viernes, 30 de octubre de 2009

El chic parisino, en la plaza del Patriarca

Yo no sé qué demonios hacen las parisinas para resultar tan elegantes y sofisticadas. Se ponen unos vaqueros, una camiseta blanca y un pañuelo de seda al cuello y sin apenas maquillaje están monísimas de la muerte. ¡Cómo las odio! Si el secreto estuviera en la ropa o fuera tan sencillo como gastarte mil euros en un Lanvin o YSL… Pero no, ese chic parisino no se puede comprar ni en Hermès ni en Loewe, qué fastidio. O lo tienes, o no lo tienes. Es una forma de caminar y moverse, un encanto natural que desprenden y esa capacidad para manejar las armas femeninas de seducción, desde la mirada hasta el contoneo de caderas.
Los buenos modistos suelen soñar con ese tipo de mujer. Les gusta vestir a mujeres seguras de sí mismas, mujeres que caminan con los tacones como si llevasen zapatillas de andar por casa y que no se sienten extrañas con un tocado o sombrero en la cabeza. Al valenciano Enrique Lodares se le nota a la legua que le chiflan las mujeres así, sofisticadas, hiperfemeninas y algo inaccesibles. Como diría yo… como Bette Davis o Joan Crawford, las divas del cine clásico de los cincuenta.
Lodares inauguró este jueves su nuevo taller de costura –o debería decir atelier- en la calle La Paz, en un primer piso de un edificio centenario, rodeado de antigüedades, trampantojos y muebles clásicos. Ahora no tiene un punto de venta abierto al público, como antes en Marqués de Dos Aguas, pero a cambio podrá trabajar mejor en lo suyo, la costura a medida.
Para celebrar la inauguración, organizó un desfile como en los talleres de costura en el París de los años 50: dentro del nuevo taller y con sus clientas de toda la vida. Su desfile del jueves fue un recorrido por la costura clásica francesa, su obsesión favorita: trajes chaqueta remarcando cintura, abrigos de sedas lujosas, tocados, escotes, pamelas, lazos… Los tejidos, exquisitos, y la costura, impecable.
La mujer de Lodares es elegante, chic, y muy femenina. Con un punto distante, como inalcanzable; frágil subida a unos tacones de diez centímetros, pero con una personalidad fuerte que le hace caminar despacio, como para que la observen. Hija, sí, después de ver a las modelos de Lodares, te miras al espejo y piensas, uff, pero qué básica y simple que soy…
Lodares es tan parisino como un carré de Hermès. Precisamente esta semana, Hermès organizó un evento en su tienda de la Plaza del Patriarca para enseñar a llevar sus pañuelos de seda. María Angeles Miguel sacó un baúl lleno de chales, corbatas, pañuelos, fulares y a todo aquel que pasaba por la puerta le invitaba a sacarse una foto con uno de ellos. Una estilista de Vogue ayudaba a ponerse el pañuelo y posar y me cuentan que posaron niños, adultos, abuelitos y hasta un perro ¡qué fuerte! A cada uno le regalaron un “petit journal de la soie”, un desplegable con fotos de parisinas llevando carrés de Hermès, a cual de todas más estilosa, claro.
Me pregunto que harán con el pañuelo que le pusieron al perro y si alguna espabilada se fue con uno al cuello, como quien no quiere la cosa. ¡Vamos, como para devolverlo al cesto! Las fotos se han tomado en varias tiendas españolas de Hermès y las más chulas se publicarán en el Vogue de diciembre. Apuesto a que ponen varias de Valencia, porque la Plaza del Patriarca es ideal y además salió un día de sol precioso.
Ay, París, París. A Valencia le gusta París y eso se nota. Muy cerca de Hermès ha abierto Le Parisien, una panadería-pastelería que como su nombre indica no puede ser más francesa: baguettes, pan con pasas, tomate, castañas… umm, ¡très chic!
Desde luego, si hay una zona de Valencia comparable a la Rue Cambon o Saint Honoré es la plaza del patriarca y sus alrededores. Allí no sólo se concentra el mayor número de firmas francesas: Hermès, Vuitton, Bonpoint, Loewe -¡inaugurará algún día su nueva tienda, qué ganas!-, sino también tiendas valencianas con mucha clase, como Cristina, que acaba de reformar la fachada y ha quedado de lo más coqueta.

