lunes, 27 de agosto de 2012

A comer y a beber que ya queda poco


Se acaba el verano. Habrá que volver a casa, al trabajo, a los uniformes del colegio, a la dieta; ¡uf!, la dieta, ¡qué horror! El verano nos ha regalado un par de tallas de más y ahora hay que quitárselas a toda prisa para volverlas a recuperar en Navidad y luego vuelta a empezar. No es justo que el peso se gane kilo a kilo y se pierda gramo a gramo: te descuidas un mes, subes a la báscula y ¡zas!, tres kilos más; luego estás otro mes comiendo lechuga, subes a la báscula y quieres morirte, sólo has perdido ochocientos gramos.
En fin,  todavía queda una semana. Hay que aprovechar, comamos, durmamos y bebamos como si el mundo fuese a acabarse, que ya habrá tiempo de sufrir. Claro que hay una alternativa a la dieta y echarse el mundo por montera y abandonar este encorsetado canon de belleza que nos está amargando la vida. Hagámonos fans de Caritina Goyanes (www.telva.com/blogs). Eso sí que sería una revolución y no la pantomima de Juan Manuel Sánchez Gordillo. Caritina es hija de Cari Lapique y hermana de Carla, la ex novia de Fran Ribera Ordóñez. Utiliza la talla 46 por lo menos y es más feliz que un regaliz. Las chicas de Telva la han fichado para que haga un blog sobre cómo ser estilosa con una talla más allá de la treinta y ocho… Me encanta, me encanta, encanta.
El verano no es nada sin ciertas dosis de lujuria: cerveza, calamares a la romana y gintonics con cosas extravagantes, empezamos con las gotitas de fresa y al paso que vamos acabaremos poniéndole astillas de tronco de palmera para darle un aroma a oasis sahariano. A ver si Quique Dacosta, que es un genio en esto de hacernos comer sensaciones, inventa el gintonic definitivo y acaba con esta escalada de insensateces.
Quique estuvo el viernes en la II Muestra de Enoturismo y Gastronomía –Dolia- en el auditorio de Teulada, por cierto, qué auditorio, si alguien lo comprase a buen precio solucionábamos el problema de la deuda española y de la griega. Una maravilla, premio de arquitectura en Chicago por su diseño y por lo bien que se ha integrado en el entorno.
Allí, Quique nos enseñó, entre otras cosas, cómo podemos comernos la humedad de una mañana de invierno en Denia en un plato que ha llamado “bruma” o cómo se pueden convertir las rocas de la playa en un postre de panettone, chocolate y caramelo. Un crack, este chico, que pone en su sitio a esos pesados maridos que van por la vida de cocinitas y que lo único que saben hacer es gastarse una fortuna en el mercado, dejar la cocina hecha un desastre y preparar un arrocito más o menos pastoso.
Dice Quique Dacosta que para conocer un lugar tienes que comer los productos de su tierra. Pues ale, chicas, nos queda una semana para atiborrarnos de coques de esgarraet, arroz a la marinera, pastissets de boniato y bizcocho casero del mercado de Xàbia (recomiendo el de la Señora Pilar, entrando a mano izquierda, pero cuidado con su hijo que en cuanto te descuidas sale de la trastienda y te vende medio horno) y de postre vino moscatel de Teulada. El viernes presentaron una edición especial del Pitágora, un moscatel de aguja que es una maravilla para el paladar por cuatro euros de nada.
Total, chicas, qué más da tres kilos más que tres kilos menos, si decidimos sumarnos todas a la revolución Caritina y presentarnos este invierno en el Mercado de Colón con diez kilos más cada una para enseñarle a Sánchez Gordillo lo que es una revolución de verdad y acabar con la tiranía de los diseñadores.