lunes, 27 de diciembre de 2010

Un cachito de Londres en Sorní

Los días de Navidad se prestan a reuniones largas en las que reinan la paz y el amor; pero cuando ya llevas tres días sonriéndole a tu cuñada y a tu suegra, te apetece sentarte a merendar con tus amigas en un sitio agradable, a ser posible fuera de casa para no tener que seguir disimulando tu hastío del turrón y de los polvorones. Y ahí es donde esta querida ciudad nuestra muestra una de sus más flagrantes deficiencias: ¿dónde puñetas puedes ir a merendar con un grupo de amigas? Descartados los bares de toda la vida, con olor a calamares y sillas especialmente diseñadas para que aguantes allí el menor tiempo posible, nos queda el Mercado de Colón y poco más. Eso sí, en el Mercado tienes que encomendarte al Niñito Jesús a ver si entre él y su querida Mamá consiguen que los camareros te atiendan hora y media después de haberte sentado.

Los americanos, que para esto de hacer caja son más listos que el hambre, nos trajeron el Starbucks, pero cuando ya has ido un par de veces, te das cuenta de que ese tampoco es tu sitio; los jovencitos del Erasmus están más cerca de ser tus hijos que de una posible aventura cuarentona. En el otro lado de la balanza, tienes Acuarium, Bimbi y demás, pero eso te recuerda a tus padres y a cuando a los catorce años ibas a pedirles la paga para salir con las amigas.

Menos mal que Laura Gallego ha abierto una cafetería-panadería que es perfecta para quedar a merendar con las amigas después de una tarde de compras. Se llama Belgravia, como el barrio pijo londinense -¡hija, qué ideal!- y allí puedes tomar bollería recién hecha, sándwiches y un café con leche o comer una ensaladita de lo más mona con tus amigas con una copa de vino blanco mientras cotilleas sobre antiguas compañeras de colegio o tomar el té a media tarde, con un camarero que sabe atenderte, sonreírte y servirte el café sin que se derrame una gota.

Laura vivió varios años en Londres en uno de los barrios más pijos de la ciudad, Belgravia. Allí solía desayunar en uno de las cafeterías típicas de la zona. Cuando regresó a Valencia, buscó el equivalente a aquella cafetería-panadería inglesa, pero aquí los bares seguían oliendo a fritanga, las panaderías tenían buena bollería pero no un espacio cómodo donde leer la prensa, y en las caferías monas, como las del Mercado de Colón, a menudo fallaba el servicio o la bollería era industrial.

La vida da muchas vueltas y un buen día Laura tuvo que dejar su puesto de alta dirección en una gran empresa valenciana. Total, que le echó lo que hay que echarle a la vida en las situaciones difíciles e hizo un máster de dirección de empresas. Por aquel entonces conciliaba el sueño dándole vueltas a la idea de montar su propio negocio y eso es lo que hizo. Así es que Belgravia es el fruto de los reveses de la vida y de los sueños de una mujer que no se acoquina cuando las cosas se ponen difíciles.

Su proyecto era montar en el centro de valencia una de esas cafeterías coquetonas y acogedoras que solía frecuentar en Londres. Buscó el local en la zona del ensanche, no podía ser otra, y al final dio con lo que buscaba en un bajo medio abandonado y viejo en la calle Sorní, ocupado por el casal de una falla. Contó con la ayuda del cocinero y anterior propietario del restaurante Sierra Aitana y buscó a la decoradora Verónica Montijano, para que le diese al local un aire inglés de lo más mono.

Otro de los puntazos de Belgravia es el porche, acogedor y resguardado del frío, pero que te permite cotillear la vidilla de la calle Sorní. En el interior, tras la panadería, accedes a la sala del restaurante con grandes ventanales a un patio interior.

Belgravia tenía que dar buen servicio pero sin lujos ostentosos. La mejor bollería bien presentada, tostadas con pan de molde gordito, mantequilla de la mejor, mermelada ecológica, servilletas monas y una carta sin pretensiones pero de muy buena calidad elaborada por Bárbara Amorós, una valenciana licenciada en Le Cordon Blue de París en gastronomía y repostería, chef en reconocidos restaurantes, pasando a Londres y Nueva York.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Los regalos del pasado no siempre fueron mejores

La Navidad se presta a la añoranza que a veces engaña a más de uno haciéndole creer que cualquier tiempo pasado fue mejor. Por ejemplo, la noche de Navidad se presenta el bueno de tu marido con un regalo que le ha costado una pasta y tres semanas de cavilaciones. El pobre hombre lleva años sin acertar y este no ha sido una excepción.

