jueves, 29 de marzo de 2012

Palacios para eventos


Ser dueña de un palacete puede parecer un sueño de princesas, pero la verdad es que en según que circunstancias puede ser una faena. Imagínate entrando en tu palacio del siglo XVIII, en el que antaño vivieron tus ancestros, mientras recuerdas las historias que te contó tu abuela de su madre y de la madre de su madre dando fiestas y recibiendo a pretendientes. Caminas por los salones de tu vieja casa y sientes el calor de tu sangre azul bullendo por tus venas, cuando de pronto, ¡zas!, oyes un estruendo y es un azulejo isabelino que se cae de la pared. ¡Demonios!, eso te va a costar medio bolso de Vuitton…, adiós a tus planes de irte a esquiar en Semana Santa.
La primera vez quizás lo arregles, pero cuando al azulejo le sigue la persiana y luego la puerta del comedor y más tarde ves que las cañerías hacen más ruido que una verbena fallera empiezas a pensar a qué mala hora al bisabuelo de tu abuelo se le pasó por la cabeza hacer semejante caserón.
Hubo un tiempo en que la Generalitat compraba todos esos palacetes para albergar consellerías. Aquella era una buena opción: tú hacías caja y sabías que la vieja casa de la abuela estaría en buenas manos. Claro que si por aquel entonces la abuela seguía con vida, probablemente puso el grito en el cielo sólo con escuchar la sugerencia; así es que la casa se quedó en la familia y ahora estás tú ahí implorando al cielo que alargue la sequía para que las goteras no arruinen tú sueño de comprarte un Mini.
Ahora que la Generalitat no está para esas cosas, hay otra solución: convertir tu palacete en un salón, más o menos fino, para bodas, banquetes y comuniones. O si no quieres decirlo así, para eventos y actos sociales. Como la Duquesa de Alba lo está haciendo con sus palacios, tú tienes la conciencia más tranquila, sabiendo que si la abuela levantase la cabeza tendría que callar cuando tú le argumentases que sigues los pasos de la vieja Cayetana.
Buena parte de las masías que rondan Valencia ya hace tiempo que han pasado por la reconversión. Ahora le toca a los palacios del centro de Valencia. Hace unos días se inauguraba Caro Hotel, en el viejo palacio de los marqueses de Caro. Esta semana los tacones de media Valencia han pisado los suelos del Palacio que compró en los años cincuenta Vicente Garrigues, Vizconde de Valdesoto y Marqués de Castellfort. El palacete está en la esquina del Corte Inglés mirando al Parterre. En su interior hay un viejo claustro porque durante algún tiempo albergó un convento de monjas.
Últimamente estuvo algo descuidado, con techos de pladur y paneles adaptados a oficinas y despachos, hasta que el arquitecto Alfredo Burguera decidió alquilarlo y restaurarlo, recuperando pinturas, techos, cristaleras y todo el artesonado original. El palacete, bautizado como “La Embajada”, es ahora un espacio para eventos y actos sociales, donde además puedes comer de lunes a viernes o cenar el fin de semana con mantel de hilo y flores y catering de Carmen Topete.
Allí, en La Embajada, presentó su colección de verano tienda de niños Cristina. Lo hizo con un desfile a la antigua; como en las viejas casas de costura parisinas, los niños iban desfilando por las salas de estilo francés. Hubo ropa de baño, étnica, roquera, deportiva y como novedad, mucho color -vedes y azules turquesa, amarillo huevo…- y vestidos largos de aire bohemio. El desfile se cerró con la ropa de fiesta y un vestido de comunión de corte imperio, con mucha caída y manguita corta fruncida. Entre el público, Mercedes Carreras, ex directora de Loewe; la diseñadora Presen Rodríguez, Josep Lozano, Mª Angeles Miguel, de Salvatore Ferragamo, Ana García, de Moddos, y Elena Gutiérrez, de Scalpers.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Poderío fallero

