Los títulos nobiliarios ya no son lo que eran. Sólo sirven
para engordar el ego de quienes lo ostentan que consideran un lujo ser capaces
de reconstruir su árbol genealógico desde Abderraman I hasta Alberto Fabra.
Algunos llegan a la tontería de defender que su sangre azul y cristiana nunca
se ha mezclado con la de la plebe, como si las señoras marquesas siempre
hubiesen sido unas chicas castas incapaces de hacer una locura con el mozo de
cuadras. ¿Qué sabrán ellos de lo que hizo su ta-ta-ta-ta-tarabuela en la alcoba
de palacio cuando el abuelo marqués estaba en las cruzadas o haciendo la pelota
al rey en la corte?. Hay que tener en cuenta que dada su endogamia, sólo con
que una de aquellas señoras hubiese cometido un desliz fuera del matrimonio,
toda su sangre ya está teñida de rojo plebeyo por los siglos de los siglos.
Tonterías a parte, lo cierto es que dan cierta envidia. No
por lo de la pureza de sangre, que es una monserga, sino porque debe de tener
su gracia saber qué hicieron tus abuelos en los tiempos de Cervantes. Te metes
en tu casona familiar, escudriñas los recuerdos de tus abuelas y recuerdas los
cotilleos de la familia que han ido pasando de boca en boca generación tras
generación. Y ya lo que debe de ser la repera es abrir un libro de historia y
verte allí la foto de tu antepasado montado en un caballo con la espada en
ristre, rodeado de un montón de soldados mirándole embelesados a la espera de
sus órdenes. Luego coges el libro, te vas cara a tu marido y le dices: “mira lo
que éramos los Pérez-García de Martínez-Sánchez cuando tú familia andaba por
ahí recolectando lechugas”.
Y ya lo que debe de ser la leche en bote es que tu dinastía no sea de la de unos marqueses de chicha y nabo, sino la de unos reyes que han
ocupado el trono desde los tiempos del Sacro Imperio Romano. De esos hay pocos,
muy pocos, quizás sólo uno: el Príncipe Davit Bragationi, último descendiente
de la Casa Real de Georgia. Los Bragationi reinaron en el país caucásico desde
el siglo IX hasta el XIX. Con la revolución Bolchevique tuvieron que exiliarse
y el padre de Davit se instaló en España, donde ya nacieron Davit y su hermano
Hugo.
Ayer estuvieron en el Ateneo de Valencia imponiendo la Orden
del Águila de Georgia y la Túnica
Inconsutil de Nuestro Señor Jesucristo, máxima condecoración de la casa real, a
Davit Magrazde y Nicolz Shengelaia, personalidades del país caucásico que
formarán parte de su próximo gobierno. Jo pe, confieso que lo de la Túnica
Inconsutil de Nuestro Señor Jesucristo sí que me ha dado envidia me pido una
para que mis biznietos puedan fardar de abuela ante sus amigos y pretendientes.
A la fiesta fueron personalidades como Andrés Salvador de
Habsburgo y Lorena, Archiduque de Austria, la Duquesa de Monte Alegre y Fernando Musoles y Martínez-Curt. Además, el príncipe impuso la Placa de la Orden de la Corona a la
presidenta del Ateneo Mercantil, Carmen de Rosa.
El viernes también celebró su fiesta nacional la comunidad
francesa que vive en Valencia. El cónsul honorario de Francia en Valencia y
Castellón, Pablo Broseta, invitó a un cóctel en L'Umbracle al que fueron los
cónsules de Panamá, Mónaco, Perú, Países Bajos y Estados Unidos, la delegada de
la Cámara Franco-Española de Comercio, Anne Marie Prades, Belén Lladró,
coroneles de la base de la OTAN, Jaime Esteban Cid, Director General de
Lanzadera y hasta mil invitados más.
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