Lo de la Fórmula I promete ser la bomba, la reválida perfecta para que Valencia obtenga el título de ciudad glamurosa. Habrá que ir pensando en qué se pone una para un evento que no deja de tener un toque macarrilla: el de las rubias explosivas con pantalones marcando trasero esculpido a golpe de hambre y mucho gimnasio; tacones de aguja resaltando piernas play-boy; y camiseta ajustadísima que realza lo que ya no cabe debajo de la cremallera de esas camisetas rojas y negras que siempre lucen las jovencitas cañón que acompañan a los pilotos, los mecánicos y todo el paripé de las carreras de coches. ¡Ay, no! Francamente, no veo a mis cuarenta compitiendo con jovencitas veintipocos por llamar la atención de las cámaras o de los cincuentones pastosos que acudan al evento.
Claro que si de lo que se trata es de codearse con Briatore y compañía, antes de preocuparse por el atuendo, habrá que empezar a buscarse la vida para conseguir una entrada en un palco VIP. Y eso no se consigue en ninguna taquilla, no es cuestión de pasta gansa, es cuestión de conseguir un sitio en alguna de las listas que pronto empezarán a llenarse. Lo de las listas funciona de la siguiente manera: determinados personajes de la vida pública valenciana, sobre todo los políticos, tienen su “lista” de invitados a los eventos importantes.
Cualquier conseller que se precie hace su propia lista y los que van en ella entran al evento sin pagar un céntimo. Es una prebenda más de los políticos, que si bien suelen tener sueldos algo exiguos, luego gozan de este tipo de favores: plaza de parking reservada en la puerta de su despacho, entradas a los toros por la jeta y a ser posible en el mismísimo burladero, plaza asegurada en los estrenos de la ópera, en el concierto de los Cure o en cualquier otro evento de realce. Y allí llegan ellos, con sus cochazos oficiales conducidos por chóferes que aparcan impunemente allí donde minutos antes la grúa ha despejado los utilitarios de la plebe currante siempre molesta e impertinente.
En fin, cosas de la política local que evocan tiempos pasados de infausto recuerdo. Pero la vida es así, y quien quiera ver algo más que coches corriendo por una pista, tiene que empezar a moverse por colarse en una lista. “Yo estoy en la lista de tal; yo en la de pascual…”, y ¡alé!, a seguir hinchando el ego del político de turno, que encima tendrá a un montón de amigos eternamente agradecidos por la invitación
Claro que como en todo, hecha la ley hecha la trampa. Siempre hay alguien capaz de burlar la seguridad de los accesos restringuido. Por ejemplo, tengo una amiga especialista en aprovechar los momentos de caos –cuando entra un vip con guardaespaldas, por ejemplo- para entrar sin ser vista. Y otra que enseña una entrada caducada sin que nadie se de cuenta. Hace poco, otra amiga me confesó que había accedido a la zona vip del concierto de los Cure diciéndole al de seguridad que estaba en la lista del conseller fulanito de tal. Con el follón del momento, nadie se molestó en comprobar si su nombre estaba efectivamente en la lista.
Pero si no eres hábil entrando sin invitación (uff, no quiero ni pensar que te pillen), sólo te quedan dos opciones: o te pegas a alguien que si que esté en las listas (lo que no deja de ser cutre) o entras en la lista por méritos propios. Vamos, que si estás, estás como hay que estar, como Marichalar en la Feria de Fallas, en primera fila, y en el balcón del Ayuntamiento, al ladito de Rita Barberá. Total, que de aquí al mes de agosto, ya tengo un objetivo en la vida: quiero un sitio en una lista, me da igual de quién, ¡todo sea por el palco vip!
Claro que si de lo que se trata es de codearse con Briatore y compañía, antes de preocuparse por el atuendo, habrá que empezar a buscarse la vida para conseguir una entrada en un palco VIP. Y eso no se consigue en ninguna taquilla, no es cuestión de pasta gansa, es cuestión de conseguir un sitio en alguna de las listas que pronto empezarán a llenarse. Lo de las listas funciona de la siguiente manera: determinados personajes de la vida pública valenciana, sobre todo los políticos, tienen su “lista” de invitados a los eventos importantes.
Cualquier conseller que se precie hace su propia lista y los que van en ella entran al evento sin pagar un céntimo. Es una prebenda más de los políticos, que si bien suelen tener sueldos algo exiguos, luego gozan de este tipo de favores: plaza de parking reservada en la puerta de su despacho, entradas a los toros por la jeta y a ser posible en el mismísimo burladero, plaza asegurada en los estrenos de la ópera, en el concierto de los Cure o en cualquier otro evento de realce. Y allí llegan ellos, con sus cochazos oficiales conducidos por chóferes que aparcan impunemente allí donde minutos antes la grúa ha despejado los utilitarios de la plebe currante siempre molesta e impertinente.
En fin, cosas de la política local que evocan tiempos pasados de infausto recuerdo. Pero la vida es así, y quien quiera ver algo más que coches corriendo por una pista, tiene que empezar a moverse por colarse en una lista. “Yo estoy en la lista de tal; yo en la de pascual…”, y ¡alé!, a seguir hinchando el ego del político de turno, que encima tendrá a un montón de amigos eternamente agradecidos por la invitación
Claro que como en todo, hecha la ley hecha la trampa. Siempre hay alguien capaz de burlar la seguridad de los accesos restringuido. Por ejemplo, tengo una amiga especialista en aprovechar los momentos de caos –cuando entra un vip con guardaespaldas, por ejemplo- para entrar sin ser vista. Y otra que enseña una entrada caducada sin que nadie se de cuenta. Hace poco, otra amiga me confesó que había accedido a la zona vip del concierto de los Cure diciéndole al de seguridad que estaba en la lista del conseller fulanito de tal. Con el follón del momento, nadie se molestó en comprobar si su nombre estaba efectivamente en la lista.
Pero si no eres hábil entrando sin invitación (uff, no quiero ni pensar que te pillen), sólo te quedan dos opciones: o te pegas a alguien que si que esté en las listas (lo que no deja de ser cutre) o entras en la lista por méritos propios. Vamos, que si estás, estás como hay que estar, como Marichalar en la Feria de Fallas, en primera fila, y en el balcón del Ayuntamiento, al ladito de Rita Barberá. Total, que de aquí al mes de agosto, ya tengo un objetivo en la vida: quiero un sitio en una lista, me da igual de quién, ¡todo sea por el palco vip!
7 comentarios:
Para eso de colarse tengo una amiga que siempre le echa una cara... y entra a tooodas partes. Yo, que me muero de verguenza, siempre me quedo fuera con cara de tonta... ais...
Un beso, y suerte en tu busqueda de lista!
A mi me parece que va a hacer mucho calor en agosto..nadie lo ha pensado?A mi, la fórmula 1, como ecologista que soy me parece aberrante, aunque reconozco su toque de glam a la ciudad
Yo he estado en la F1 de Montmeló y te puedo asegurar que es casi imposible conseguir un pase vip a no ser que tengas muy buenos contactos, pero muy muy buenos. Me estoy pensando en meterme a política...jejeje
Un beso
Ya os contaré...
Besos!
Begoña
Que tengas muchisima suerte!! Yo tambien soy de las que se mueren de ganas, pero son muy poco lanzadas para estas cosas...
Besos
Pues cuando encuentres una lista dinoslo,porque la mía se ha caído...A mi lo que más me llama la atención es que sea un circuito urbano,deportivamente hablando.
Besos!
Suerte con tu objetivo!! Ya nos contarás si consigues entrar en una lista ;)
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