jueves, 22 de octubre de 2009

Yo quiero ser como Agatha

Los más conspícuos diseñadores valencianos, es decir los que por caprichos del destino y de alguien más no desfilan en la Semana de la Moda de Valencia, han montado esta semana un sarao en el IVAM para hacer socia de honor de su “club”, es de decir de DIMOVA, a Agatha Ruiz de la Prada; que para algo es una de las más conspícuas –me encanta utilizar palabra porque me da un aire de escritora de novelas profundas- diseñadoras españolas, además de buena amiga de Francis Montesinos que es lo más de lo más –traducción pija, tipo Ric Costa, de “conspicuo”- del diseño valenciano.
Agatha se presentó vestida de fachada de edificio: medias de color rosa con estampado de ladrillo cara vista, vestido de seda a juego y en el pelo una diadema con cuatro lazos de regalo. Confieso que a mi no se me pasaría por la cabeza semejante estridencia. Pero confieso también que a estas alturas de la vida me encantaría tener lo que hay que tener, que no sé lo que es, para enfundarme en uno de sus modelos.
Hace años esta mujer me sacaba un poco de mis casillas, porque lo suyo me parecía una frivolidad impropia de quienes queríamos elevar la moda a rango de arte. La moda es algo serio, pensábamos. Pero tras muchos años y cientos de desfiles, a esta mujer hay que reconocerle una rebeldía envidiable en un mundo que rara vez se sale de la norma que marcan unos pocos.
Con ella me ha pasado un poco lo que con el cine, que cuando eres jovencita entiendes que sólo las películas sesudas y lentorras de Bergman y compañía, tienen categoría de arte, mientras que las comedias de William Wyler son ocurrencias de quien no da para más. Pero pasan los años y acabas abrazando a quien te hace reír, a quien te transmite optimismo y una visión desenfadada de la vida. Y eso es lo que hace Agatha, poner color en un mundo gris y negro, y eso ayuda a convivir con esta endemoniada crisis que parece no acabar nunca. Por eso hago desde aquí un juramento solemne tipo Scarlatta O’Hara: “A Dios pongo por testigo que no me iré de este mundo sin presentarme en la recepción del 9 de Octubre, en el Palau de la Generalitat, con un vestido de Agatha Ruiz de la Prada”.
En la fiesta del IVAM estuvieron, entre otros, el conseller Rafael Blasco y su mujer Consuelo Císcar. También se dejó ver por allí Alberto Catalá, presidente de Feria Valencia, Silvia Ordiñaga, directora general de Comercio; la presidenta del Palau de la Música Mayrén Beneyto; la directora de la Ciudad de la Luz, Elsa Martínez, y los grandes del diseño valenciano: Francis Montesinos, Presen Rodríguez, Dolores Cortes, Miquel Suay, Valentín Herraiz, Javier Villajos, Juan Andrés Mompó Carlos Haro y Ramón Gurillo, una joven promesa de Picassent que acaba de desfilar en Londres y del que ha hablado el mismísimo New York Herald Tribune y el New York Times.
Por cierto, Enrique Lodares, que también estuvo en el cóctel de Dimova, inaugura esta semana su nueva tienda taller en la calle la Paz y ha preparado un desfile al estilo de los antiguos Ateliers franceses: con pocas clientas y dentro de la tienda. El último desfile también lo hizo en su tienda de Marqués de Dos Aguas. “Quise hacerlo como en la costura en los años cincuenta, cuando los desfiles se hacían dentro de los propios salones, en un espacio íntimo”. Lodares ambientó el desfile con música de jazz tranquila e hizo desfilar a las modelos como en los desfiles de antes, cuando eran maniquíes. Fue una pasada. No es lo mismo ver a una chica sobre la pasarela a cincuenta centímetros de distancia, donde puedes apreciar hasta los detalles más pequeños.
Lo que está claro es que en Valencia hay mucha moda más allá de la oficial Semana de la Moda. Sin ir más lejos, el martes se celebra otro desfile en el Palacio de Congresos de Valencia para presentar los últimos productos de peluquería de L´Oréal Professionnel. Las modelos llevarán diseños de Juanjo Oliva –uff, me encantan sus vestidos de fiesta, super sofisticados y elegantes- y estarán peinadas por Pelegrín y el salón de belleza Tony & Guy.