Entonces, en el silencio de la cocina mientra pones el fregaplatos con los restos de la cena, te acuerdas de aquel primer novio que te regaló cualquier chorrada, que nunca te pusiste porque era más fea que los zapatos de Lady Gagá, pero que a ti te colmó de felicidad y hasta de lágrimas de alegría. Del regalo ni te acuerdas, del novio cuanto apenas entre otras cosas porque la última vez que lo viste te pareció un desecho de tienta, y entonces sales de la cocina, ves a tu pepe acabando de recoger la mesa y miras tu regalo -¡qué feo es!- y empiezas a pensar que quizás lo puedas cambiar, total qué más da si tu pepe no se va enterar…

La verdad es que aquel novio, si ahora fuese tu marido, tampoco hubiese acertado, a no ser que por el camino le hubiesen tocado los ciegos y hubiese decido descargar su abultada tarjeta en los alrededores de Poeta Querol, o en alguna de las joyerías que esta semana se han puesto de largo para presentar sus mejores galas.

El martes, Antonio Romero celebró en su tienda de Poeta Querol un cóctel para presentar su nueva colección de joyas. Allí se dejó ver lo más granado de la sociedad: Salvador Vila y Esperanza Pascual, Hortensia Herrero y Juan Roig, Matilde Conesa, Mª Ángeles Fayos, Pilar Vaquez, Pilar Latorre, Amparo Suay, Pilar Debesa, Vicente Moret, Rosa Villar, Marta de Diego, Mª Carmen Molina, Carmen Topete, Mª Teresa Monzonís, Elvira Catalá, el tenista Alex Calatrava y Romina Martínez-Colomer, y no sigo porque me quedo sin espacio para contar la otra fiesta de la semana.

El miércoles fue el joyero Vicente Gracia quien presentó su colección diseñada en colaboración Attila Pereghy (los dos en la foto) uno de los más famosos distribuidores de ópalos, un tipo curioso que se recorre África y Australia buscando las codiciadas piedras.

Los ópalos son unas piedras muy singulares, con unos colores muy intensos que cambian cuando se miran desde distintas direcciones, produciendo un bellísimo juego de colores. Cuentan que los aborígenes australianos podían leer el universo en estas piedras; el maestro de la joyería René Lalique la utilizaba con frecuencia en sus creaciones enmarcadas en la onírica época del Art Nouveau; la reina Victoria de Inglaterra las coleccionaba; y la literatura ha recurrido a ellos como fuente de inspiración y de magia. Desde luego, que interesante resulta siempre lo que organiza Vicente Gracia…

Hasta la joyería se acercaron a ver los ópalos: Paco Roig con su esposa, Paola Dominguín, Pepe Ribes, Alicia de Miguel, Ángel Villanueva, María José Solaz, Valentín Herráiz, Javier Calduch, Paco Jorro, Emilia Segura, Marta Gual, Lola Narváez, Julián Mateo, Amparo Guridi y Mati Guerrero.

No fueron las únicas joyerías en organizar cócteles. Esta semana, es lo que toca. Pero bueno, como a tu pepe no le han tocado los ciegos, lo mejor será cambiar el regalo y llevártelo como quien no a dar una vuelta para darle ideas de cara a la noche de Reyes. A tiendas como la que acaban de inaugurar Begoña Buqué y Ángeles Casanova. Se llama “La petite fleur grise”, un nombre de lo más apropiado, porque parece sacada del Maraise parisino, con ropa de lo más estilosa y lo mejor, ¡a precio de Zara!

La petite fleur grise está en Conde Salvatierra 6, junto a Jacques Dessange. La tienda no es que sea pequeña, es que es diminuta, pero está decorada con mucho encanto: armarios antiguos pintados en blanco, una preciosa flor de madera tallada en el pomo de la puerta, cortinas en tonos naturales y pocos muebles pero muy bien escogidos, lo mismo que la ropa, prendas de algodón que se llevan superpuestas al estilo bohemio-chic. Por ejemplo, un vestidito de algodón, encima una blusa de flores, un cardigan holgado y para rematar el look un par de pañuelos al cuello, botas moteras, chaqueta de cuero y ¡tachán! juvenil, estilosa y sin arruinar a tu pepe.

