
¡Ay, pero qué pesados se están poniendo con los dress code! Hasta hace poco, los códigos de etiqueta en el vestir eran A, B y C (largo, cóctel e informal) y se supone que el anfitrión los recomendaba para ayudarte a elegir vestuario. Pero ahora, con tanto evento y tanta fiesta, el dress code se ha convertido en una competición para ver quien es más creativo. Vamos, que en lugar de ayudar, te complica la vida. Ejemplos recientes: relaxed, glamorous, elegant, urban-chic … ¡Encima en inglés! Como si elegir ropa no fuera ya bastante difícil.
En la fiesta de inauguración de la terraza Brassa de Mar este jueves, en la Patacona, el dress-code era glamorous-fantasy. Lo de glamorous ya lo conocíamos de la fiesta de Prada. Pero el fantasy es nuevo y te deja descolocadísima, además de que se presta a muchas interpretaciones. Así pasó el jueves, que se vio de todo, gente muy bien y gente fatal. Además, con tantos invitados era difícil cotillear. De la comida y la bebida, mejor no hablar. Una, que ya está acostumbrada a estos saraos, tiene por costumbre llegar media hora después de la oficial, que es cuando empieza lo bueno. Así lo hice el jueves, pero me equivoqué. A las 9:30 de la noche, media hora después de la prevista, aquello era un campo de batalla lleno de bandejas y copas vacías. Para mí que la gente tenía ganas de fiesta y desbordaron las previsiones. Habrá que volver un día normal, porque el sitio promete: decoración de Nacho Moscardó, masajes a la luz de la luna y junto al mar, cócteles, comida mediterránea…
Justo antes de la inauguración de Brassa de Mar, la joyería Sofía invitó a una presentación de perlas australianas Kailis, las que anuncia Inés Sastre. Allí, los camareros también tuvieron dificultad en pasar las bandejas, porque la joyería es pequeña. Eso sí, las invitadas iban todas muy elegantes, se nota que son señoras con muchas horas de cóctel que ya saben cómo ir vestidas en cada ocasión. De eso precisamente estuve hablando con las hermanas Fitera. Me encanta hablar con ellas porque siempre tienen puntos de vista muy personales sobre la moda. Por ejemplo, ante la duda de si vestir o no de negro en una comunión, Blanca me respondió que la catetada era vestir siempre de color pastel. Vamos, que según ella, no hay motivo para no llevar un vestidito negro en esta ceremonia. Fue un alivio escucharla, la verdad, porque ya tenía mis dudas…
Total, que entre el lío de los dress-code y la conversación con las hermanas Fitera, me puse a pensar sobre cuándo se puede romper el protocolo, reflexión profunda digna de Carrie Bradshow, todo hay que decirlo. Llegué a la conclusión de que los dress code, como otras normas de protocolo, pueden saltarse cuando ya se tiene cierta experiencia o soltura en la vida social. Romper con lo establecido, vamos, con lo convencional, tiene su riesgo: puedes hacer el ridículo o ser el blanco de las críticas. Pero también seguir la norma a rajatabla, ir de encorsetado por la vida, puede resultar de lo más cateto.
Lo de saltarse las normas, también tiene que ver con la edad, cuando tienes tu propio criterio y puedes atreverte a ir contracorriente, sin perder la educación, claro. Por ejemplo, Rania de Jordania, que se puso de largo en la boda de Doña Leti y el Príncipe y fue un éxito. O aquí, en Valencia, el anfitrión de la fiesta de la Copa América, Ernesto Bertarelli, se vistió de traje cuando en la invitación exigía esmoquin. ¿Esnobismo, ganas de llamar la atención? Yo creo que cuando tienes una personalidad fuerte y estás muy seguro de ti mismo, te puedes saltar la norma. Vamos, que diga lo que diga el tarjetón, tú te vistes como te de la gana.
En la fiesta de inauguración de la terraza Brassa de Mar este jueves, en la Patacona, el dress-code era glamorous-fantasy. Lo de glamorous ya lo conocíamos de la fiesta de Prada. Pero el fantasy es nuevo y te deja descolocadísima, además de que se presta a muchas interpretaciones. Así pasó el jueves, que se vio de todo, gente muy bien y gente fatal. Además, con tantos invitados era difícil cotillear. De la comida y la bebida, mejor no hablar. Una, que ya está acostumbrada a estos saraos, tiene por costumbre llegar media hora después de la oficial, que es cuando empieza lo bueno. Así lo hice el jueves, pero me equivoqué. A las 9:30 de la noche, media hora después de la prevista, aquello era un campo de batalla lleno de bandejas y copas vacías. Para mí que la gente tenía ganas de fiesta y desbordaron las previsiones. Habrá que volver un día normal, porque el sitio promete: decoración de Nacho Moscardó, masajes a la luz de la luna y junto al mar, cócteles, comida mediterránea…
Justo antes de la inauguración de Brassa de Mar, la joyería Sofía invitó a una presentación de perlas australianas Kailis, las que anuncia Inés Sastre. Allí, los camareros también tuvieron dificultad en pasar las bandejas, porque la joyería es pequeña. Eso sí, las invitadas iban todas muy elegantes, se nota que son señoras con muchas horas de cóctel que ya saben cómo ir vestidas en cada ocasión. De eso precisamente estuve hablando con las hermanas Fitera. Me encanta hablar con ellas porque siempre tienen puntos de vista muy personales sobre la moda. Por ejemplo, ante la duda de si vestir o no de negro en una comunión, Blanca me respondió que la catetada era vestir siempre de color pastel. Vamos, que según ella, no hay motivo para no llevar un vestidito negro en esta ceremonia. Fue un alivio escucharla, la verdad, porque ya tenía mis dudas…
Total, que entre el lío de los dress-code y la conversación con las hermanas Fitera, me puse a pensar sobre cuándo se puede romper el protocolo, reflexión profunda digna de Carrie Bradshow, todo hay que decirlo. Llegué a la conclusión de que los dress code, como otras normas de protocolo, pueden saltarse cuando ya se tiene cierta experiencia o soltura en la vida social. Romper con lo establecido, vamos, con lo convencional, tiene su riesgo: puedes hacer el ridículo o ser el blanco de las críticas. Pero también seguir la norma a rajatabla, ir de encorsetado por la vida, puede resultar de lo más cateto.
Lo de saltarse las normas, también tiene que ver con la edad, cuando tienes tu propio criterio y puedes atreverte a ir contracorriente, sin perder la educación, claro. Por ejemplo, Rania de Jordania, que se puso de largo en la boda de Doña Leti y el Príncipe y fue un éxito. O aquí, en Valencia, el anfitrión de la fiesta de la Copa América, Ernesto Bertarelli, se vistió de traje cuando en la invitación exigía esmoquin. ¿Esnobismo, ganas de llamar la atención? Yo creo que cuando tienes una personalidad fuerte y estás muy seguro de ti mismo, te puedes saltar la norma. Vamos, que diga lo que diga el tarjetón, tú te vistes como te de la gana.