domingo, 25 de enero de 2009

Y de la Semana de la Moda ¡¡¡Qué!!!

Era el día de San Vicente y los sastres y modistas valencianos celebraban su patrón con una procesión cívica, Misa y comida en el Astoria, vamos uno de esos planes en los que estás tres días buscando la excusa perfecta para escaquearte. Pero hete aquí que donde menos te lo esperas salta la liebre, y lo que prometía ser más aburrido que un desfile de Javier Larrainzar acabó convirtiéndose en uno de Prada.

Todo empezó en la comida. Tras la paella de verduras y el postre de chocolate, llegaba el turno de los discursos. Primero habló Valentín Herráiz, Maestro Mayor del Gremio, de lo más elegante con su chaqué gris; luego Silvia Ordiñaga, la Directora General de Comercio, que acudía en representación de su jefa, la Consellera Belén Juste, nombrada Clavariesa del Gremio. Total, que Ordiñaga estaba dando su discurso sobre el buen hacer de los sastres y modistas, el valor de la artesanía y la costura a medida… cuando de repente, en medio del discurso, se oye una voz alta y potente que dice: “Sí, y la Semana de la Moda ¿qué?” Silencio absoluto y caras de tierra trágame.

El osado caballero que alteraba la monótona paz de la sala no era otro que el conocido como “Sastrecillo valiente”, es decir Don Vicente Moret, sastre valenciano de los de toda la vida, que le recordaba a la directora general que ellos, los sastres y la costura, no pueden desfilar en la pasarela. Menos mal que Ordiñaga, mujer con muchas tablas y seductora sonrisa, respondió que claro, que la Consellería iba a trabajar para mejorar la Semana de la Moda de Valencia.

La protesta de Vicente Moret, el Jiménez Losantos de la sastrería valenciana, refleja el enfado de muchos diseñadores de aquí, que no pueden desfilar en la Semana de la Moda porque, según sus organizadores, lo que hacen no es pret-a-porter sino costura a medida. El problema es que más de uno no ve la diferencia entre lo que hace Alex Vidal y lo que hacen, por ejemplo, Presen Rodríguez, Marta de Diego, Juan Andrés Mompó, Enrique Lodares o el mismo Valentín Herráiz, quienes además, visten a lo más granado de la sociedad valenciana.

Y, claro, si Alex es el director de la pasarela, cargo remunerado, por cierto, y encima se reserva la mejor hora para desfilar y las modelos más cotizadas y encima su desfile se emite en directo en Canal 9 y para colmo –dicen los malpensados- se quita de encima a todo aquel que pueda hacerle sombra, Francis Montesinos incluido, pues se entiende que el resto se coja un cabreo de aupa y monte un pollo a la mínima de cambio.

Si ya lo dijo el torero: “lo no puede ser, no puede ser y además es imposible”, y lo que no puede ser es que un museo de Dallas haya expuesto un modelo de Marta de Diego para deleitar a lo más conspicuo de la moda del mundo mundial, y el día en que Valencia pretende mostrar al mundo su moda, ella se quede en casita viendo la telenovela, porque su sitio lo ocupa un joven diseñador ¡de 50 años! que no habrá vendido diez trajes en su vida.

Incidentes aparte, la celebración fue de lo más entrañable. Valentín Herráiz está intentando sacar adelante un gremio valenciano y antiguo donde los haya, ¡tiene 762 años! y su objetivo es recuperar tradiciones como la procesión con teja y mantilla el día del patrón ¡yo me apunto! y recuperar la figura del maestro sastre para que forme a jóvenes aprendices en algo tan nuestro como la sastrería.

