lunes, 3 de julio de 2017

Con viento de poniente

¡Madre mía, qué calor hizo la semana pasada! Así no hay quien salga a la calle, y casi que mejor porque con estos sudores no hay forma de ir medianamente arreglada. Ser elegante en Bilbao o Gijón no tiene mérito. Allí se ponen un vestidito camisero y una rebequita por si refresca y, ale, sin arriesgar van de lo más monas. Ah, pero aquí quisiera verlas yo a ellas. Con treinta y cuatro grados y viento de poniente. Ahí es donde te la juegas, bonita, a ver qué te pones y cómo aguantas la compostura. Las chicas del norte piensan que la elegancia tiene que ver con la sobriedad. Hombre, claro. Si te pones un vestidito negro, gris o azul marino no cometerás ningún error combinando colores, pero resultarás de lo más aburrida. Lo difícil es llevar un vestido de pedrería sobre una seda de color y unos pendientes importantes y salir airosa de la faena. Ahí también te quiero ver. Con un maquillaje potente para que el vestido no pueda contigo, un peinado sofisticado y un par de taconazos. Aquí las quisiera ver, poniendo a prueba el maquillaje y la peluquería con una humedad del 70 por ciento. La fiesta de cumpleaños de María José García fue la constatación de que se puede ser elegante en una noche de calor sin caer en el aburrimiento del siempre socorrido negro.
María José es la mujer del empresario Enrique Duart. Cumplía setenta, pero estaba juvenil y radiante como si fuera una niña. Celebró la fiesta en Duna Puerto, en la Marina, acompañada por toda su familia, su marido Enrique y sus hijos Mónica, Enrique y Mª José, sus yernos Álvaro Mocholí y Juancho Pascual y sus nietos. La noche empezó con Moët y acabó con gintonics, como sucede en las mejores fiestas. Pero lo mejor fue la alegría mediterránea que se respiraba, los vestidos llenos de brillo y color, que recordaban a aquellos cócteles glamurosos de las pelis de los cincuenta. Mª José llevó un vestido rosa de su diseñadora favorita, Amparo Chordá, en crepé de seda malva con organza de seda natural tintada al tono y crinolina y unos pendientes chandelier de Sie7e hechos con corales y diamantes. Su hija mayor, Mónica, un vestido largo de tul de seda bordada con cristales y pedrería.
Allá donde mirabas la noche era una fiesta. Mamen Puchades iba con un vestido estampado verde lima, Ana García Rivera con uno de noche lleno de pedrería y escote halter, María Dolores Enguix, también de largo, compensó el gris con un chal rosa, Laura Fitera lució como sólo ella sabe un vestido rojo Valentino, y se atrevió con una flor en el pelo; Amparo Lacomba un verde lavanda de lo más refrescante y hasta Mayrén Beneyto, que suele vestir más discreta, eligió un vestido naranja de seda oriental con un impresionante collar de corales que sólo luce en contadas ocasiones y una cartera de estampado felino. El vestido también era de Amparo Chordá. A María José García la acompañaron amigos de la infancia, del colegio y de su pueblo, Benifaió, como Flora García, Mari Carmen Rovira, Victoria Serrano, Tere Bas y Mari Carmen Asins. También estuvieron sus hermanos Luís y Manolo con Aurora y Mari Carmen, Rosa Gumbau, Salvador Grau y Salvador Galdón. Además estuvo el grupo de amigas de la Orden del Querer Saber: Mercedes Fillol, Blanca Fitera y Laura, que vino con su novio Toni Jordán, Amparo y Vicente Lacomba, Marisa Marín, Marisa Torrijos y Agustín Díez Cisneros. Amigos de sus hijos como Andrea Villafañe, de verde aguamarina, y José Mª Buldú, María Serrano y Fran Rogero, Núria Gálvez y Rafa, Ana García-Rivera e Iván Martínez-Colomer, Marta García Gámiz, y Paloma Duart.
Josep Lozano compartió mesa con JARR, Mª Dolores Enguix y Marcelo Soto, Alfredo Esteve, que acababa de llegar de París, Mamen Puchades y Guillermo Martorell. También estuvo Daniel Moragues, Iñaki Verschraege, Hugo Navarro y su mujer Paula, Pilar y Vicente Vidal, Vicente Calatayud y Teresa Arcos y los periodistas Ángela Pla y Fernando Ferrando.