Los viernes salías del colegio, te habías puesto tus Levi’s etiqueta roja con botones y el último suéter de Privata y subías en el autobús para ir a Distrito. Te preocupaban dos cosas: una, si te dejarían pasar porque todavía no tenías los dieciséis; dos, y más importante, qué le dirías al chico que te entrase. La última vez fue un desastre, no supiste hacer otra cosa que reírte e ir a cuchichear con tu amiga. El chaval se fue y debió pensar que eras una pava de armas tomar. Lo peor es que todas tus amigas aseguraban que ya habían besado a un chico y tú seguías sin comerte un colín aunque, claro, eso sólo lo sabías tú. El caso es que si alguien te entraba tenías que saber reaccionar, lo habías ensayado toda la semana, pero entonces no había internet, ni Tuenti ni ninguna otra fuente de la que beber el saber del coqueteo. Así es que andabas más perdida que Manolete en una conferencia de Ortega y Gasset.
Una vez dentro, aquellas luces, aquella oscuridad, las escaleras, la música y tú sin saber qué pedir porque el alcohol te echaba para atrás, pero no ibas a ser tú la única que pidiese un sanfrancisco. Buscabas al chico con el que habías cruzado cuatro miradas el viernes anterior y que no te habías quitado de la cabeza en toda la semana. Y al final siempre acababas en la pista, bailando Alaska, La Mode, Los Inhumanos y demás.
¡Qué tiempos!, seguro que hubo ratos malos, muy malos, pero sólo nos acordamos de los buenos, por eso hay nostalgia de los ochenta. Por eso y porque fueron años muy creativos, España se modernizaba, se europeizaba, se expulsaba sus complejos. Dejábamos de ser un país diferente, adiós a la mojigatería, al machismo y a los miedos pueriles. Todo eso se tradujo en buena música y en nuevas formas de divertirse. Era la Movida.
Aquella creatividad de la Movida se echa de menos y quizás por eso vivimos un momento de revival ochentero: a finales de este mes se presentará en Madrid el musical “A quien le importa”, producido por José Luís Berlanga en homenaje a sus hermanos Carlos (el autor de la canción de Alaska) y Jorge. El vestuario es de Francis Montesinos, que además saldrá en un audio poniendo voz a Dali. Francis está que no para, dando los últimos retoques a la colección que presentará el 18 de febrero en la Mercedes Benz Fashion Week de Madrid (¡uff, ya podrían acortar el nombre!).
El viernes por la noche, buena parte de los cuarentones y cincuentones que en los ochenta iban a Distrito 10 se reunieron en el Alameda Palace para recordar viejos tiempos en una de las fiestas remember que organiza Fernando Aliño. Media Valencia estuvo en la fiesta, Francis Montesinos incluido.
Distrito 10 abrió al principio de los ochenta, unos años en los que todo estaba por hacer. En Madrid tendrían su movida, pero aquí, a modernos no nos ganaba nadie. “Salías de copas y te encontrabas con Francis Montesinos, Valentín Herráiz, Mariscal, Antonio Alvarado, toda la gente de la moda”, dice Santi Martínez, relaciones públicas de Distrito. Pero también a gente como el Doctor Murgui, Mayrén Beneyto o al constructor Salvador Benlloch, uno de los promotores de la discoteca junto con Carlos Vila (de Don Carlos), Jonchu Ugarte, de Ugartesa, y el anticuario Manolo Otero. Debieron pasárselo pipa con el proyecto, porque recorrieron las mejores discotecas para inspirarse, incluida la famosa Studio 54 de NY, que inspiró el nombre alfanumérico.
No escatimaron en nada. Ficharon a los mejores DJ de la época, crearon los premios 10 que recibió desde Miguel Bosé a Pepe Navarro, Joaquín Prats, Lydia lozano, Juan José Millas, Victoria Prego, o Pedro Almodovar e innovaron con el one point cash system, una tarjetita con la que pagabas las copas al salir. En la década de los ochenta, Distrito vivió momentos de gloria, ¡en un fin de semana podían pasar hasta diez mil personas! Después llegó la crisis del 93 y Distrito cerró, pero siempre nos quedará el recuerdo.
Foto de Santi Martínez (55 Polo Club)
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