Cuando San José cae en lunes, Valencia se nos llena de madrileñas: “¿sabesss?, la dije a mi amiga que si nos íbamos a las Fallas, ¿sabesss?, y nos fuimos.” Y ala, se vienen aquí hipermegamonas de la muerte a vivir una aventura; ya se sabe que los castizos de verdad entienden que más allá de la M-30 se pierde la perfección y se adentra uno en el mundo de lo mediocre, la improvisación, lo vulgar; vamos, que se juega en otra división.
El caso es que este fin de semana han venido en tropel. Volverán a casa diciendo que se lo han pasado fenomenal, “¿sabesss?”, y que es una pena que las quemen, “¿sabess?”, que comieron paella por la noche, que la mascletá es de locos; y, en fin… Si a alguna le da por filosofar y ponerse profunda, creerá ver en las Fallas un reflejo de nuestra tendencia a malgastar y a quemar el dinero, y eso le dará para una tertulia en la calle Velázquez en la que por un rato se sienta la heredera de Ortega y Gasset.
Sólo la que tenga la suerte de tener alguna amiga fallera, puede que se vaya de aquí sabiendo que una Falla no es sólo, ni muchísimo menos, el monumento de cartón que se quema. Que en torno a los casales se desarrolla una parte importante de la vida social valenciana durante todo el año. Hay fallas de barrio, que no aspiran a ser otra cosa que un punto de encuentro para cenar, tomar una copa y jugar a las cartas. Y otras son auténticos foros de poder económico, político y social.
La Falla Convento Jerusalén es sin duda la catedral del poderío valenciano. Allí están buena parte de las familias más influyentes, de hecho el cupo de admisiones está cerrado y sólo se puede entrar si queda alguna vacante. Ríete de los clubes privados ingleses. En el casal de Convento te puedes encontrar al mismísimo Juan Roig, que es muy fallero, todas sus hijas han sido falleras mayores, y a otros empresarios de renombre como Arturo Virosque, Vicente Blasco, Jesús Barrachina –presidente de la falla desde hace años y su nieta fallera mayor infantil-, los Sáez Merino, los Zamorano, los Lladró, interproveedores de Mercadona… También políticos como Pedro Agramunt. “Es la falla de más solera, señorío y tronío”, dice el joyero Arguimiro Aguilar, que se encarga de diseñar los aderezos y las peinetas exclusivas de las falleras de Convento.
Por esta falla pasa cada año la gente más principal de España: actores, cantantes, empresarios, políticos… Es, junto al balcón del Ayuntamiento y la barrera de la plaza de toros, la visita obligada de la gente importante: el año pasado estuvo allí Mariano Rajoy y ayer, sin ir más lejos, comió allí nuestro flamante ministro de Exteriores García-Margallo, después de ver la mascletá en el balcón del ayuntamiento y antes de ir a los toros.
Si Convento es la falla con más solera y poderío, Grabador Esteve-Cirilo Amorós es la más chic y estilosa. A esta falla pertenecen los hijos de Mayrén Beneyto, Irina y Alfonso Manglano, además de otros apellidos ilustres: Rocío Andrés, Angie Calero, Juan Prefaci, Lucía Gómez Trenor, Bárbara de Prat, Cuchita Lluch y su hermana Begoña, Alberto Corell, los Royo
Al casal de Grabador Esteve no te puedes presentar con blusón de fallera y mucho menos con un polar, ¡qué horterada, por favor! Tienes que ir muy perfecta y arreglada porque lo que en otras fallas se pasa por alto, aquí no está bien visto.
Pasar la noche fallera sin que se te mueva un pelo del sitio no siempre es lo más divertido, por eso más de uno emigra de su falla a otras más marchosas, como la de Conde Salvatierra. Gonzalo Ravelló asegura no hay otra falla más divertida, tanto que “hasta los de Grabador y Convento se vienen a vernos”. La falla del Mercado de Colón, como la llaman algunos, es una mezcla entre gente del barrio, hijos de tenderos del mercado, y burguesía valenciana de lo más discreta.
Otra falla relevante en la sociedad valenciana es la de la Exposición. Allí está el presidente de la Cámara de Comercio, José Vicente Morata, la hermana de la Alcaldesa Totón Barberá, el conceller Máximo Buch. “Es una falla tradicional, de empresarios y abogados, donde hay familias que ya empezaron los abuelos y siguen los hijos y los nietos”, dice la fallera María José Albert.
En fin, que Fallas hay muchas, casi más que naranjas, y las hay para todos los gustos. Mañana las quemarán, las madrileñas se volverán a casa con el AVE que es super cómodo, ¿sabesss?; ¡Hasta luego chicas, nos vemos en la Verbena de la Paloma!, ¡uff!...