jueves, 15 de octubre de 2009

La revolución de los pobres

Los mil euristas hace tiempo que apenas se distinguen de los asquerosamente ricos en la forma de vestir. Antaño, si tu padre tenía pasta se notaba porque tú llevabas unos Levis etiqueta roja; si tenía un buen pasar, los llevabas etiqueta naranja; y si en casa iban justitos, le las arreglabas con los Quenk. Por eso Zara fue una revolución: porque ha conseguido que un cuatro chavos y mucho gusto, puedas ir la mar de mona sin que se note que no llegas a fin de mes.
Esa es una de las grandes revoluciones de nuestra época: la de que los ricos chinchen y rabien porque ya no hay que los distinga de las clases medias, y ahora andan montando clubs para al menos reconocerse entre ellos.
Esa revolución la empezaron los suecos de H&M y Amancio Ortega con Zara. Luego los de Ikea se la llevaron al mundo de los muebles. Y ahora Mercadona está llevándola al mundo de los potingues y las cremitas. Popularizar la calidad, esa es la meta; productos buenos a precios asequibles hasta para la hija de una divorciada mileurista mal avenida con su ex marido.
Lo último que ha lanzado Mercadona es una línea de productos para el pelo desarrollados por el peluquero Tono Sanmartín. La colección no tiene nada que envidiar a otras líneas que llevan nombres de peluqueros ingleses o franceses. Lo que pasa es que a veces somos tan snobs, hija, que nos parece que lo de fuera va a ser mejor. Mercadona y Tono Sanmartín se han ido a los proveedores de las mejores firmas de cosmética capilar, sólo que en lugar de comprar 10.000 kilos de queratina, por poner un ejemplo, pues han comprado varias toneladas, porque fíjate la de puntos de venta que tiene Mercadona. Y así han conseguido unos champús y lociones y acondicionadores que se venden por menos de tres euros, pero que tienen la misma calidad que otros productos que se están vendiendo por 30, con los mejores activos e ingredientes cosméticos.
La colección tiene productos para todo tipo de cabello: rizado, liso, dañados, rebeldes, sin volumen… Y los productos para niños son ideales, hay hasta gomina para niños a partir de 3 años. Lástima que los envases no sean más modernos, se nota que no han querido invertir mucho en diseño para ajustar el precio al máximo.
Y mira tú por donde, lo que ha hecho Mercadona con los ingredientes de las cremitas para el pelo es exactamente lo que hizo Amancio Ortega con materias como el cashmere. Antes, para encontrar un suéter de cashmere tenías que ir Prada, a Gucci o a firmas super elitistas y carísimas como Malo o Cruciani, que nunca bajaban de los 400 euros. Pero hete aquí que Amancio se va al mismo proveedor de cashmere de Cruciani y le dice que en lugar de los 1000 suéters que produce Cruciani al año, él va a producir un millón, y que si le rebaja considerablemente el coste, le comprará a él toda la materia prima. Con el volumen que maneja Amancio, puede bajar tanto los precios que hasta el cashmere pasa a estar al alcance de todos los bolsillos.
Los peluqueros están que trinan con los productos para el pelo de Mercadona. Se ha acabado eso de que vayas a cortarte las puntas dispuesta a gastarte 15 o 20 euros y, entre cotilleo y cotilleo, te dicen que necesitas una mascarilla de 25 euros porque tienes el pelo fatal y tú por no decirle que no a la cajera o por miedo a que te llamen tacaña, vas y te lo llevas y te acaban devolviendo el recibo del gas por culpa de la puñetera cremita para las puntas. Con los productos de Tono Sanmartín, que son una pasada, en lugar de 25 te gastas 3 euros.
La misma empresa valenciana que ha producido los productos de Tono Sanmartín, distribuye el último perfume de Francis Montesinos, que se presentó esta semana en su boutique de la calle Conde Salvatierra. El perfume se llama Alba y la presentación estuvo amenizada con una albà cantada por Mª José Peris, champagne con fresas, bombones y macaroons. todo tan goloso como el nuevo perfume, que huele a regaliz, vainilla, frutas y flores.

