Juan Soler frecuentaba mucho el
Mercado de Colón. Era habitual verle allí, a eso de las diez de la mañana,
tomando café con alguien y empalmando un cigarro tras otro. Le veías ahí,
sentado como uno más, y tratabas de imaginar de qué estarían hablando: de
grandes inversiones, negocios millonarios, vacaciones de lujo, grandes hoteles.
El reloj corría para el resto de los mortales, que apenas tenemos media hora
para almorzar, pero él parecía no tener prisa, como quien ya ha hecho todo lo
que tenía que hacer.
Obviamente, esta semana no se le
ha visto por allí. ¡Dios mío que susto!, mira que si una de esas mañanas que le
vi, no estaba negociando el precio del hormigón, sino el del alquiler de un
zulo para encerrar a su acreedor. “¡Mos guarde!”, que dirían nuestras abuelas,
¿qué es esto?, ¿a dónde vamos a llegar?, ¿estamos en Valencia o en el Chicago
de los años treinta? A buenas horas vuelvo yo a dejar a deber el cortado, “Que
no Manolo, que no, que si no tienes cambio de cincuenta lo buscas. Yo no me
muevo de aquí hasta que no me cobres.” Luego llegó el aluvión de chistes
y fotografías en el WhatsApp que eclipsaron la azarosa vida social valenciana
de esta semana, que ha sido un no parar.
El día antes de que saltase la noticia,
Alfredo Escardino presentaba en la Fundación Bancaja su novela “Una Erasmus en
Bruselas”, presentada por Rafa Ripoll y arropado por un montón de amigos, entre
ellos Juan Viesca, el cónsul de Bélgica Jorge Martín y el de Suecia, Ramón
Ramia, y su padre el catedrático Agustín Escardino. El mismo día, Borja Trénor
Suárez de Lezo inauguraba exposición de pintura en el Palau de la Música. Allí
se reunió la flor y nata de la sociedad valenciana: Mayrén Beneyto, Tomás
Trenor, Marqués del Turia; Juan Noguera, Marques de Cáceres, Elisalex
Loswenstein, Marquesa de Cerdañola; el presidente del puerto Rafael Aznar, Marta
Garrigas, Marquesa de Malferit; los pintores Antonio de Felipe, Javier Chapa,
Vicente Colom, Vicente Peris, José María Yturralde y Rafael Calducho, el
escultor Miquel Navarro y el director de cine José Escrivá.
El otro protagonista de la semana
ha sido Miguel Duart, un viejo conocido de la burguesía valenciana, uno de esos
hombres con un olfato especial para los negocios, que ve oportunidades donde
otros sólo ven desolación. Y como muestra un botón. Estando las cosas como
están, acaba de inaugurar una joyería en la Calle Bisbe, junto a Don Juan de
Austria. Miguel presume de ser de Almusafes y a la inauguración de su joyería,
el jueves por la noche, asistió lo más granado de la sociedad de La Ribera
Alta: Julio Bilbao, Severino Magraner, Mª Dolores Mompó, Mª Carmen Juan,
Francisco Alepuz, Paco Costa, Estrella Pla y Desamparados Duart con su hija
Alejandra Beneyto.
Casi a la misma hora, en la calle
La Paz, María Noguera y Paula Alcón llenaban su mercadillo instalado en el
Mercader de Indias en una fiesta a beneficio de la ONG Kassumay, que preside
Leticia de Valera Bacharach y ayuda a las personas más desfavorecidas de
Senegal. Coolmarket, así se llama su mercadillo, ha ampliado firmas, como la
ropa de lencería de Menchu Trenor y Enma Cunat, la ropa masculina de Huit de
Lucía Ribes y las slipperinas de Muitt, unas bailarinas de lo más monas.
Moddos también celebró el jueves
su mercadillo en el Ateneo Mercantil. Allí podías probarte las gafas de moda
con cristal de espejo en Óptica Climent, las cremas de culto que trae María
Palop a Boix Cosmetics, las pulseras de Cayo Malayo o la última colección de
bolsos de Acosta.
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