Cada caballero que muere, es un caballero menos porque no tiene relevo. Juan Luis Gómez-Trénor era uno de esos caballeros. Uno de esos hombres que hacía sentir distinguida a cualquier mujer, independientemente de que fuese alta, delgada y estilosísima, o más bien chaparra y poca cosa. Eso es la caballerosidad: que te digan estés más guapa cada día, que te rellenen la copa, que se levanten de la silla cuando te ven llegar a la mesa, que te escuchen y entren en tu conversación haciéndote creer que les interesa mucho más lo que tú dices que el último fichaje del Valencia C.F.
Quedan pocos de esos y es una pena. Nada tiene que ver esto con el machismo pero sí con un feminismo mal entendido que reclama el mismo trato para hombres y mujeres. Que considera una ofensa el halago a la mujer y la exaltación de su belleza. Y al final ha pasado lo que ha pasado, que ya nadie te cede el paso y que el colega de turno te pone la copa delante de las narices para que seas tú quien se la llene de vino. Lo siguiente es el chiste soez, que puede resultar gracioso entre hombres, pero que cuando tú estás delante queda más chabacano que un eructo: te quedas ahí, con la sonrisa pintada en la cara y pensando, pero qué poca gracia tienes, guapito. Pero lo peor de todo está aún por llegar, como el tío se cree gracioso, suelta otro. El de al lado se engancha y suelta el suyo, tú intentas cambiar la conversación, pero ya es tarde, esto es un tsunami de grosería que te ha desbordado.
Probablemente nos lo hayamos buscado nosotras, pero no era esto lo que queríamos. Pretendíamos que no se nos tratara como a floreros, que no se nos vetase ante ciertos temas de conversación, que en cualquier evento social nuestro papel fuese algo más que el de lucir pierna y escote. Pero algo hemos hecho mal.
Aparte de la muerte de Gómez-Trenor, la noticia social de la semana en Valencia ha sido la falta de noticias. Enero acaba tan soso como empezó: con frío, lluvia y pocos saraos, a excepción de alguna vidilla cultural.
El lunes, el artista Jarr presentó en sociedad su nuevo catálogo “fallen angels2, con fotos de Zaibi, Paola Dominguín y textos de Alex Villar. La presentación reunió a un montón de amigos del artista, entre ellos la periodista Laura Grande, el presidente de la Fundación Bancaja Rafael Alcón, Alfredo Esteve, Begoña Llácer, los interioristas Julio Guixeres y Amelia Delhom, Encarna Roig (de Acosta), Mª José García y Mónica Duart, Begoña Albert, Amparo Ortuño de la Clínica Rahhal, Ana Ramírez y Lluís Nadal, Mª Dolores Enguix con Marcelo Soto (Óptica Climent), Josep Lozano, Ángeles Miguel (El vestidor vintage), el doctor Juan Antonio Murgui, el artista Claudio Zirotti y Trini García, Coté Soler y Javier Martinez-Rubio.
Al día siguiente, la artista Virginia Kelle presentó su última obra en la clínica dental Pons Soria con motivo de su treinta aniversario. En la presentación estuvo el peluquero Rafael Moreno, un artista de la tijera y el color, Coque Ruz y Gonzalo Abir de Tyris, Pilu Díez de Rivera, Patricia Sánchez de León, Desampa Gil, el Doctor Mira y los diseñadores Lucas Zaragosí y Adrián Salvador, de Siemprevivas.
Lucas y Adrián protagonizaron el último evento de la semana. Hablaron de sus nuevos proyectos en Mar de Avellanas invitados por La Rambleta y Cervezas Alhambra y anunciaron que a partir del próximo mes de febrero se mudan a un nuevo espacio en Pintor Salvador Abril 19. Entre los asistentesla chef Begoña Rodrigo, Ana Mansergas, Laura Grande y Ferrán Cano, Ángela Valero de Palma, Daniel Borrás, Eva Montesinos, Carmen Durán, Virginia Murcia, Ángela Pla, Meritxell Barberá de Taiat Dansa, Isabel Moreno y la fotógrafa Mara Cózar entre otros.
lunes, 30 de enero de 2017
lunes, 23 de enero de 2017
Uff, qué pereza
Sábado por la tarde. Paseas por el centro de Valencia. Hace frío, viento, llueve. Te cruzas con una pandilla de veinteañeros. Ellas con sus minifaldas y sus largas piernas y ellos con sus cabezas pobladas de pelo. Y tú, debajo de siete capas de lana cogida del brazo de tu Pepe, que hoy se ha puesto gorra para que no se le hiele la calva, y piensas: ¡uff, qué pereza tener veinte años!
