Las cenas benéficas son un clásico de cualquier sociedad avanzada con gente más o menos sobrada de pasta. A los progres más progres se les pone el pelo como escarpias cuando oyen hablar de ellas porque lo asocian a la derechona casposa con mujeres enjoyadas y hombres encorbatados. Ellos entienden que la solidaridad es patrimonio de la izquierda política, que es la única que se preocupa de verdad por los pobres, mientras que los ricos de derechas sólo se preocupan por aumentar sus fortunas, sus joyeros y sus fondos de armario. Y lo que ya les saca de sus casillas es que alguna de esas cenas se vinculen de alguna manera a un movimiento católico: entonces es cuando dicen que son cenas en las que los ricos se reúnen a comer caviar para dar de comer sopas de ajo a los pobres.
Ellos entienden que la solidaridad, que afectos prácticos no es otra cosa que la vieja caridad cristiana, sólo puede vivirse enfundados en pañuelos palestinos y exigiendo a los gobiernos que dediquen parte de sus ingresos a las ONGs. Pero lo cierto es que este mundo de Dios anda trufado de curas y monjas perdidos por el mundo que reciben como agua bendita cada céntimo que llega del primer mundo para apoyar su causa.
Y que a esa gente, y a los necesitados a los que ayudan, les importa un rábano que los euros se hayan recaudado en una cena o en el impuesto de la renta. Y puesto a ser solidarios, qué demonios, el solidario de verdad es el que da algo porque le da la gana y no porque le obliguen a entregarlo vía impuestos. La señora que deja tres euros en el cepillo de la iglesia no tiene por qué ser menos solidaria que el progre güays que asiste a un concierto benéfico de rock.
Y ya puestos a elegir, a ciertas edades agradeces más que la excusa para dar algo a los demás sea una cena en el Alameda Palace de Barrachina que una obra de teatro en algún tugurio del Carmen.
Este era el apasionante tema de conversación en una de las mesas de la cena benéfica que Amsudan organizó el viernes en Valencia. El objetivo era recaudar fondos para levantar una escuela para 800 niños en Billín, una población al Sur de Sudán.
La cena fue un exitazo. Menchu Trenor, Ana Gómez, Silvia Iglesias, María González, Juan Urbaneja, Elena Gómez Jordana, Emma Cuñat, Shophie Von Schönburg-Gluchau y Regina García las organizadoras, consiguieron llenar el salón con más de 300 personas, entre ellas Anna Gamazo, la mujer de Juan Abelló, Mayrén Beneyto, José Mª Selva y Elvira Catalá, Carlos Pascual, Rafael Gómez Ferrer, Antonio Soria, Cristina Blanch … Vamos, todo Valencia.
Lo mejor de la noche fueron las 28 mesas decoradas con temática africana por diseñadores (Juan Andrés Mompó, Francis Montesinos, Presen Rodriguez, Marta de Diego, Valentín Herráiz, Amparo Chordá…), interioristas (Verónica Montijano, El Mercader de Indias, Studio Montañana, Cul de Sac…), anticuarios (Gerardo Almenar) floristerías (Conchita Cañamás, Baladre, Flores Feliu, Carolina Cots…) y joyeros valencianos (Antonio Romero, Vicente Gracia, Yanes..).
La mesa del Mercader de Indias fue de las más aplaudidas. Sobre un mantel con tela de motivos africanos de Pierre Frey y una piel de vaca negra, un gran centro de mesa recreaba las vallas de los poblados de la sabana: una base negra con palos de madera con plumas negras y con dos lanzas a cada lado. Hasta las sillas estaban decoradas con unos pequeños almohadones que recordaban las mochilas de tela que llevan las mujeres africanas.
La mesa de Presen Rodríguez también evocaba el color, la luz, la naturaleza y la cultura africana. Y desde luego la que causó impacto fue la de Marta de Diego, una mesa que parecía salida de “Memorias de Africa”, un picnic en medio de la sabana africana con el lujo de los viajeros de principios del siglo XX: teteras de plata, huevos de avestruz con soportes de plata, candelabros de plata, bajo platos de plumas de avestruz, mantel de cuero blanco con incrustaciones de Chantilly sobre una tela de arpillera y un tul de seda cubriendo la mesa a modo de mosquitera sobre las palmeras. Por cierto, que Marta de Diego ha confeccionado el traje de fallera que lucirá Juana Roig la hija pequeña de Juan Roig, el próximo viernes en su presentación como fallera mayor de Convento Jerusalen.
4 comentarios:
Yo misma, que no tengo sospechas de ser facha, ni progre, detesto esas cenas, pero aún más detesto a los intolerantes que dicen que son cenas de ricos para dar sopa de cebolla a los pobres.
Muchos de esos que lucen palestina deberían ser seguidos hasta sus casas; qué fácil es ser rojo cuando se vive en un chalet.
Yo también me he planteado alguna vez si el objetivo principal de esas cenas es lucirse o ser solidario...
también me hacen dudar esas campañas de algunas grandes firmas que donan un tanto por cien de las ganancias a una ong reconocida y se quedan un beneficio mucho mayor.
No sé si considerarlo solidaridad o lucro.(de eso quería hablar yo un día)
Bueno,decir que me encanta este blog,porque además de hablar de moda también lo hace de Valencia,mi ciudad y todo lo que se cuece en la sociedad valenciana
Ahora que ya puedo y tengo el mío(más humilde jaja) me hago seguidora de este blog
Totalmente de acuerdo contigo Bego.
Por cierto, que risa con tu artículo de hoy. Yo me uno al plan fallero.
Me llevaré agua y rosquilletas de llavoretes, como hacia mi madre cuando me acompañaba a mi. Por si a la "Fallera en bruto" le entra hambre jajaja
Besos,
Greta.
sea cual sea el objetivo de la cena, si al final se recauda algo para una buena causa, pues fenomenal.
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