesta de bienvenida del veranos xabiense en La Hacienda. Las
hermanas De Miguel también dieron la suya en su casa del centro histórico de
Xabia. Esta semana hay poco más, la que viene puede que vuelva a animarse.
Mientras tanto no hay más que recurrir al plan de siempre: vida familiar en la
piscina o en la playa por la mañana, desidia por la tarde y unas copitas por la
noche. De madrugada, en ayunas, la que se anime, ya sabe: veinte litros de agua
por ahí y como si no hubiera pasado nada.
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