Entonces llegas a casa, te pones cómoda y te tumbas en el sillón bajo una manta. Ves a tus hijos preparándose para salir y vuelves a pensar: ¡uff, qué pereza! Recuerdas aquellas noches de frio en El Carmen, en Cánovas o en la Plaza Xúquer, cuando cada vez que entrabas en un pub lo que más temías era que te diesen un pisotón porque tenías los dedos de los pies más fríos que los cubitos de la copa que te ibas a pedir. Así es que, despides a los niños y te vuelves al sofá con tu Pepe que desde hace años ya no protesta porque la calefacción esté muy alta.
Los años han pasado y nosotras ya no estamos para morirnos de frío entre pub y pub. Pronto vendrán noches mejores. Enero es un mes para cuidarse, para meterte en cintura y para planificar cuatro arreglos: un botox por aquí, un blanqueo dental por allá, una terapia de rayos de no sé qué demonios que se ha puesto de moda y que dicen que devuelve a tu cutis el brillo de una quinceañera…
El cirujano plástico Jesús Centeno, de la Clínica Sensabell, dice que el invierno es idóneo para las cirugías de remodelación corporal como la lipoabdominoplastia y la lipoescultura. “Ambas necesitan la utilización de prendas compresivas en el postoperatorio, de allí que sean preferibles para el invierno. En cirugía facial, la blefaroplastia y el lifting frontal también son cirugías de invierno, porque debido a la menor incidencia de rayos UVA, las bajas temperaturas y el estilo de vida más sosegado, la recuperación suele ser más rápida y la inflamación prácticamente mínima.”
En este mundo de la estética siempre hay novedades. Ana Joudí, de la Clínica Zaharawi, recomienda varios tratamientos para rejuvenecer: Ellanse, unas inyecciones de relleno reabsorbibles de larga duración que reafirman, generan colágeno y no cambian la estructura del óvalo facial y los hilos Silhouette soft, “son reafirmantes pero sin dejar volumen antinatural en la cara, eliminan arrugas profundas y surcos y duran un año aproximadamente. Es el tratamiento preferido por las celebrities”.
La clínica Sesderma, del doctor Gabriel Serrano, acaba de incorporar Ulteraphy, un procedimiento no invasivo para tensar la piel de cara y cuello. “Ulteraphy trabaja mediante ultrasonido para lograr un tensado en la piel de cara y cuello, levanta cejas, las mejillas, elimina la grasa de la papada y no deja ninguna cicatriz. Sus resultados son visibles y se obtienen mediante mecanismos naturales”.
El Instituto Médico Ricart, en la Clínica Quirón, también recomienda Ultherapy como alternativa al lifting facial, además de tres tratamientos faciales. El láser IPL Ellipse para unificar el tono de la piel y eliminar manchas y rojeces; la mesoterapia blanqueante para las manchas más oscuras y el peeling químico de fenol, que “disminuye las arrugas profundas, elimina cicatrices y manchas, estimula la producción de colágeno y disminuye la flacidez”, dice José María Ricart.
Una boca cuidada también puede rejuvenecer el aspecto. En Asensio odontología acaban de incorporar el nuevo equipo de blanqueamiento de Phillips Zoom a sus técnicas de rejuvenecimiento dental. La doctora Lucía Asensio dice que el tratamiento no tiene nada que ver con los de antes: se puede elegir la intensidad del blanqueamiento y en solo 45 minutos consigue unos resultados espectaculares.
lunes, 16 de enero de 2017
Valencianos por el mundo
Cuando Ángela Channing y J.R. Ewing dirigían con mano de hierro sus imperios, lo hacían desde despachos decorados con muebles y lámparas valencianas. Cada vez que Chao-li, el mayordomo de Ángela Channing, abría la puerta a un invitado, los valencianos sentíamos orgullo de que en aquel majestuoso hall hubiese muebles valencianos. Mariner, Hurtado, Giménez, Mariano García… hacían unos muebles y lámparas dignos de figurar en el inventario del testamento de una abuela pastosa.