Según Herráiz, eso de que todas las señoras, hasta las más humildes, tengan sus buenos pendientes y su buena pieza de seda sólo pasa en Valencia, donde antaño las mujeres compraban el retal y lo bordaban con sus propias manos. Durante la comida también supe que al Presidente Camps le sientan mal las chaquetas porque tiene los hombros caídos, ¡ay, ay, ay!, un defectillo que un sastre corregiría en un plis plas. Y así transcurrió la sobremesa, entre patrones, telas, con la conversación elegante de Juan Andrés Mompó, la retranca de Presen Rodríguez, el sentido del humor de Javier Villajos y la lengua tan afilada como sus tijeras de Vicente Moret, vamos, ¡que estoy esperando que llegue la próxima!

lunes, 19 de enero de 2009

Se acabó el sueño

Esta puñetera crisis de los demonios aburre más que el culebrón de la Pantoja con Julian Muñoz. Con lo bien que funcionaban antes las cosas: ibas al banco, pedías tres, te daban cinco, y ¡ale! a comprar en París, en Madrid o en Cirilo Amorós. Luego pagabas poco a poco y cuando te quedabas sin un duro, volvías al banco pedías otros seis, te daban nueve, pagabas el crédito antiguo… y ¡ale! a las rebajas de Nueva York, no sin antes comprarte en Valencia un modelito para lucir en el avión. No acabo de entender qué es lo que ha cambiado. Mañana, en la Fnac, Leopoldo Abadía presentará su libro “la crisis de los Ninja”, será cuestión de ir a ver si alguien nos aclara por qué no volvemos a hacer lo mismo. Endeudarnos, comprar, volvernos a endeudar y volver a comprar…

Se acabó la fiesta. El caso es que se ha acabado el sueño, como se han acabado las largas noches de lujo, glamour y fiestas. No me extraña que Rita Barberá diga que, si por ella fuera, firmaba hoy mismo para que volviera la Copa América. Por lo menos le daría algo de vidilla a la ciudad, volverían los regatistas bronceados, los patrocinadores con pasta y las fiestas hasta las mil; la gente compraría modelitos para las fiestas, las tiendas volverían a vender, las peluquerías a hacer horas extras, ¡ale botox a tutiplén!, los catering a contratar gente, las agencias y publicistas a trabajar como locos y los ricos de medio mundo a gastarse la pasta en restaurantes, tiendas, hoteles, joyerías…

Directo Valencia-NY. ¡Ay, qué tiempos los de la Copa América! Y encima, precisamente ahora, va y abren el vuelo directo Valencia-NY. ¡Como si la economía estuviera para irse de rebajas a NY! Aunque igual es al revés, y son las pijas de Manhattan las que vienen de shopping a Valencia. No sé, tengo mis dudas. Si aterrizan en Valencia y se encuentran con las mismas tiendas Vuitton, Hermès y Bulgari que en la Quinta Avenida, pero más pequeñas y con menos bolsos, ¿porqué iban a pasar ocho horas en un avión? La respuesta me la dio Alberto Martínez, del estudio Cul de Sac, en la inauguración de la joyería de Trini Gracia: “La mejor forma de que vengan –dijo-, es que la ciudad tenga un carácter diferenciado, así es como vendes un valor añadido; Valencia bulle, crece y debería hacerse presente en el mundo, pero sin perder su identidad”. Los de Cul de Sac conocen bien lo que les gusta a los ricos. Su estudio está en Valencia, pero desde aquí han proyectado tiendas tan vip como las de Lladró en Manhattan y Tiffany en Milán. También es suyo el interiorismo de la joyería Trini Gracia (ahora hay dos joyerías Gracia, la de Trini y la de Vicente Gracia).

A vender trajes de fallera. La interpretación de andar por casa de la teoría de Cul de Sac es que en Valencia hay que vender trajes de fallera a las millonarias de NY. ¿Hay algo más diferenciado que un vestido de fallera con una tela de Rafael Catalá o un aderezo de valenciana? Me imagino a la pija neoyorquina presumiendo de pendientes de valenciana mientras toma el té con sus amigas para recaudar fondos benéficos. Además, con eso de que hasta Miuccia Prada ha sacado pendientes grandes en sus desfiles, los de fallera van a estar más de moda que nunca.