miércoles, 7 de octubre de 2009

La princesa curranta

Carla Royo Villanova, esposa de Kubrat de Bulgaria y Princesa de Panagyurishte, estuvo esta semana en Valencia para presentar su nueva línea de cosmeticos, Carla Bulgaria Roses Beauty. Cuando recibí la invitación, pensé que Carla vendría hecha un pincel y posaría delante de un photocall sin mezclarse con el populacho. Nada más lejos de la realidad. La princesa llegó a las 8 de la mañana al hotel Hospes, donde se presentaban los productos. Vestida con pantalón y camiseta de algodón, se arremangó y empezó a poner cremitas a todas las señoras que se le ponían a tiro. ¡Qué fuerte! Vamos, es que la gente estaba alucinada, no se lo podía ni creer. “Hija, si es que hasta me ha dado un masaje en las sienes, y además lo hace fenomenal”.
Entre las asistentes, Clara Paya, Maria Angeles Miguel, Belita Botella, Maria Angeles Fayos, Maria Jose Pechuan, Esther Barrera, Carmina Durán, Mayte Sebastía… Todas escucharon sin pestañear las explicaciones de la princesa. Y es que Carla está tan convencida de las bondades de sus cremas y lo transmite tan bien, que más de una se fue directa al Corte Inglés a por el lote completo. Desde luego, esta chica es el mejor marketing para su producto.
Carla rompió el tópico de que las princesas viven del cuento. Estuvo todo el día explicando las bondades de la rosa de Bulgaria, contando cómo sus cremas calmaron una picadura de medusa a su hijo pequeño; atendiendo las preguntas de las pesadas de la prensa y volviendo manos a la obra: aquí te desmaquillo, aquí te pongo un antiojeras y aquí un tónico facial, mientras repetía incansable lo fantásticos que son sus potingues. Vamos, que la pobre ni paró para comer: de verdad de la buena que un sándwich club con unas patatas pachuchas se quedó esperando en una mesa. ¡Qué dura es la vida de las mujeres!
La vida moderna es así, hasta las princesas tienen que ponerse a trabajar para ayudar a mantener a la familia. Por cierto, las cremas no están nada mal. El gel calmante tiene un efecto lifting inmediato y te deja la piel de lo más fresca y rosada. Según Carla, la rosa de Bulgaria tiene efectos calmantes, hidratantes, reafirmantes, antiinflamatorios, cicatrizante, antioxidante, antiséptico, antibacteriano y antiestrías y un montón de propiedades más.
Junto a las cremas de Carla, se presentó en el mismo hotel una web de alquiler de vestidos de lujo. Como lo oyen. En http://www.24fab.com/ puedes alquilar vestidos de fiesta de Marchesa, Alessandro dell’Acqua, y tocados del famoso Philip Treacey. La web funciona de la siguiente manera: entras y eliges hasta cuatro vestidos. Te los envían a casa previo pago de una fianza de 200 euros –que luego te devuelve, claro-. Te pruebas los vestidos, eliges el que se gusta y se necesita algún arreglo de largo o de manga, lo señalas tú misma con unas agujas que te envían en el mismo paquete. Lo devuelves y te lo envían de nuevo perfectamente adaptado y listo para lucir en una boda, fiestón o un evento social donde tengas que impactar. Sólo una pega: la talla más grande es la 42 y abundan las 38.
El precio de alquiler suele ser un 10% del precio de venta del vestido. Por ejemplo, un vestido de Josep Font –del que por cierto, Carla es imagen- de 1.100 euros, se alquila por 185. La mayoría de los vestidos que se alquilan son de esta temporada. Los de otras temporadas se rebajan y se venden como en cualquier otra tienda online.
La idea de esta web de alquiler es de Anabel Zamora, una mujer de medidas impresionantes que conoce bien el mundo de la moda; fue directora de moda de la revista Elle y directora de comunicación de Loewe, además de trabajar en consultoras de moda. Anabel dice que la idea está funcionando muy bien. En seis meses han alquilado 240 vestidos y sólo han tenido una incidencia: un vestido que devolvieron en condiciones desastrosas, con manchas de vino, licores y comida. “Debió ser una noche loca”, cuenta Anabel. Fue un caso excepcional, porque las mujeres suelen cuidar los vestidos. Luego se llevan a la tintorería, y ¡listos para volver a alquilar!