En aquella estética encajaba como anillo al dedo la fallera o el Quijote de Lladró y los tres hermanos de Tavernes convirtieron su apellido en la marca española más conocida en Estados Unidos. Todo aquello se fue al garete con la cultura del usar y tirar que en el mundo de la decoración ha capitaneado Ikea. Y claro, una figura de Lladró queda regular tirando a mal sobre una cómoda Malm.
La creatividad valenciana vive malos tiempos. No porque esté enferma, sino porque no encuentra canales para expandirse. Se hacen cosas buenas, algunas muy buenas, pero falta una industria potente que las apoye y unos canales de comercialización que los sitúen en los escaparates de las grandes ciudades. Lladró lo ha intentado. Le ha dado a sus diseños más vueltas que a un pollo en un asador. Ha sacado menaje de cocina, lámparas, bisutería, velas, y ha contratado a diseñadores estrella como Jaime Hayón, que creó una colección súper chula que llegó a exponerse en 2007 en Colette, una de las tiendas parisinas que crean tendencia en todo el mundo.
Pero en ese cambio se quedaron a mitad camino y mantuvieron las colecciones anteriores, quizá porque no se atrevieron a perder su identidad. Fichaban a diseñadores estrella pero no les dejaban cambiar radicalmente el producto, y eso generó mucha confusión en la marca. Una semana pasabas por el escaparate de la tienda de Poeta Querol y veías la figurita The guest de Jaime Hayón personalizada por Rolito o Paul Smith, y la semana siguiente, un enorme dragón chino o inocentes pastorcillas de rostros dulces. Dicen que el peor camino posible es el de en medio. O te lanzas a la vanguardia o te quedas con la tradición. Ahí tienes a Loewe, que puestos a modernizar, no sólo ha renovado el producto, sino el logotipo, las bolsas de papel, las campañas de publicidad, la decoración de las tiendas y hasta el uniforme del equipo.
Hay que recuperar el terreno perdido. Y hay talento para hacerlo. Ahí está Juan Vidal, que vistió a la novia de Ronaldo en la gala de la FIFA y podría llegar a convertirse en una firma internacional a poco que algún inversor apostase por ella. O la firma Onesixone, del valenciano Adrián Salvador, finalista en los Premios Nacionales de Artesanía 2016, unos bolsos exclusivos, de los que sólo se hacen 161 unidades, y que cada año cuentan con la colaboración de un artista internacional. O Alejandro Resta, que acaba de abrir tienda en Qatar, donde las jequesas se mueren por uno de sus vestidos joya. O las joyas de Vicente Gracia, valoradas como obras de arte en los círculos más tas de Londres, NY o Milán.
Por lo demás, la sociedad valenciana está como el tiempo, frío y desapacible. Enero es un mes para encerrarse en casa, taparse con una manta y esconder los espejos para que no delaten los excesos navideños. Esta semana la única excusa para ponerse mona y dejarse ver ha sido la exposición de fotos de la Fundación Pequeño Deseo en las Cervezas del Mercado de Colón. En la fiesta se bebió cerveza y se probaron las tapas de Manuel y María Querol, ganador y finalista de MasterChef Junior. Allí estuvo la periodista Carmen Alcayde, la interiorista Susana Lozano, el torero Vicente Barrera, además del doctor Mira, María José Escrig y Teresa Badía.
La creatividad valenciana vive malos tiempos. No porque esté enferma, sino porque no encuentra canales para expandirse. Se hacen cosas buenas, algunas muy buenas, pero falta una industria potente que las apoye y unos canales de comercialización que los sitúen en los escaparates de las grandes ciudades. Lladró lo ha intentado. Le ha dado a sus diseños más vueltas que a un pollo en un asador. Ha sacado menaje de cocina, lámparas, bisutería, velas, y ha contratado a diseñadores estrella como Jaime Hayón, que creó una colección súper chula que llegó a exponerse en 2007 en Colette, una de las tiendas parisinas que crean tendencia en todo el mundo.