jueves, 15 de marzo de 2012

Paula Sanz y otras chicas con mucho talento

Ahora que está de moda criticar el día de la mujer trabajadora, se me ocurre que nosotras, mujeres chic de nuestro tiempo, podríamos reivindicarlo aunque sólo sea para llevar la contra. Es más, propongo un plan para el año que viene: nos ponemos todas monas, ideales de la muerte, con look anti sindicalista a más no poder: bolsos de Prada, chaquetones de Loewe, zapatos de Louboutin y nos plantamos todas, de esa guisa, en la cabeza de la manifestación. Y reivindicamos lo que hay que reivindicar que es un horario de trabajo un poco más europeo que nos deje las tardes libres para salir de compras, tomar café con las amigas y, de vez en cuando, pero sólo de vez de en cuando, estar en casa con nuestros maridos.
Se me ocurría todo esto el jueves por la tarde después de atiborrarme de copas de capa en sendas fiestas. Una en el Parterre y otra en la tienda muebles Martínez Medina. Las protagonistas de ambas eran mujeres y entre las invitadas, qué puñetas, la verdad es que a ciertas edades, y un poco desinhibidas, nosotras somos mucho más divertidas que ellos.
En la tienda de Martínez-Medina, había una exposición de Paula Sánz es un artista valenciana de cuarenta y pocos que se rifan las mejores revistas de moda del mundo, desde Telva hasta Vogue USA. Sus dibujos de mujeres estilosas, de escenas llenas de glamour y personajes refinados, son como las ilustraciones de Jordi Labanda pero mucho más sofisticados. Paula parte de dibujos que va simplificando hasta dejarlos en líneas muy básicas, que luego rellena con retales de telas a los que da volumen y movimiento. Después, añade un montón de detalles –pendientes, zapatos con lazos, moños, tocados y bolsos- para dar realismo a las escenas.
Paula vive entre Nueva York, Roma y viene de vez en cuando a Valencia. Esta semana lo hizo para inaugurar su exposición de cuadros en la tienda Mobisa-Martínez Medina en Marqués de Dos Aguas. Los hermanos Martínez Medina, Amparo, Marisa y José Miguel, prepararon para la ocasión un cóctel de lo más chic con amigos y clientes. Santiago, Paloma y Lucia del Portillo, Lorenzo Remohi, Pepa Gil, Toya Cuñat, el arquitecto Ramon Esteve, el doctor Juan Antonio Murgui, Jose Gandía¸ Carmen Alfonso, Ramiro Verdejo, Pilar Garcia Goyeneche, Cristina Enguídanos, Javier Navarro, Felipe García del Real, Juan Manuel Romero, Rosa Peiro.
También estaba por allí Alicia de Miguel con su chico Angel Villanueva; ella divertidísima, él sin quitarle ojo de encima: vamos, como dos quinceañeros. Y todos de lo más alegres y sin parar de darle al rosado Tamtum Ergo, que trajo Javier Monedero y que según dicen los que saben es el mejor del mundo.
El mismo jueves, día de la mujer trabajadora, otra joven con talento, Rosario Puñales, presentaba en la galería de Arte 33 Gallery, su colección de lencería. Rosario es una alicantina afincada en Barcelona, pero lo mismo podría haber nacido en París, porque sus culottes y tops de encajes son de lo más sofisticado. Están hechos a mano con encajes delicados, gasas, puntillas, blondas, volantes, lazos de raso y pasacintas. Vamos, un capricho para las más coquetas, que solo se puede comprar en Valencia en la tienda de lencería Mº Teresa en la calle la Paz.

