lunes, 28 de septiembre de 2015

Salvem Poeta Querol

El comercio de lujo de Valencia necesita ayuda. La zona de Poeta Querol está de capa caída, las tiendas caras cierran y nadie viene a tomar el relevo. Le guste o no a los más conspicuos intelectuales, que suelen ser más progres que el mismísimo Pablo Iglesias, eso es un problema porque toda ciudad que se precie tiene una zona de tiendas de lujo. Perderla sería como quitar de tu armario los zapatos de vestir; estaría incompleto. La realidad es que Poeta Querol ha dejado de ser la calle con más comercios de lujo por metro cuadrado: cerró Mont-Blanc, cerró Bulgari, que presumía de ser la joyería más grande que la firma tenía en España, cerró Ermenegildo Zegna, Tommy Hilfiger, Enrique Lodares, una de las dos tiendas de Loewe, Knack men, cerrará dentro de nada Nespresso, que va a abrir en el local de Colón que ocupaba Porcelanosa… En Poeta Querol lucen ahora más carteles de inmobiliarias que escaparates de lujo. Hasta la Plaza del Patriarca muestra síntomas de agotamiento. El local del restaurante La Terraza del Patriarca sigue sin ocupar y hay quien recuerda con nostalgia la coqueta tiendecita Bonpoint de Isabel Aliño, los escaparates que Alex Vidal montaba para Cavalli o los fabulosos vestidos de fiesta de Presen Rodríguez. Menos mal que abrió Patos, la tienda chic de Lourdes Verdeguer, Acosta y siguen otras como Il Baco da Seta, Hermès y Vuitton (Foto de Vicent Bosch).
Pero, chicas, tenemos un problema. La gente de pasta acabará yendo a comprar su caprichos caros a Madrid y aquí perderemos recaudación y puestos de trabajo. Y a muchos turistas no les va a hacer ninguna gracia aterrizar en una ciudad en la que no pueden darse un capricho de lujo. Así las cosas urge hacer un llamamiento a los ciudadanos comprometidos con esta ciudad. Si hemos salvado la huerta, el Cabanyal y no sé cuántas cosas más, ¿por qué no salvar también al comercio de Poeta Querol? Podría liderar el movimiento la Vicepresidenta Mónica Oltra, ¿quién mejor que ella? Me la imagino subiendo al estrado en las Cortes, con traje de chaqueta y de pronto, así como quien tiene calor y se está agobiando, se quita su blazer y luce una camiseta de blanca de algodón ecológico, con unas letras bordadas en lentejuelas doradas: “Salvem Poeta Querol”. El Presidente de las Cortes quizás le llamase al orden, los diputados de la oposición, los del PP, patalearían en señal de protesta, mientras los de su partido aplaudirían esta nueva iniciativa solidaria. Sería buenísimo. Las imágenes rodarían por todas las televisiones nacionales y quién sabe, quizás Pablo Iglesias y Carolina Bescansa, ávidos de ganarse la simpatía de Compromís, se dejasen fotografiar con bolsas de compras en medio de la Plaza del Patriarca, mientras enormes masas de simpatizantes de Compromís gritan “aturem l’atur, salvem Poeta Querol”.
Aunque no todo está perdido en esta ciudad. Colón, Cirilo Amorós, Jorge Juan, Sorní, y los alrededores del Mercado todavía mantienen el tipo y siguen abriendo tiendas. Entre las recién aterrizadas está la firma de joyas Aristocracy, en la calle Colón, que ha ocupado el bajo del histórico bar Líbano; la hija de Begoña de Sobrecueva ha abierto zapatería en Felix Pizcueta y la firma de moda infantil Macali, de Daniela Carbonell, ha desembarcado en la calle Sorní. Tienen ropa ideal: vestidos de corte canesú, blusitas de algodón y bombachos para bebés con un sello british actualizado.
El jueves también abrió tienda en la plaza de San Agustín la firma de vestidos de novia Penhalta de José Peñalta. No hubo cóctel, aunque sí desfile de la última colección. Pero la súper inauguración de la temporada será el jueves que viene. Rosa Morera inaugura su renovada Max Mara con un cóctel al que anticipo que irá media Valencia. Avisadas estáis.

