La diferencia entre comprar ropa confeccionada y a medida es muy parecida a la de viajar en chárter o en busines (bisnis, para los guays). En un chárter lo único que quieres es llegar a destino ¡por favor, que termine ya este viaje que no se que hacer con mis rodillas!; Por el contrario, viajar en bussiness es un placer que disfrutas como en un spa: la atención de las azafatas –o azafatos- , película a la carta, cojín de plumas, las piernas en alto ¡qué bien!… En las tiendas de confección industrial, sobre todo del segmento bajo, comprar se parece mucho a un viaje en chárter: colas para entrar en el probador, colas para pagar, espacio mínimo en el probador… la experiencia de compra es como una comida rápida: coges la ropa, te pruebas, pagas y te vas. Está bien para todos los días, pero hay ocasiones que requieren algo especial, un lujo exclusivo, como una cena en un restaurante cinco estrellas, un viaje en business, dormir en el Ritz ¡o un vestido a medida!
Pensaba esto el otro día cuando entré en la tienda del modisto Enrique Lodares para hablar sobre su último desfile en el teatro Olympia. Se nota que no es una tienda de “ropa rápida”. Nada de música estridente, para que compres deprisa y te vayas cuanto antes ¡qué estrés!; aquí el tiempo es pausado, para saborearlo todo con calma. El propio Lodares te recibe como si estuviera en su casa y te invita a pasar a una sala para hablar. En la costura a medida, hablar es importante. El modisto tiene que conocerte, descubrir que colores van mejor con tu piel, saber algo de tu personalidad. Con él tienes que hablar como si fuera un amigo. A él le puedes confesar que quieres un modelito para volver loco a tu chico, para ser la más de la fiesta o para dejar boquiabierta a tu peor enemiga ¡qué momento!
La costura a medida exige que confíes en el modisto porque no puedes ver ni tocar el vestido, que sólo está en su cabeza. Si eliges vestirte de Lodares, nada de llevar la revista del corazón de turno y pedirle que copie el vestido de fulanita de tal ¡eso jamás! Al contrario, tienes que ponerte en sus manos y confiar que va a sacar lo mejor de ti misma, que te dará la seguridad que te falta o te convertirá en el centro de todas las miradas, si es lo que quieres, claro… Hay en Lodares un plus y es que le gusta vestir a señoras hechas y derechas. “Las niñitas me hacen gracia –dice-, pero ellas lo tienen más fácil, se pueden poner cualquier cosa. Es mucho más agradecido vestir a una señora con características físicas difíciles. Yo intento personalizar la costura, no tratar de que las clientas se metan en mi colección sino que la mujer esté por encima de la ropa, resaltar lo bueno y disimular lo demás”.
Pensaba esto el otro día cuando entré en la tienda del modisto Enrique Lodares para hablar sobre su último desfile en el teatro Olympia. Se nota que no es una tienda de “ropa rápida”. Nada de música estridente, para que compres deprisa y te vayas cuanto antes ¡qué estrés!; aquí el tiempo es pausado, para saborearlo todo con calma. El propio Lodares te recibe como si estuviera en su casa y te invita a pasar a una sala para hablar. En la costura a medida, hablar es importante. El modisto tiene que conocerte, descubrir que colores van mejor con tu piel, saber algo de tu personalidad. Con él tienes que hablar como si fuera un amigo. A él le puedes confesar que quieres un modelito para volver loco a tu chico, para ser la más de la fiesta o para dejar boquiabierta a tu peor enemiga ¡qué momento!
La costura a medida exige que confíes en el modisto porque no puedes ver ni tocar el vestido, que sólo está en su cabeza. Si eliges vestirte de Lodares, nada de llevar la revista del corazón de turno y pedirle que copie el vestido de fulanita de tal ¡eso jamás! Al contrario, tienes que ponerte en sus manos y confiar que va a sacar lo mejor de ti misma, que te dará la seguridad que te falta o te convertirá en el centro de todas las miradas, si es lo que quieres, claro… Hay en Lodares un plus y es que le gusta vestir a señoras hechas y derechas. “Las niñitas me hacen gracia –dice-, pero ellas lo tienen más fácil, se pueden poner cualquier cosa. Es mucho más agradecido vestir a una señora con características físicas difíciles. Yo intento personalizar la costura, no tratar de que las clientas se metan en mi colección sino que la mujer esté por encima de la ropa, resaltar lo bueno y disimular lo demás”.
Lodares viste a medida pero también tiene otra colección que vende en la tienda y que es precisamente la que presentó en el desfile. Ahora es el momento de verla, porque está toda expuesta y con un poco de suerte hasta él mismo te la puede enseñar. Da gusto escucharle porque es un hombre culto, sabe de arte, de cine, de música… y por supuesto de moda. Es genial oírle hablar sobre telas: gasa, muselina, crêpe, batista, chantilly, guipur, shangtung… ¿no suena a música? El resultado de combinar telas y colores, con la técnica, la creatividad y un punto de locura es la colección que presentó esta semana, más de sesenta modelos con referencias a la época dorada del cine y a la costura de los cincuenta y sesenta, sobre todo Pertegaz y Balenciaga. Si me dan a elegir, me quedo con el conjunto de pitillo de encaje y pedrería con camisola de organza y el vestido largo con falda de gazar de seda. ¡Qué bonitos! Y que pena no tener más de una ocasión especial para lucirlos…