Lo que está claro es que acertar con el regalo no depende del dinero ni el interés de quien regala, sino de la disposición de quien lo recibe.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Donde haya un buen artesano, que se quiten los chinos

Sé que lo que voy a decir es de pija insoportable, pero a mí las baratijas no me gustan nada. Entras en un chino o en un todo a cien y está todo mezclado de cualquier manera, las muñecas con los cubos de fregar y los calcetines de deporte, el pegamento multiuso con las pinzas de tender y los trapos de cocina, todo desordenado, oscuro, apilado, caótico y a veces hasta con olor a plasticucho barato ¡uff, qué horror!

Seguro que los chinos tienen cosas muy refinadas porque una cultura milenaria como la suya tiene mucho que aportar, pero por desgracia aquí nos llega solo lo barato. Al principio, las tiendas todo a cien parecían un chollo. Los cuadernos y libretas que antes costaban siete euros, los podías comprar por uno; y la pistola de juguete de tu niño te salía por menos de un euro. Y salías del “todo a cien” tan contenta, pensando que el nuevo canal comercialización era el chollo entre los chollos.

Pero un buen día te diste cuenta de que la libretita de los chinos tenía un papel regular tirando a malo, que la pistola que habías comprado en todo a cien se rompía a la segunda; que los envoltorios estaban estropeados o sucios y que no había forma de encontrar un regalo mono en esas tiendas.

Lo peor es que, encima, esas tiendas se están cargando los canales tradicionales, las tiendas de toda la vida, que serían caras, de acuerdo, pero lo tenían todo limpio y ordenadito por tamaño y color, las libretas DINA-4 y las de cuartilla, las carpetas de anillas con las cajas archivadoras, los juguetes con los juguetes y no ese batiburrillo de cosas mezcladas, cada una de un padre y una madre.

Hay tantas tiendas de baratijas que cada vez más cuesta encontrar una libreta bien hecha, un sobre de papel lujoso, una buena pluma estilográfica… Si buscas un producto de calidad, como las libretas Moleskine, tienes que ir a un canal de venta con una cierta exclusividad, porque no lo encontrarás ni en los chinos ni en muchas papelerías tradicionales, que al final se han visto forzadas a vender productos baratos.

Afortunadamente, todavía quedan –y van abriendo- tiendas donde puedes encontrar una buena libreta como la Moleskine, o un juguete que no se estropee en una semana.

Esta semana, sin ir más lejos, se ha inaugurado en Valencia, en la calle Sorní, Campo Marzio, una papelería italiana de las de toda la vida, un pequeño taller de estilográficas que abrió en Roma en 1939 y que ha ido creciendo y abriendo en medio mundo porque hay una generación que se ha cansado de las baratijas y busca la calidad de antes.

Rosa Castellvi se ha traído la firma a Valencia y ha buscado un local de lo más coqueto en la calle Sorní. La tienda es una monada y los productos de papelería te entran por los ojos, vamos, que te llevarías media tienda sin darte cuenta. La colección de bolígrafos y estilográficas es de lo más estilosa, lacadas en colores vivos, con estampados de motas, y adornos de Swarovski; hay mini bolis con funda que se pueden llevar como colgante y quedan de lo más chic (Paloma Maldonado, que está en la tienda, lo llevaba así).

Pero además, venden un montón de accesorios y complementos de escritura: portafolios en piel de color naranja Hermès, verde menta y rojo, agendas, álbumes de fotos tamaño XXL, papeleras de piel, billeteras… ¡uff, qué de regalos perfectos para Navidad!

Konplott es otra firma que está en las antípodas del todo a cien. Maika Estellés se trajo la firma a la Galería Jorge Juan convencida de que había mujeres como ella que buscaban artesanía de calidad. La bisutería de Konplott es tan exótica como su diseñadora, Miranda Konstantinidou, una griega educada en Alemania que lleva más de 20 años creando piezas exuberantes y nada convencionales.

Maika colaboró hace una semana con Sita Murt en un taller de estilismo, donde te ayudaban a elegir tu fondo de armario según tu personalidad: romántica (te encantan las flores y vas siempre conjuntada), creativa (se te da bien combinar piezas y complementos), atrevida (tu ropa siempre expresa algo), clásica (llevas el mismo peinado desde hace diez años y eres fiel a tus tiendas preferidas), natural (te encanta ir con tejanos y camisetas) o chic-urban (eres una mezcla de todo).

martes, 14 de diciembre de 2010

Vuitton, Hermès, Loew, Bulgari, Ferragamo.. ¡Ya estamos todas!