martes, 22 de septiembre de 2015

Los viejos rockeros nunca mueren

 
Gene Simmons es un sesentón que a simple vista ni fú ni fa. Pero es el líder de los Kiss, eso le convierte en un mito que él se encarga de acrecentar diciendo que ha compartido su intimidad con más de cuatro mil mujeres. ¡Os lo imagináis!; hoy un novio, mañana descansas, pasado mañana otro, descanso, otro… Y así durante cuarenta años. Cuando llevas treinta conquistas dices: ¡Dios mío que acabe esto ya!, y todavía te quedan tres mil novecientos setenta.
Simmons es el paradigma de que los viejos rockeros nunca mueren. Con sus sesenta y seis años sigue siendo todo un personaje. Ahora es protagonista de la vida social valenciana porque se ha hecho amigo de Francis Montesinos. Se entienden porque son dos artistas que han sobrevivido a modas y escándalos. Hay tenéis a Francis, que hace unos meses más de uno lo daba por muerto por un lio judicial que le pilló en medio del fuego cruzado de un divorcio. Si a eso le sumas la crisis del prêt-à-porter, incapaz de competir con las grandes cadenas low-cost, y la crisis económica, que nos ha hecho a todas reducir drásticamente el presupuesto, el resultado era previsible. Cerrada la tienda de Valencia, con un nuevo taller abierto, la firma más conocida que hemos dado en Valencia, o más bien a la única que hemos sido capaces de dar, tenía los días contados. Sin embargo, la vida es caprichosa y da muchas vueltas. Hoy estás arriba de la noria, saboreando las mieles del éxito y la fama, y al poco tiempo puedes estar hundida en lo más bajo, sin que nadie se acuerde de tu nombre. Lo importante es no rendirse. Un golpe de la fortuna se cruzó en la vida de Francis cuando el líder del grupo Kiss se interesó por sus diseños. Francis fue a Los Angeles, se hizo buen amigo del cantante, para el que está trabajando en un proyecto que todavía no se puede desvelar, y consiguió que cogiera un avión y se plantase en el front-row de la Madrid Fashion Week, convirtiéndose en la mayor atracción de una pasarela que tampoco tiene excesivos alicientes. Vamos, que pasa sin pena ni gloria.
Total, que aquí tenemos a nuestro Francis acaparando todos los flashes y sacando pecho en las fotos con Gene Simmons como padrino. ¡Me encanta, me encanta, me encanta! Junto al cantante de Kiss, se vio en el desfile a la incombustible Carmen Lomana, el clan Bosé al completo: Paola con sus dos hijos, Nicolás Coronado, que desfiló, y Alma, Lucía Bosé, Elio Benhayer, Paquita Torres, Arantxa de Benito, los valencianos Carmen Alborch, José Javier Alberni con su hija Cayetana, Elsa Martínez, Fuensanta Betoret y Josevi Plaza y todo el equipo de Gene Simmons con Estella Lamb, su mano derecha, hija de Matt Lamb, el pintor al que Francis dedicó una colección hace varias temporadas.
El desfile fue muy Montesinos: estampados de rosas rojas encendidas sobre un fondo negro, espaldas abiertas enmarcadas por encaje, cuellos con gorguera y cadenas bordadas, juegos de transparencias y mucho negro, como les gusta a los rockeros. Hasta los complementos diseñados por LinMarin, el joyero Antonio W. Rodríguez y Cristina de Salazar tenían espíritu heavy metal, con collares de correas de cuero combinados con brillantes. En el ensayo previo, el cantante de Kiss se subió a la pasarela y regaló un solo de guitarra española que más de uno inmortalizó con el móvil. ¡Qué pena que no lo hiciese durante el desfile! La noche antes, Montesinos y Gene cenaron con un grupo de amigos en un reservado del Hotel Intercontinental y Francis le regaló unas botas camperas americanas de cowbow bordadas con claveles españoles. Genio y figura.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Travesuras de una niña mala