El bolso de Sofía. Hablando de objetos exclusivos y diferenciados, los bolsos que ha diseñado Sofía Coppola para Vuitton no llegarán a Valencia ni a ninguna ciudad española ¡qué desastre! Según Bolola Lana, la jefa de prensa de Vuitton, se trata de una colección cápsula limitadísima!!! He aquí un ejemplo del nuevo lujo del que hablan en Cul de Sac, ediciones super limitadas, sólo aptas para clientas megavip. Vamos, que no lo consigues, ni cogiendo el primer vuelo a NY. No deja de ser un consuelo, porque aunque el bolsito de marras estuviera en Valencia, la economía no está para vuittones…

domingo, 11 de enero de 2009

Funny sex

Quién nos ha visto y quién nos ve. Nosotras, las hijas de aquellas señoras que asistían a reuniones en casas de amigas para comprar ollas, sartenes o los famosos tuppers, que luego enseñaban a sus maridos, nuestros padres, como lo más de lo más en los avances tecnológicos. Ahora somos nosotras las que tomamos el café; pero la vendedora ya no tiene el pelo de color caoba, ni viste falda plisada a la altura de las rodillas, ni tampoco vende tuppers para guardar la paella que sobró el domingo. Ahora la señora lo que nos vende son consoladores en forma de lápiz de labios que se pueden camuflar en el bolso y que, según dicen, más de una ya ha utilizado para matar el aburrimiento en un atasco. ¡Toma castaña!; y los maridos en casa, viendo el fútbol –ellos siguen siendo como sus padres- y creyendo que estamos tomando el té con unas amigas, igual que hacían sus madres.

Sí chicas, sí, los juguetes eróticos ya no son cosa de hombres. Adiós a aquellos antros sórdidos, los sex-shop, a los que jamás se nos hubiese ocurrido entrar a una de nosotras, que al fin y al cabo, seguimos siendo hijas de los colegios de monjas. Ahora el sexo se vende en la Gran Vía Germanías (Play Sex) o en la de Fernando El Católico (Condoms and Co), dos tiendas “hiper-monas”, en las que el sexo se presenta como algo divertido, que nada tiene que ver con la pornografía, ni nada que se le asemeje.

Allí lo que nos venden son perfumes capaces de devolver a la lívido de nuestros hombres aquel esplendor perdido hace siglos o aceites afrodisíacos que hacen maravillas. También hay vibradores con diseño escandinavo que encajan a la perfección dentro de un bolso de Prada o en la guantera de un Cayanne. ¿Os acordáis de aquel capítulo de Sexo en Nueva York en el que la asistenta de Miranda le encontraba un consolador en la mesita de noche, y ella no se sonrojó en ningún momento? Aquella escena, según dicen los responsables de Lelo, que es la firma más chic de este negocio, resume bien lo que ha pasado en los últimos años.

Esas tiendas no tienen nada que ver con los antiguos antros. Play-sex tiene un logotipo chulísimo, está decorada toda en color rosa y antes parece una tienda de Hello Kitty que en una para mayores de 18 años. Una vez dentro, ni rastro de películas pornográficas, sino vibradores sofisticados, aceites de masaje de Shunga y aparatitos con miles de funciones de Fun Factory. Lo mismo pasa en la franquicia Condoms and Co, donde Isabel y Ana intentan normalizar la venta de estos productos eróticos. Todos los artículos están a la visa, no hay nada que esconder.

Aún así, las que tengan reparo en ir a estas tiendas, tienen la opción de las tupper sex que ofrecen en las mismas tiendas. Se necesita una anfitriona que preste su casa y se encargue del café y las pastas o los canapés. La anfitriona es la que llama a sus amigas y se pone en contacto con la asesora. Una vez concertada la cita, llega la asesora con una maleta cargada de productos a tutiplén. Primero empieza por la cosmética erótica, luego pasa a la juguetería, vamos, los vibradores, ¡que dicen que se prueban en la nariz! Finalmente la lencería. Terminada la presentación, se hacen los pedidos, que llegarán a casa de la anfitriona con bolsitas personalizadas.