Salvatore Ferragamo fue un tipo de lo más curioso: a los nueve años le hizo un par de zapatos a sus hermanas para que no tuviesen que ir a tomar la Comunión con zuecos, porque sus padres no tenían para comprar zapatos. A los catorce montó una zapatería en su pueblo, Bonito cerca de Florencia, y a los dieciséis se fue Hollywood y se convirtió en el zapatero de las estrellas.
Estudió Anatomía sólo para encontrar la forma de mejorar la comodidad de sus zapatos, descubrió que el peso de la mujer recae sobre la bóveda del pie y diseño un soporte metálico que ayudaba soportar el peso. Y en los años 50 diseñó el primer zapato de aguja de diez centímetros que volvió locas a las mujeres de la época: Greta Garbo, la Duquesa de Windsor, Audrey Hepburn, Lauren Bacall…
Al final el colega se hizo más rico que una docena de controladores aéreos y montó un empresón que sigue siendo familiar. Él murió en los sesenta, su viuda y sus hijos – otro dato curioso ese de que un diseñador de raza tenga mujer e hijos- son los propietarios actuales de una firma -2.600 empleados más de 570 puntos de venta- que por tener, tiene hasta un museo en Florencia dedicado al genial zapatero.
El martes pasado se inauguró la tienda de Ferragamo en la calle Poeta Querol, esquina con Salvá. La fiesta fue de lo mejor que se ha visto en Valencia en muchos años. Allí estuvo lo más granado de la ciudad: Mayrén Beneyto, Marga Martínez y José Moreno, de Armando Martínez, Amparo Lacomba, Cuchita Lluch, Pilar Pons, María José Albert, Ana Peris, Ana García Vernia, Totó Barberá, Carmen Topete, Blanca Fitera con su sobrina Blanca Crespi, Dulce Giménez, Esther Barrera, Roció Andrés, Marisa Martínez, Laura Gallego (la dueña de Belgravia, la cafería más estilosa de Valencia), Matilda y Nidita Guerrero (de Vuitton), Presen Rodríguez con sus hijos Maribel y José Cosme, José Gil de Gilgars, Encarna Roig, los diseñadores Valentín Herráiz –que esta semana presentó la nueva revista del Gremio de Sastres OXXO- y Javier Villajos, la directora de la agencia de modelos Carmina Durán, José Luís Avilés de Bulgari, Ragel Beltran y Magda Agrait,… uff, llenaría toda página con una lista de invitados que se resume en el “todo Valencia”. No es extraño, porque Mª Angeles Miguel, la directora de Ferragamo en Valencia, debe ser de las mujeres con más experiencia en comercios de lujo en Valencia. Empezó en Don Carlos, luego estuvo en Max Mara y abrió Hermès hace cinco años en Valencia, antes de ser fichada por los italianos. Mª Angeles llevaba un vestido negro palabra de honor y una capelina de Orylag de lo más elegante.
La actriz Paz Vega y su marido Orson Salazar fueron la sorpresa de la noche. Ella, tez pálida como una porcelana –parecía Nicole Kidman en sus mejores años- y delgadísima, iba vestida de Ferragamo de pies a cabeza: blusa de seda con lazo al cuello, pantalón príncipe de Gales en cashmere y unos taconazos de impresión.
Después de visitar la tienda, en la que esperaba el Consejero Delegado de la firma Michele Norsa, la fiesta siguió en el Claustro de la Universidad, cosa que debió agradecer el bueno de Lluis Vives que se alza allí en el centro del Claustro, y que lleva años el pobre hombre, más aburrido que un cangrejo en un garaje, asistiendo estoicamente a los centenares de acontecimientos peñazos que habitualmente le organiza la progresía cultureta y trasnochada de esta ciudad.
Allí, en el claustro, decorado por Juanjo Robi, se cerró la noche con un desfile de la colección otoño-invierno de Ferragamo, clásico e intemporal, vamos, fondo de armario del bueno. De regalito, nos llevamos un pin con una miniatura de la famosa plataforma hecha de cuña de corcho –otro de los inventos del zapatero- que lució Judy Garland y que además se puede comprar, porque se ha reeditado como otros modelos vintage de la firma.