Imagina que te invitan a una fiesta de gala en Nueva York; ¡uff, qué nervios, qué tensión! Tardes y tardes de tienda en tienda probando modelos y pidiendo consejo, buscando en internet otras fiestas similares en las que inspirarte para eliminar tus mil y una dudas sobre qué ponerte, cómo peinarte, si coges o no el collar de perlas de tu suegra, si te maquillas un poco, mucho o nada… Y noches y más noches en vela. Cuando ya has medio contralado tus nervios y superado tus ochocientos treinta y seis complejos, te enteras de que a la fiesta va a asistir Irina Shayk, la modelo que fue novia de Ronaldo, y Sarah Jessica Parker, la protagonista de sexo en Nueva York. Ahora sí que la hemos hecho buena, no será fácil acaparar algún alago con semejante competencia, así es que mejor optar por algo discreto.
Vale, ahora imagina que todo eso te pasa cuando ya tienes sesenta y cuatro años; entonces te tranquilizas, la batalla está perdida: “mira bonita, déjalo estar, ponte cualquier cosa porque nadie va a reparar en tu presencia”.
Eso es lo que me pasaría a mí, pero yo no soy Isabel Preysler. Isabel llegó a una fiesta en la Quinta Avenida con sus 64 añitos cumplidos y eclipsó a la modelo de moda, a la actriz y a toda la que se puso por delante. ¿Tiene o no tiene mérito lo de esta mujer? Preysler y Vargas Llosa fueron sin duda el mayor atractivo de la mega fiesta de inauguración de la tienda de Porcelanosa en Nueva York. El arquitecto Ramón Esteve fue uno de los valencianos invitados. De Isabel dice que irradia un encanto único. “Tiene una habilidad social fuera de lo normal, estás hablando con ella y a los dos minutos estás cómodo y eso otra gente no lo tiene, hay modelos guapísimas que son intratables, y ella es amable, educada y muy agradable”. La fiesta de Porcelanosa tuvo más atractivos además de ver a la pareja de moda. Los hermanos Colonques consiguieron que les cedieran el parque Madison Square para el evento, cosa nada fácil. “Tienes que estar muy bien considerado para poder usar un espacio público en el centro de Manhattan”, dice Esteve. Allí, en el centro de la plaza, frente al flamante edificio Porcelanosa rehabilitado por Norman Foster, se levantaron unas carpas para la fiesta. “Eran transparentes, de forma que estabas protegido pero dentro del jardín, como si estuvieras cenando en una terraza. Los americanos dominan mucho la iluminación, tenue, perfecta para que la gente se encuentre favorecida”, cuenta Esteve.
Los invitados estaban citados a las 18:15 horas. No tenían ni que coger coche, porque habían sido alojados en uno de los tres hoteles cercanos a la plaza, entre ellos el Edition, de lo mejorcito de Nueva York. Allí, bajo la carpa, les esperaba un cóctel con delicatessen, jamoncito del bueno, música de jazz, flamenco… Poco después llegaron los vips, Preysler y Vargas Llosa, Sarah Jessica Parker, Carolina Herrera, Chelsea Clinton y el mítico Bono, pero no el cantante de U2, me refería a nuestro mítico Pepe Bono, nacido en Albacete. A las ocho comenzó a servirse la cena. Habló SJP, Richard Gere y también Silvestre Segarra, director general de Porcelanosa. A pesar de ello, la velada no se hizo pesada, dice Esteve, “parecía más una cena de celebración que de negocios".
Junto a la familia Colonques estuvo todo su equipo, entre ellos el director General de L´Antic Colonial, Mauricio Inglada, con su mujer Belén. También el arquitecto Fran Silvestre, el gerente de Vondom en EEUU, Toni Esteve, el interiorista Julio Guixeres (“nos trataron de una forma exquisita”, cuenta) y el cocinero Quique Dacosta, imagen de la firma. A las 10:15 terminó la fiesta. Los invitados recibieron de regalo un ejemplar de la novela “Travesuras de una niña mala”, una novela de amor del Premio Nóbel.

