lunes, 11 de marzo de 2013

Mascletà y paella para olvidar las penas


La burguesía tradicional valenciana no vive sus mejores momentos. Lo del Banco de Valencia ha sido un misil en la línea de flotación de sus finanzas. Pero bueno, ahora estamos en fallas, toca desconectar y eso es lo que hicieron buena parte de las mujeres de la alta sociedad valenciana el martes a la hora de la mascletá el martes pasado.

Buena parte de los apellidos bien de Valencia tenían repartidos sus ahorros en tres cestos: los campos de naranjas, los pisos en el centro de Valencia y, ¡tachán!... las acciones del Banco de Valencia. Durante décadas su estrategia financiera consistía en vivir de lo que honradamente ganaban con su trabajo (médicos, abogados, arquitectos…), sabiendo que cada año llegaría un pellizco, más o menos grande, con la venta de las naranjas. Con lo que se sacaba de la cosecha se renovaba lo que hubiese que renovarse: el coche, la reforma de la casa, el piso para los hijos, la boda de la niña… Y buena parte de lo que sobraba de todo eso se invertía, año tras año, en acciones del Banco de Valencia. Ahora el panorama es el que es: los campos cada vez valen menos, los pisos no hay quien los coloque y las acciones del Banco han acabado donde acabarán las fallas dentro de diez días. Así es que el desastre ha sido mayúsculo para las arcas de los apellidos que habitan el ensanche y el centro de Valencia.
Lo que parecía inamovible se ha movido, lo que parecía un paradigma de la seguridad financiera ha acabado esfumándose. Por eso se dice que ahora el dinero ya no está en la calle de las Barcas sino en los polígonos industriales, donde algún que otro hábil empresario mantiene una empresa rentable.
Con ese panorama llegan las fallas de 2013, que este año más que nunca podrían materializar la simbología de quemar el pasado y empezar de nuevo con la vista puesta en el próximo año. Y las fallas para buena parte de las mujeres de la alta sociedad valenciana, afectada o no por el maremoto financiero, empezaron el martes pasado en el Ateneo de Valencia. Allí fueron, a ver la mascletá y comer, más de trescientas mujeres titulares de los apellidos valencianos más conspicuos, convocadas por María José Albert con la noble excusa de echar una mano a la Fundación Valenciana para la Neurorehabilitación –Fuvane-.
La lista de la distribución de las mesas ya evidenciaba el poderío reunido y al entrar al salón,  os lo podéis imaginar: trescientas cuarenta mujeres juntas, sin más hombres que los camareros y los tunos que amenizaban la fiesta. Mujeres de toda edad y cuna: altas, bajas, mayores, jóvenes, solteras, viudas, casadas, separadas, aspirantes a estarlo (casadas, digo, que no separadas, aunque también).
María José Albert pensaba que la convocatoria tendría éxito pero no tanto, ¡trescientas cuarenta mujeres! Junto a María José Albert, las autoras de la proeza son Susana Perez-Manglano, Mayayo Gómez -Lechón, Amparo Moreno, Pilar Pons, Santi Aguilar, Begoña Ciscar y Beli Botella. La capacidad de convocatoria de estas mujeres no tiene rival, seguro que más de una empresa las fichaba para el departamento de marketing.
A la comida fueron Cuchita Lluch, Paloma y Cristina Serratosa, Mª José Solaz, Marta y Susana Pérez-Manglano, Beatriz Pechuán, Marisa Martínez-Medina, Irina Manglano, Rocío Andrés, Esther Barrera, Margarita e Isabel Gómez-Ferrer, Carmen de Rosa, la hermana de Fernando de Rosa y futura presidenta del Ateneo.
Mujeres de poderío, como Amparo Lacomba, que ayer noche recibió un premio de la Plataforma de Mujeres Empresarias de Alicante, y Rosa Morera, que la semana pasada invitó en Max Mara a sesiones de maquillaje de la firma Mac. Verónica, la maquilladora, es una artista y te deja la cara como la de una quinceañera, luminosa y sin que parezca que vayas maquillada.
A la cita en el Ateneo acudió también la mujer de Juan Roig, Hortensia Herrero, Elena Bordills, Amparo Picó, Fina Valera, las hermanas Cañamás, Ana Colomer, Amalia de Gregorio, Belén Corell, Mª Ángeles Fayos, del teatro Olympia, la encantadora María José Navarro y también las hermanas Fitera, Blanca y Laura, que ayer casó a su hija por todo lo alto.
Al acabar la comida, Mª José Albert dio las gracias y dijo que con el apoyo de todas habían desbordado todas las expectativas, y dio las gracias por ayudar a una función que trabaja para que la vida de los niños y de sus padres sea un poco más fácil.