El negocio promete, porque buena parte de las potenciales asistentes a las Tupper Sex o las tiendas, todavía somos fruto de un tiempo en el que disfrutar del sexo era cosa de fulandrangas, y por muy liberadas que estemos, ya se sabe que quien tuvo retuvo; y no quisiera yo verme en el papelón de Miranda. Pero las jovencitas de ahora, y aún más las que están por venir, no van a tener tanto reparo.

miércoles, 7 de enero de 2009

Ser pija no se lleva

Uff, uff, uff. Acabo de leer en mi blog Malvayrosa un comentario demoledor de uno de mis lectores. Dice lo siguiente:”El lujo y el glamour eran una tendencia en sí mismos y ya han pasado de moda. Todo eso es más del 2000 que del 2010. Ser pija no se lleva nada en absoluto y seguir las tendencias y llevar ropa cara es un símbolo de mal gusto y de falta de imaginación. Términos como trendsetter o coolhunter son totalmente de los noventa y los números de las revistas de moda "especial colecciones" son para perdedoras y gente vacía. Los ídolos del siglo XXI son elegantes por su forma de ser, su inteligencia y su educación y de su aspecto solo se tendrá en cuenta la elegancia de la discreción. La cirugía y los tratamientos estéticos caros no pueden competir contra una madurez digna y sabia. Todo lo demás solo es la pataleta de unos malcriados o el capricho de unos ignorantes. Feliz 2009.”

Si mi lector tiene razón, a esta sección le quedan dos telediarios, la hora del té tiene los días contados y a partir de ahora tendré que escribir sobre la baja Edad Media o el pensamiento kantiano. Tendré que frecuentar bibliotecas en lugar de quioscos de prensa y escucharé lecturas de tesis doctorales, en lugar de ver desfiles de Montesinos. Uff, qué negro veo mi futuro; claro que el de las tiendas pijas todavía lo veo peor. Después de la crisis, sólo faltaba que vestir de firma estuviera mal visto…

Si la profecía de mi lector se cumple, a mí me dejará fría un vestido de Prada o unos taconazos de Louboutin. En un futuro no tan lejano, pasaré por delante del escaparate de Hermès y pensaré, - uff, ese bolso es totalmente un símbolo de mal gusto y de falta de imaginación. Voy a casa a tejer uno de ganchillo que eso sí es personal y barato y discreto. Llegado el caso, sería un alivio para mis bolsillos, eso sí, pero por mucho que lo intento, tengo mis dudas. No soy capaz de imaginarme esa situación.

Fuera bromas, el comentario tiene muuuucha miga. Creo que en el fondo plantea si se puede comprar la elegancia. Y la respuesta es no. Ir vestida de ropa de marca de arriba abajo no te garantiza el estilo ni la elegancia ni la personalidad, ni siquiera el atractivo. Es más, vestir toda de Gucci o de Chloé puede ser síntoma de nueva rica, sobre todo si te plantas lo último de lo último, si pareces un anuncio andante o si te crees a pies juntillas la tontería de las tendencias. Pero en lo que no estoy de acuerdo es en que vestir ropa cara sea síntoma de mal gusto. Sé de muchas mujeres con muchísima personalidad que visten de Prada sin que se note, que interpretan lo que hace cada diseñador a su manera, que llevan vestidos de hace diez años y son elegantes hasta cuando hablan por el móvil, que ya es difícil. Sin ir más lejos, la misma Miuccia Prada encaja perfectamente en la definición de mujer inteligente, educada, discreta y con una personalidad que ya quisieran muchas, y además, no ha pasado por quirófano.

En cuanto a la cirugía estética, pues lo mismo. Hay señoras que se hacen arreglitos imperceptibles y están estupendas, no tratan de parecer quinceañeras, ni se ponen pómulos de manzana, como la Obregón. Tampoco se quedan con la frente congelada como la Preysler o con la mueca extraña de la Baronesa Tyssen. Sólo mejoran el tono la piel o buscan el corte de pelo adecuado y tratan de mantener su cuerpo en forma. Lo que tengo claro es que la elegancia está en la inteligencia. Puedes llevar 6.000 euros puestos en ropa y ser una petarda; y puedes llevar esa misma cantidad de dinero encima y ser la más interesante de la fiesta. No, no creo que el pijoterío haya muerto. ¡Más me vale!