Pero en ese cambio se quedaron a mitad camino y mantuvieron las colecciones anteriores, quizá porque no se atrevieron a perder su identidad. Fichaban a diseñadores estrella pero no les dejaban cambiar radicalmente el producto, y eso generó mucha confusión en la marca. Una semana pasabas por el escaparate de la tienda de Poeta Querol y veías la figurita The guest de Jaime Hayón personalizada por Rolito o Paul Smith, y la semana siguiente, un enorme dragón chino o inocentes pastorcillas de rostros dulces. Dicen que el peor camino posible es el de en medio. O te lanzas a la vanguardia o te quedas con la tradición. Ahí tienes a Loewe, que puestos a modernizar, no sólo ha renovado el producto, sino el logotipo, las bolsas de papel, las campañas de publicidad, la decoración de las tiendas y hasta el uniforme del equipo.
Hay que recuperar el terreno perdido. Y hay talento para hacerlo. Ahí está Juan Vidal, que vistió a la novia de Ronaldo en la gala de la FIFA y podría llegar a convertirse en una firma internacional a poco que algún inversor apostase por ella. O la firma Onesixone, del valenciano Adrián Salvador, finalista en los Premios Nacionales de Artesanía 2016, unos bolsos exclusivos, de los que sólo se hacen 161 unidades, y que cada año cuentan con la colaboración de un artista internacional. O Alejandro Resta, que acaba de abrir tienda en Qatar, donde las jequesas se mueren por uno de sus vestidos joya. O las joyas de Vicente Gracia, valoradas como obras de arte en los círculos más tas de Londres, NY o Milán.
Por lo demás, la sociedad valenciana está como el tiempo, frío y desapacible. Enero es un mes para encerrarse en casa, taparse con una manta y esconder los espejos para que no delaten los excesos navideños. Esta semana la única excusa para ponerse mona y dejarse ver ha sido la exposición de fotos de la Fundación Pequeño Deseo en las Cervezas del Mercado de Colón. En la fiesta se bebió cerveza y se probaron las tapas de Manuel y María Querol, ganador y finalista de MasterChef Junior. Allí estuvo la periodista Carmen Alcayde, la interiorista Susana Lozano, el torero Vicente Barrera, además del doctor Mira, María José Escrig y Teresa Badía.
lunes, 9 de enero de 2017
Psicología de las rebajas
La diferencia entre salir de compras e ir de rebajas es la misma que entre ir a un cóctel o a una discoteca en busca de plan para esa noche. En el primer caso vas mona, relajada y dejándote ver. Si se presenta la ocasión bien, y si no también, al fin y al cabo, si vuelves a casa con las manos vacías, no pasa nada. Pero cuando vas guerrera a una discoteca, es otra cosa: volver a casa con las manos vacías te generaría una enorme frustración. Así es que sales de casa ya preparada, concienciada cual tigresa en busca del pan de sus cachorros. Una vez en el campo de batalla, agudizas la vista y el oído. Oteas el horizonte, detectas a tu presa, estudias el entorno, la competencia, sus posibles escapatorias… Y cuando todo eso está controlado: ¡zas!, te echas sobre esos zapatos que has estado vigilando. Sólo quedan un par de tu talla, y ahí hay decenas de mujeres como tú, les miras los pies, muchas deben de calzar tu talla. En cualquier momento, una de ellas se te puede adelantar. Pero no, no lo conseguirá, ahí estás tú dispuesta a lo que sea para no volver a casa con las manos vacías.
Las dependientas, que en las compras de temporada son tus amigas por un rato, las que te asesoran, te preguntan por el trabajo y los niños, te sacan una talla y otra, te acompañan al probador… En rebajas son un elemento más del entorno. Están allí para evitar el caos y asegurarse de que se cumplen las reglas del juego. No esperes de ellas que te ayuden a cazar a tu presa y vayan a buscarte una talla, porque si no la cazas tú, otra lo hará y ellas no son quienes para tomar partido.
Cuando eres joven te gusta la guerra, la discoteca, la ley de la más fuerte. Conforme te haces mayor, te encuentras más a gusto en un cóctel. Sin agobios, si alguien quiere algo, que se lo curre. Que te haga ojitos, se acerque, te traiga una copa de champán y te dé una conversación divertida. Quieres que las dependientas actúen como anfitrionas, que te presenten a ese chico que ha despertado tu interés y que te echen una mano los primeros minutos hasta que decides si te gusta más el bolso rojo o el azul. Cuando sales de la tienda en temporada, es como si hubieses estado en un cóctel. Sales relajada y cuidada, con la sensación de que te han seducido con todos los sentidos. Cuando sales de la tienda en rebajas, sales destrozada, rendida, en busca de una terraza que de reposo a tus destrozados huesos.