martes, 8 de septiembre de 2015

Celia Montaner

Este verano nos ha dejado Celia Montaner. A algunas el nombre os dirá poco, pero si preguntáis a vuestras madres seguro que la recuerdan. Fue la mujer que revolucionó el comercio de moda en Valencia, que modernizó la forma de vestir de nuestras madres y de algunas de nosotras. Eran los años ochenta, la década en la que este país se europeizó y modernizó. Entramos en los ochenta teniendo miedo a que nos viesen besar un chico en la calle y enlutando a las viudas. Salimos de ella yendo a la Ruta del Bakalao y animando a nuestras abuelas a que viajasen y, si se terciaba entregasen su corazón a otro hombre. En lo que al vestir se refiere, la década empezó con las mujeres haciéndose sus propios vestidos con telas que compraban en Julián López y acabaron poniéndose cinturones de Mosquino. Por el camino se dio el boom de las boutiques, la ropa de modista dejó paso al prêt-à-porter y a los diseñadores de renombre. Ahí es donde Celia Montaner jugó un papel decisivo en Valencia. En el 82 abrió su primera tienda en la calle Colón, que fue la entrada en Valencia de firmas tan arriesgadas entonces como Moschino, Thierry Mugler o Lolita Lempika. La sociedad estaba cambiando. La mujer estaba decidida a vivir su vida como le gustase a ella y no como los demás esperaban que la viviese. Por fin se liberaba de la opresión del qué dirán, para vivir su vida a su manera. Eso había que trasladarlo a la forma de vestir, que debía ser trasgresora. Celia educó ese nuevo gusto en muchas valencianas, que buscaban nuevos referentes porque los que habían tenido hasta entonces no les complacían. Era, además, una década en la que había dinero y ganas de gastarlo porque se tenía confianza en el futuro.
Celia no lo tuvo fácil. A principios de la década, las grandes firmas internacionales tenían poco interés en implantarse en España, un país al que el resto de Europa miraba por encima del hombro. Cuenta Rosa Morera que su madre, Rosa Faet, otra de las pioneras de la moda valenciana con su boutique Angora, tuvo que luchar mucho para traer firmas extranjeras como Valentino. “En toda España apenas había diez tiendas que traían moda de importación”.
Celia comenzó en los años sesenta en el negocio con trajes de novia y ajuar y uniformes para los colegios Domus y Jesús y María. En su primera tienda han vestido varias generaciones de mujeres, abuelas, madres e hijas. Trajo colecciones de Armani, Etro, Kenzo, Versace, abrió una boutique Fendi en la Calle Jorge Juan y más adelante una segunda tienda multimarca con su nombre en Jorge Juan.
Los que la conocieron, dicen que tenía un gusto exquisito.
Alejandra Montaner, su sobrina, cuenta que los proveedores valoraban su tremendo olfato para seleccionar firmas. Arriesgaba y viajaba sin parar en una época en la que no era común que la mujer trabajara. “Recorría India, Japón, Africa, Sudamérica y siempre traía alguna pieza especial, era incansable”, recuerda. Por lo demás, los ochenta fueron una década apasionante para el comercio de moda de lujo en Valencia liderado por mujeres avanzadas a su época como Claudina Peris, que abrió Dodicci en la calle Salvá.
Y años antes, Concha y Mercedes Freixa y Consuelo Vidal, con la mítica boutique Piccola en Poeta Querol, que entre otras, introdujo la colección de Courrèges, con esos suéteres de canalé con el logo bordado en colores ácidos como el rosa, amarillo o azul turquesa y que ahora se pueden volver a encontrar en la tienda Patos de Lourdes Verdeguer. Celia se jubiló y cerró la tienda en 1996, cuando Yanes se enamoró del local y le ofreció un traspaso.
Ocho años después, su sobrina Alejandra abrió la boutique Alejandra Montaner.