Nada chicas, no ha habido forma de que George Clooney cambie el destino de ninguna de nosotras. Con lo bonito que hubiese sido que se pasease más por la ciudad y nosotras, todas puestas, explotando nuestras armas de mujer cada una como Dios que le hubiese dado a entender: una que le pide fuego; otra que se tuerce el tobillo justo delante de él; otra que se hace la interesante sentada en una terraza sin ni siquiera dirigirle la mirada; la otra que aparece por allí explosiva a más no poder en plan “una de esas preciosas chicas” como definió Alberto Fabra a las dos azafatas de un discoteca de Gandia. Quién sabe, a lo mejor George se habría quedado prendado de alguna de nosotras y ahora la vida de la ciudad sería otra muy distinta: eso sí que sería un reclamo de la Marca Valencia y no las “dos preciosas chicas”. Ya me lo estoy imaginando haciendo de mantenedor de la fallera mayor del año que viene, uff, me pido ser yo, y sentarme allí en mi trono de reina, mientras él me dice, ¡guapa, más que guapa!, que eres más guapa que un sol preciosa, simpática.
Pero en fin, el caso es que ha preferido mantenerse alejado de nosotras y se ha quedado escondido en el Westin, excepto la noche del miércoles que se fue a cenar a una pizzería en Cánovas. Vaya chasco, venir a Valencia e irte a cenar a una pizzería, no me fastidies, con lo bien que le hubiésemos dado de cenar cualquiera de nosotras en casa, habiendo enviado previamente al marido y los niños a comprar caramelos.
Y mientras el actor pasaba las noches solitarias en la habitación de su hotel, la vida social valenciana seguía su curso. Esta semana el evento estrella ha sido, como no, la exaltación de la Fallera Mayor, con el ministro Margallo de mantenedor, no es George Clooney pero también tiene su punto seductor. Carmen Sancho se puso un vestido de fallera verde oscuro, eso no es baladí, porque en el mundo fallero todo lo que elige la Fallera Mayor el día de su exaltación marca más tendencia que un desfile de Miuccia Prada: el vuelo de la falda, el tamaño de las joyas, el estampado de la seda, las ondas y rodetes del peinado… El Palau, como siempre, lleno hasta los topes: Alberto Fabra, Rita Barberá, Paula Sánchez de León, el conseller Máximo Buch, la consellera María José Catalá, José Vicente Morata, Teresa Monzonís, Pepe Boix y Sela Falcó (clavariesa vicentina), Alberto y Fernando De Rosa, el Doctor Murgui, Enrique Aguilar, presidente del Tribunal de las Aguas de Valencia, Mayrén Beneyto, Isabel Barreiro, la mujer de García-Margallo.
La semana ha dado para más celebraciones tradicionales. El martes, día de San Vicente Mártir, el Gremio de Sastres y Modistas celebró el día de su patrón. El gremio fue fundado por el Rey Jaume I en 1247, ¡nada menos! y desde entonces se mantiene la tradición de nombrar a cuatro miembros que se ocupan de funciones antiquísimas: la Clavaria, que este año es Amparo Chordá, con el cometido de custodiar y salvaguardar la institución; la Dama d’Art, que es la indumentarista Victoria Liceras, con la encomienda de preservar y defender los intereses de las modistas; el Mayoral (Arturo Torremocha) cuidando y dirigiendo el grupo que conforma el Gremio; y el Cavaller de la Senyera (Alex Vidal), que se ocupa de velar y portar la Senyera, emblema del Gremio, en la procesión cívica. Junto a ellos, el Maestro Mayor, Fran Tochena, presidió la procesión a la que acudieron, además, María Teresa Monzonís, Marisa Marín del Colegio Yale, el presidente del Colegio del Arte Mayor de la Seda Vicente Genovés o el modista Salva Sanleón.
...Y mientras tanto, George aburrido en su suite, él se lo pierde.
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