No hay armario que resista pasar de 7 grados a 40 en apenas una semana
El cambio de temporada siempre es traumático: lleva la ropa a la tintorería, selecciona la que guardas y la que regalas, desempolva la del año pasado… Lo normal es que el cambio lo hagas poco a poco, primero retiras el abrigo, luego el suéter de lana y casi sin darte cuenta has sustituido invierno por verano; pero si el cambio es a lo bruto, como esta semana en Valencia, entonces tienes un problema serio con tu ropa. Vamos, que no hay fondo de armario que resista llevar hoy abrigo y mañana vestido de tirantes. ¿Cómo vas a mantener el glamour con esa locura de tiempo? Y encima tienes que sufrir las rozaduras de los zapatos sin medias, por no hablar del blanco mantequilla de las piernas o el rojo guiri de los primeros días de playa. Uff, no sigo que me deprimo…
Además, suele pasar que cuando ya tenías todos los conjuntitos de invierno listos y perfectos para cada ocasión, cada vestido con su zapato y cada pantalón con su suéter, y tú siempre hecha un pincel, entonces llega el calor en plan traidor y tienes que guardarlo todo y sacar esa falda del verano pasado que te parecía ideal de la muerte pero que un año después ha quedado convertida en un pingajo arrugado con cero glamour listo para Caritas. Resumiendo, que lo que prometía ser un básico para toda la vida, se ha quedado más antiguo que el vestuario de la Pantoja. Ingenuamente piensas que lo solucionarás con un arreglito: ahora acorto esta falda, ahora le pongo un top nuevo… ¡esfuerzo inútil! Lo normal es que esos apaños no te saquen del atolladero: no tienes nada decente que ponerte. Y encima con tanto evento de Vuitton y Prada, la mitad de tus inversiones se han ido a modelitos de fiesta, que no te solucionan el día a día ¡desastre total!
En el fondo, lo que sucede es que el famoso fondo de armario es un mito. Vamos, mentira cochina. Fondo de armario no son ni los vaqueros, porque si los de hace dos años eran de cintura baja y pernera ancha y los del año pasado, pitillo como los de Kate Moss, este año ¡que cosas! se empiezan a ver de cintura alta y redondeando la cadera, como los de Marilyn Monroe, que por cierto, sientan de pena penita pena. Y si eso pasa con los vaqueros, ¿qué no pasará con los zapatos o con el corte de las chaquetas? Pues eso, que puestos a recuperar prendas básicas de otros años, al final sólo te sirve el camisón y las chancletas, que esas no pasan de moda, aunque todo llegará.
Si hay una verdad sobre el fondo de armario es que nunca tiene fondo. O lo que es lo mismo, que por mucha ropa que te compres, siempre te falta algo. Algo imprescindible, además. Y cuando ya lo tengas todo arreglado, cada oveja con su pareja, entonces llegará el frío para fastidiarte el invento. Y vuelta a empezar, como en las tragedias griegas. Con los bolsos pasa lo mismo. Cuando ya habías convencido a tu marido de que necesitas un bolso para verano y otro para invierno, descubres con horror que el bolso “it” del verano pasado, ese que pensaste que duraría años, no hay quien lo combine con los vestiditos de este verano. Y eso que tú le explicaste (¡!) que el coste del bolso no eran los 800 euros de la etiqueta, sino su precio dividido por las veces que te lo pones: 800 veces puesto, 1 euro cada vez. Ahora, donde dije digo, digo Diego y a demostrarle lo contrario: el del año pasado es historia y ahora necesitas desesperadamente el nuevo de Miu-Miu (de Miuccia Prada). Por cierto, hablando de Miuccia, con el fondo de armario que debe tener, va y repite modelito en la fiesta homenaje a Paul Poiret (¡menuda fiesta!): la misma falda que llevó en Valencia, pero en color naranja fluor. Desde luego, la vida es una completa paradoja…