La de Ferragamo no fue la única fiesta de la semana. El miércoles, la joyería Rafael Torres presentó la fabulosa colección de joyas y relojes de Chaumet y Guess inauguró su flamante tienda frente a la estación del Norte, en una fiesta que Tano López Llobet llenó de gente joven, modernos estilosos y bloguers.

martes, 7 de diciembre de 2010

Tardes con diamantes

Propongo un plan para la que tenga novio, marido o amigo rico: te llevas al buen hombre a Hannover, lo vistes mono monísimo, le haces que se gaste 4.000 o 5000 eurines en americanas y trajes, y al salir, así como quien no quiere la cosa, le dices “mira cariño, lo que han abierto aquí” y le enseñas la flamante joyería que acaba de inaugurar Victoria Cercós justo al lado y donde todo, todo, todo, es ideal de la muerte. Y allí que entras tú con tu chico y allí te pruebas la pulsera a la que le días antes le habías echado el ojo y le enseñas tu lindo bracito: ¿Qué te parece, Pepe? ¿No crees que me vendría fenomenal para la cena de Navidad en casa de tu hermana?...

Y claro, a tu Pepe que quieras que no le gusta demostrar su poderío a lo mejor va y pica. De recién casados, Pepe te demostraba su amor con un pañuelo de Vuitton, pero ahora ya estamos a otro nivel.

A los 25 años las joyas te suenan a cosas de herencia, de tu madre y tus tías, cosas monas pero que no harías un esfuerzo por comprarte, pero como me dijo una amiga hace años, eso cambia cuando te haces mayor y necesitas un anillo estiloso, unos pendientes chulos para llevar con tu vestido negro….

La razón de porqué un buen día te apetece comprar joyas no la tengo muy clara, igual es que ya no te ves tan mona y las joyas dan luz, o porque a estas alturas es difícil que la ropa te sorprenda, o porque te vuelves más sofisticada, o igual es una cuestión de estatus social. O quizás es que las joyas no envejecen y algo en tu subconsciente te dice que si te pones un collar riviere, algo de la eterna juventud de las gemas se contagiará a la piel que cubre tu todavía terso cuello. Sea como sea, el caso es que llega un momento en la vida de toda mujer, en la que necesita algo imperecedero y valioso a su lado, un diamante, un perla, un zafiro…

Lo que pasa es que hasta ahora las joyas que podías comprar no te atraían demasiado porque se movían en dos extremos: o tenías que ir a la joia clásica, rollo Dinastía, que no pegaba nada con tu vestido de Marni, o las joyas modernas con un punto hortera que tampoco encajaban con tu look.

Pero, hete aquí, que esta semana se ha inaugurado la joyería perfecta para las cuarentonas estilosas. Se llama como su dueña, Victoria Cercós, y está en Hernán Cortés, en el bajo que ocupaba Hannover. El interior de la joyería –un proyecto del Mercader de Indias-, rompe bastante con el concepto tradicional: es un espacio abierto, calido y acogedor; la iluminación es suave, nada que ver con esas joyerías con exceso de luz y de brillos tan ochenteros. Las joyas tampoco pretenden deslumbrar ni ser ostentosas, vamos, que son piezas que te puedes poner todos los días: anillos con brillantes brown y ice (blancos, sin pulir), pulseras con piedras preciosas y piel de raya, joyas con oro negro iluminadas con zafiros rosa…

Total, que si embaucas a tu marido, sales de la joyería con una pieza super estilosa que encajará perfectamente con tus botas de Chapeau, tus vestiditos de Gran Vía 20 y hasta con vaqueros y camisetas.

La fiesta de inauguración de la joyería fue un exitazo. Victoria lleva veinte años en la joyería –es socia de Aurum- y tiene un montón de clientes en Valencia que no faltaron a la cita: Amparo Lacomba, la familia Soler, Ezequiel y Matilde de Vilarroya, María Dolores Asensi, Jacinta, la mujer de Amadeo Carboni, Carlos Marchena, Rubén Baraja... Además, Victoria ha fichado a Encarna Roig, que antes dirigía la tienda Mont-Blanc de Poeta Querol, y que encaja como anillo al dedo en el proyecto. El catering fue de Seina-Cocotte, de Bárbara y Paula Jiménez de la Iglesia, barra de Champagne Mum y otra de mojitos.

Foto: lamarquesa.es