El jueves también se inauguró la tienda de ropa infatil Lio Lio en la plaza Alfonso el Magnánimo (se accede por Poeta Quintana). Otras dos mujeres jóvenes y emprendedoras, Pepa Sanz y Mónica Vilamar, han abierto una tienda de ropa infantil que va a ser fondo de armario para los niños con mamás estilosas: vestidos de piqué para niñas con lazos y puntillas y un aire vintage, boleros tejidos a mano y una colección ideal para los bebés. ¡Para presumir de niños mientras tomas el té en el Mercado de Colón!

miércoles, 7 de marzo de 2012

Noche de Marquesa en Caro Hotel

Xerea es uno de esos barrios por los que sólo te asomas de vez en cuando y normalmente en Fallas. No hay tiendas, cines, ni nada que te obligue a pasar por allí. La mayoría de nosotras, mujeres de sangre roja y con dificultad para orientarnos, nos movemos por allí con torpeza creyendo que es la primera vez que nuestros lindos tacones pisan aquellas calles.
Pero la gente bien de toda la vida, las de sangre azul y título nobiliario, conocen bien ese barrio porque allí es donde se criaron ellas o sus abuelas. Allí están buena parte de las casas blasonadas valencianas que todavía se mantienen en pie. Pasas por la puerta y ni te fijas, te parecen todas iguales, edificios viejos y cerrados que algún día alguien demolerá.
Uno de esos palacetes, que no da pistas de lo que alberga en su interior, está en la calle Almirante 14, justo detrás de capitanía y junto a una comisaría. Seguro que alguna vez has pasado por la puerta y lo único que has pensado ha sido: “Uff, por fin, ahí está el río, ya sé dónde estoy”.
Ese palacete es el del Marqués de Caro y dentro tienen salones con frescos en el techo, artesonados rococós, una escalera medieval, azulejos góticos e incluso restos de la muralla árabe de Valencia y mosaicos romanos de hace dos mil doscientos años.
Todo eso ha salido ahora a la luz: el miércoles se inauguró allí Caro Hotel: cinco estrellas, veintiséis habitaciones y un gusto exquisito para hacer cómodo lo antiguo.
Santiago Máñez, Luís Bellvís y los hermanos Juan Emilio y Gustavo Bru compraron el palacio a la familia Caro y han estado ocho años trabajando en su rehabilitación sin escatimar un céntimo en gastos. Y la verdad es que es un gustazo pasar una tarde allí, aunque sólo sea en la cafetería. Que nadie espere sentirse allí como una marquesa del siglo XVIII porque la decoración no da para ello. El mobiliario es moderno a más no poder, sobrio, geométrico y muy funcional, nada que ver con el gusto rococó que debía de tener la señora marquesa de Caro. Pero claro, la señora marquesa seguro que tenía un ejército de sirvientes que no miraban el reloj para irse a casa; tenían aquello como los chorros de oro aunque alguien tuviese que dedicar una semana al año a limpiar la plata.
Las habitaciones son todas distintas y la suite del marqués es la idónea para una locura romántica: ocupa el frontal noble del palacio y el dormitorio es hoy lo que antes era el salón de baile de los señores marqueses. Mientras concilias el sueño acurrucada en los brazos de tu chico, miras el cielo y ves algo casi mejor que las estrellas: los frescos del techo, que son una alegoría del campo valenciano. Y entonces allí, cierras los ojos y sueñas con una vida de marquesa; mañana será otro día, ya pensaremos cómo vamos a compensar el gasto de esta noche para poder llegar a fin de mes.
El caso es que Caro Hotel va a ser una referencia de los hoteles de lujo en Valencia. En la inauguración hubo poco colorín y mucha gente del mundo de la empresa que, por ahora, sigue siendo un mundo más de corbatas que de collares: José Vicente Morata, presidente de la Cámara de Comercio; Rafael Aznar, presidente del Puerto; Alberto Catalá, presidente de la Feria; Salvador Navarro, de la CEV; Luis Lobón, Secretario Autonómico de Turismo; Eloy Durá, de la Asociación de constructores.
Entre las mujeres: Esther Barrera, hermana del torero, Mayren Beneyto, presidenta del Palau de la Música, que puso el toque de glamur. También estuvieron la diseñadora Presen Rodríguez y su hija Isabel Cosme que encarna la muy exigua cuota femenina en el poder empresarial valenciano, como presidenta de la Confederación de Empresarios del Comercio.