Hay momentos en la vida el los
que estás sola contigo misma y cae sobre tus hombros todo el peso de tu
circunstancia vital. Por ejemplo, en un examen, en una entrevista de trabajo,
ante el dulce acoso del chico que te daba un poco de grima y que consiguió
aquella noche acompañarte hasta tu casa y sabías que intentaría besarte y no
sabías como quitártelo de encima, o lo contrario, cuando eras tú la que tenía
que tomar la iniciativa porque aquel memo no se enteraba de nada...
Pero sola, sola de verdad, estás
cuando te metes en el probador y te enfundas un vestido de noche: cae la prenda
sobre tus hombros, ajustas la cremalleras, respiras y levantas la mirada: allí
estás tú frente al espejo y el puñetero vestido te saca tripa, te encoje los
hombros y te hace bajita...¡Jo pe!, con lo bonito que era en la percha... Y
claro, no le vas a contar eso a tu chico, ni a tu amiga que es más alta y
estilizada que tú. Tampoco es cuestión de que te eches allí a llorar como una
pava, si por lo menos tuvieses alguien con quien compartir tu desgracia.
Es entonces cuando echas de menos
a una buena modista, alguien que sepa reaccionar rápido y reste importancia al
desastre: saca un par de agujas, esconde la tripa, te tira un poco de arriba
para que notes que lo de los hombros tiene solución y te diga que con un par de
arreglitos vas a estar monísima.
En Valencia hay unos cuantos de
esos, no son muchos, pero los que son, son buenos: Marta de Diego, Juan Andrés
Mompó, Amparo Chordá, Presen Rodríguez, Alex Vidal, Valentín Herráiz, Enrique
Lodares, Javier Villajos,... tienen experiencia, oficio, saber hacer,
creatividad y algo muy importante, te dan confianza. Sabes que buscarán las
mejores piezas de tela, que el vestido estará tan impecable del derecho como
del revés, que hasta las costuras serán un primor y que la pinza del escote
estará precisamente allí donde tu cuerpo lo necesita.
Hasta hace bien poco, la costura
era el hermano pobre del fashion system. Las revistas se ocupaban de
diseñadores jóvenes con muy poca experiencia con el dedal que parían ropa
delirante, con colores y cortes imposibles y accesorios que parecían sacados de
una película de terror. La feminidad y el refinamiento de la costura clásica
eran valores trasnochados.
Afortunadamente, las mujeres, que
de tontas tienen un pelo, siguieron yendo a lo seguro en los momentos
importantes de su vida y gracias a eso Valencia sigue teniendo uno de los
mejores modistos y costureros de España. La novedad es que la sociedad está
empezando a reconocer su trabajo. Hace unos días, el Gremio de Sastres y
Modistas le dio a Juan Andrés Mompó el premio Aguja Brillante y esta semana
Presen Rodríguez ha inaugurado exposición en el IVAM.
A la inauguración del jueves
acudió el comisario de la exposición, Carlos García Calvo, Consuelo Císcar,
Miquel Navarro, Rafael Aznar, Cuchita Lluch, Nacho Gómez Trenor y Carolina, los
diseñadores Miquel Suay, Juan Andrés Mompó y Valentín Herráiz, la artista Nanda
Botella, el presidente del Colegio Mayor de la Seda, Vicente Genovés, Fernando
Giner, y clientas de toda la vida, que recurren a Presen para tener uno de los
fondos de armario más envidiables, como María José Albert o Isabel Aliño,
Margarita Garín, Blanca Fitera, Asunción Barberá, Elena García del Moral... el
IVAM se llenó de gente de amigos de Presen, gente del mundo del arte, clientas,
y toda la familia de la diseñadora, entre ellos sus hijos Maribel y José Cosme,
autor del videoarte que se proyecta en la exposición.
Hay que ver la colección de
vestidos de cóctel y fiesta, todos con el denominador común del color: negro y
blanco. La selección de García Calvo permite ver mejor las siluetas de los
vestidos, los escotes halter, las cinturas marcadas, los largos hasta los pies
y por la rodilla y los volúmenes y detalles que reflejan el amor de la
diseñadora por la alta costura.