jueves, 10 de mayo de 2012

Qué básicos sois, chicos

Alguien debería explicar a los chicos, desde muy niños, que cuando las mujeres lloramos es porque nos pasa algo, aunque digamos que no nos pasa nada. Quizás así, cuando crezcan, sean un poco más sutiles y menos primitivos que sus padres.


Un día cualquiera de tu vida te entra un bajón; de pronto, nadie sabe por qué, te ves mayor y poco fea. Te tumbas en el sofá, te tapas con una manta y piensas que tus sueños no se han cumplido y que quizás ya nunca se cumplan. Justo entonces aparece por allí tu novio o tu marido y te da un beso rutinario como el de cualquier otro día, y tú piensas: “Jope, no se ha dado cuenta de que estoy plof”. Entonces empiezas a llorar en silencio, quizás así se percate y actúe como esperas de él: atiborrándote de mimos hasta que te haga reír. Cuando por fin se entera, sólo se le ocurre preguntarte qué te pasa; tú, que quieres hacerte querer, le dices que nada.

Y entonces pasa lo peor que te puede pasar: él actúa como si efectivamente no te pasase nada. Se sienta a ver el fútbol y a beber una cerveza mientras devora un paquete de papas como si fuese un mono del zoológico. Tú sigues llorando y esperando su cariño, pero él está hablando con su colega por el móvil, comentando el partido. Te sientes abandonada, sigues llorando y de pronto el salta del sillón, desparrama las papas por el suelo, empieza a gritar “goool” por toda la casa. Se pone el móvil delante de la boca y sigue gritando gooool como si fuese un orangután exigiendo su comida. Tú te sientes morir y le miras y dices pero cómo puedes ser tan primitivo, tan básico, tan insensible.

¡Uff!, no quieres seguir viéndole, así es que te encierras en tu habitación con tu osito de peluche segura de que te va entender mejor que ese cavernícola.

Así es la vida, chicas, qué le vamos a hacer. Ellos no nos entienden ni lo harán nunca. Con eso nos toca vivir. Sólo de vez en cuando, muy de vez de en cuando, aparece alguno con ese mínimo de sensibilidad exigible para sabernos tratar en los momentos difíciles.

Estos días en la cafetería Belgravia (calle Jorge Juan) hay una exposición del pintor italiano Claudio Zirotti, que ha dedicado parte de su obra a la mujer. Intenta descubrirla en todos sus matices, en cada una de sus etapas, de joven, de madura, como madre, como amante… Dice que la mujer nunca se muestra tan evidente como el hombre, por eso utiliza gasas, texturas y volúmenes que muestran con sutileza la intimidad de la mujer.

Su fascinación por las mujeres le viene de muy joven; se crió con su única hermana en una familia donde la madre tenía mucho protagonismo, como en casi todas las familias italianas. Una mujer le llevó a vivir en Brasil y el amor por otra le trajo hasta Valencia en los años noventa.

La exposición se inauguró el jueves y por allí se dejaron ver amigos del pintor como Toni e Isabel, del Restaurante La Lambrusquería; Javier Andrés, de La Sucursal; el periodista Luis Motes; Carmina Durán, el fotógrafo Eduardo Peris; Rebeca García, de Enópata, la mujer del Cónsul de Italia Alina Elizalde, Inma Meridán…

Laura Gallego, de Belgravia, demostró que en poco tiempo ha conseguido una capacidad de convocatoria envidiable y reunió a buena parte de la sociedad valenciana: Nidita Guerrero, de Unicef; José Vicente Morata con su mujer Pilar Pons; Antonio Meco y Mª José Albert; Antonio Luque, Amparo Bonet, Bárbara Mas, Jacobo Catalá, Maritina Hernández, Marta Catalá, Mª José Navarro, Santiago Miralles y su esposa Cruz, Antonio Hoyos, Ignacio Rincón de Orellana y la diseñadora Presen Rodríguez.

La exposición estará en Belgravia hasta julio, así es que si alguna tarde paseáis con vuestro chico por el centro de Valencia, quizás podríais acercarle a tomar un café, a ver si se le contagia algo de Zirotti y la próxima vez que os vea llorar no se comporta como un orangután. Claro que no os hagáis ilusiones, lo más probable es que acabe comiéndose una hamburguesa y echándole una ojeada a la prensa deportiva.

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