El martes pasado, Silvia Escolá y Amparo López invitaron en su tienda Ampasi a uno de esos cócteles que dan sentido a tu monótona vida desde tres días antes. Lo hicieron para presentar la colección de joyas Eva Kay, unos collares, pendientes y pulseras de aire egipcio que combinan piedras semipreciosas, cristal checo y piezas bañadas en oro de lo más estilosos. Todo estuvo de lo más cuidado: los invitados, la comida japonesa del restaurante Komori y los vinos de Javier Monedero, de Dicoval. Allí estuvo la diseñadora de la firma, Eva Caidas, con las anfitrionas, Silvia y Amparo y sus maridos Pablo Serratosa y Germán Ros, y un centenar de invitados, entre ellos el doctor José Miguel Láinez con su mujer Silvia Dionís, Jorge Martí, la joyera Trini Gracia, Patricia Montoro, la galerista Ana Serratosa, Manolo Ríos y Arantxa Vinaixa, Alfredo Montoro y la artista Nanda Botella, Santi Pérez Manglano, Mayrén Beneyto, Carolina de Gregorio, Esther Martín, Makela Forcada, Misuka Corbí, los Gómez Lechón, Mario Mariner, Pablo y David Escolá, María José Ferrer Sansegundo, José Tamarit y Ana Valero, de la mejor tienda de ropa que tiene Valencia, Chapeau. También estuvo Cuchita LLuch, que aunque ahora vive en Madrid con su marido Juan Echanove, en cuanto puede vuelve a Valencia a pasar unos días.
Las dependientas, que en las compras de temporada son tus amigas por un rato, las que te asesoran, te preguntan por el trabajo y los niños, te sacan una talla y otra, te acompañan al probador… En rebajas son un elemento más del entorno. Están allí para evitar el caos y asegurarse de que se cumplen las reglas del juego. No esperes de ellas que te ayuden a cazar a tu presa y vayan a buscarte una talla, porque si no la cazas tú, otra lo hará y ellas no son quienes para tomar partido.
Cuando eres joven te gusta la guerra, la discoteca, la ley de la más fuerte. Conforme te haces mayor, te encuentras más a gusto en un cóctel. Sin agobios, si alguien quiere algo, que se lo curre. Que te haga ojitos, se acerque, te traiga una copa de champán y te dé una conversación divertida. Quieres que las dependientas actúen como anfitrionas, que te presenten a ese chico que ha despertado tu interés y que te echen una mano los primeros minutos hasta que decides si te gusta más el bolso rojo o el azul. Cuando sales de la tienda en temporada, es como si hubieses estado en un cóctel. Sales relajada y cuidada, con la sensación de que te han seducido con todos los sentidos. Cuando sales de la tienda en rebajas, sales destrozada, rendida, en busca de una terraza que de reposo a tus destrozados huesos.
El martes pasado, Silvia Escolá y Amparo López invitaron en su tienda Ampasi a uno de esos cócteles que dan sentido a tu monótona vida desde tres días antes. Lo hicieron para presentar la colección de joyas Eva Kay, unos collares, pendientes y pulseras de aire egipcio que combinan piedras semipreciosas, cristal checo y piezas bañadas en oro de lo más estilosos. Todo estuvo de lo más cuidado: los invitados, la comida japonesa del restaurante Komori y los vinos de Javier Monedero, de Dicoval. Allí estuvo la diseñadora de la firma, Eva Caidas, con las anfitrionas, Silvia y Amparo y sus maridos Pablo Serratosa y Germán Ros, y un centenar de invitados, entre ellos el doctor José Miguel Láinez con su mujer Silvia Dionís, Jorge Martí, la joyera Trini Gracia, Patricia Montoro, la galerista Ana Serratosa, Manolo Ríos y Arantxa Vinaixa, Alfredo Montoro y la artista Nanda Botella, Santi Pérez Manglano, Mayrén Beneyto, Carolina de Gregorio, Esther Martín, Makela Forcada, Misuka Corbí, los Gómez Lechón, Mario Mariner, Pablo y David Escolá, María José Ferrer Sansegundo, José Tamarit y Ana Valero, de la mejor tienda de ropa que tiene Valencia, Chapeau. También estuvo Cuchita LLuch, que aunque ahora vive en Madrid con su marido Juan Echanove, en cuanto puede vuelve a Valencia a pasar unos días.
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