A vender muebles por soleares

Cuatro chicas provocativas enseñando más de lo que permite el buen gusto puede que siga siendo suficiente para atraer a los hombres -¡¡¡qué básicos Dios mío!!!- pero ya no sirven para atraer a los compradores en una feria. Ahora el negocio se ha sofisticado. Si quieres vender, tienes que dar mucho más: estilo, carácter, seducción, un barniz cultural y, desde luego, mucha emoción.
En la Feria del Mueble se han dado cuenta y han decidido renovarse o morir. Para empezar, han cambiado de nombre: Antes, feria del mueble –¡uff, qué simplón!-; ahora, ‘ideas y pasión’, un concepto de lo más glamouroso. Los autores del cambio han sido los chicos de Cul de Sac, que se lo tienen un poco creído, pero con razón. Suya fue la inauguración de una tienda Bulgari en Milán, el proyecto de la joyería de Trini Gracia y la inauguración de HM en Colón.
La feria ha cambiado el nombre y también de logotipo. Tras mucho darle vueltas, los creativos han llegado a la conclusión de que no podemos ganar a los italianos en el diseño, ni a los franceses en la sofisticación y elegancia… Si en algo destacamos los españoles es en el genio, la pasión y la raza, ¡ole que sí! Fíjate cómo son las cosas: tantos años despreciando la España cañí, gitana y flamenca, y ahora resulta que lo más moderno del mundo mundial es el toro de Osborne
Otro de los cambios que necesitaba la feria era sacarla del recinto ferial y acercarla a la ciudad. Desde luego, es más divertido pasear frente a los escaparates de Vuitton que del Hotel Feria. Solución: escogieron la Plaza más pija de Valencia, la del Patriarca, para la fiesta de inauguración, a la que llamaron “Noche Española”. Cubrieron toda la plaza con una carpa y la ambientaron con música y baile flamenco. Los guitarristas tocaban desde uno de los balcones de la Iglesia del Patriarca, mientras las bailaoras actuaban sobre una pasarela a cuatro metros de altura: la cola de sus vestidos eran las cortinas que iban descubriendo el espacio. Vamos, nivelazo de fiesta.
El público, distinto al habitual: compradores, expositores, modernos y muy pocos políticos. Un ambiente más serio y menos petardo que otras fiestas. Bueno… salvo excepciones. ¿Qué pintaba Rappel en una fiesta tan glamourosa? Me quedo tranquila cuando me explican que acompañó al presidente del colegio de arquitectos, al que le une amistad gracias al club de rotarios. ¡uff, menos mal!
La fiesta española no fue la única de la semana. El lunes, una de las firmas valencianas de mueble más internacionales, Andreu World inauguró una exposición en el Mercado de Colón. Esta gente de Andreu, de Torrent de toda la vida, empezó a innovar cuando muchos creían que eso consistía en cambiar a la mujer por la secretaria y ahora exportan el sesenta por ciento de sus sillas, así es que la crisis les afecta pero menos. Allí estaba el heredero de la saga, Melchor, “super-melchor” para los amigos, un poco mosca porque había canapés hechos con tinta de calamar y pensó que eso podía ensuciar los dientes de sus invitados… No me digan que eso no es estar pendiente de los más mínimos detalles.
Las fiestas se han sucedido durante toda la semana: el estudio de Verónica Montijano organizó una exposición denominada “Rojo” con piezas de diseño español de Javier Mariscal, Dalí, Patricia Urquiola, Vicky Martín Berrocal, Manolo Blahnik, Rafael Catalá y Jaime Hayón para Lladró. Todo muy ibérico, hasta el jamón.
El jueves, Martínez Medina –Mobisa- organizó un Culturelab en su tienda de Marqués de Dos Aguas. La idea era reunir a un pintor, un escultor, una diseñadora y un arquitecto a modo de experimento creativo. “Las ideas chocan entre sí, creando las sinergias que calman las mentes más inquietas”, dicen los que saben de esto. La convocatoria fue un exitazo. Lleno total.

La misma noche, el estudio del arquitecto Ramón Esteve convocó a gente de la alta sociedad valenciana, la arquitectura y el diseño para mostrar sus últimos proyectos. Por allí pasaron: Carmen Alborch, Maria José Lladró, Fede Serratosa y su mujer, el futbolista Iván Helguera; el diseñador Nacho Lavernia y Lucía y Alberto, de Cul de Sac, que no han parado en toda la semana.