lunes, 14 de julio de 2014

Conciencias bakaladeras


Muchas cuarentonas sufrimos un duro conflicto interno cada vez que negociamos con nuestras hijos la hora de volver a casa, máxime ahora en verano cuando se espera de nosotras que seamos más flexibles. La una o las dos de la mañana nos parece una hora más que razonable. Ellos siempre piden un poco más. Tú tratas de mantenerte en tus trece pero una voz resurge desde lo más profundo de tu conciencia: “Pero de qué vas, guapa, es que ya no te acuerdas de cuando tú salías de casa a esa hora y volvías de madrugada”. Entonces se dirime en tu conciencia esa batalla entre la madre, que siempre serás, y la amiga, que a veces quieres ser, de tus hijos.
Cuando por fin llegas a un acuerdo, normalmente salomónico, ellos se van y tú te quedas en casa recordando aquellas noches locas de los veranos de los ochenta. Habías salido de casa a la una de la noche, tus padres ya ni siquiera preguntaban dónde ibas a esas horas, se habían acostumbrado. Tras un par de copas en cualquier bar, habías cogido el coche o el Vespino y habías llegado al parking de Barraca o de Spook. Estabas en la Ruta del Bakalao. Dentro de la discoteca la música era ensordecedora. No podías hablar, ni falta que te hacía. Tú habías ido allí a bailar la música de Sisters of Mercy, Patti Smith o Midnight Oil. La gente deambulaba con un botellín de agua en la mano; en la pista más de uno acompañaba el ritmo con un abanico. Sólo de vez en cuando te dabas un respiro, sentándote en la terraza hasta que volvía a sonar una de las canciones que te gustaba, entonces saltabas de tu asiento e ibas corriendo a la pista. Aquello seguía y seguía hasta que al amanecer sonaba My Way de Nina Simone. Los más sensatos se iban entonces a casa, los más bakaladeros seguirían con el mismo plan hasta la hora de cenar.
El Bakalao, en su origen, tenía poco que ver con lo que acabó siendo: música maquineta, alcohol, drogas y un desmadre que arruinó muchas vidas y que hizo bien en desaparecer. Pero eso fue en los noventa. Antes, en los ochenta, fue un fenómeno que traspasó fronteras y puso a Valencia en el centro de la música más vanguardista de Europa. Ahora hay un tímido movimiento para restaurar el buen nombre de un fenómeno que más allá de los desmadres tenía mucho de compadreo y de gusto por la buena música.  Lluis Fernández organizó una exposición en el MUVIM hace unos meses y el cocinero Alejandro del Toro una cena con un menú especial donde cada plato guardaba relación con las poblaciones de la ruta del bakalao. Allí estuvieron algunos de los más conspicuos bakaladeros como Chimo Bayo, el periodista gastronómico Pedro García Mocholí, Carlos Monsell (The face), el diseñador Francis Montesinos y Javier Monedero, de Dicoval, que patrocinó la cena. Además pincharon los famosos Gemelos de Puzzle, Javi y Rafa Pérez.
El bakalao impuso su horario incluso fuera de su ruta y hasta las discotecas de corte más “pijito” como Distrito o Hacienda (Xàbia) acabaron abriendo hasta el amanecer. Por cierto, Fernando Aliño ya ha programado una en Xàbia, para el 1 de agosto en la discoteca Hacienda, una sesión remember. Pincharán música de los Cure, Depeche Mode, Spandau Ballet y actuará en directo Rafa Sánchez, de la Unión, que debe rondar los cincuenta pero aún está para esos trotes (los viejos roqueros nunca mueren).

Por cierto, nuestras hijas van a llevar este verano unas gafas muy parecidas a  las Vuarnet de espejo polarizado que llevábamos en los ochenta. Son de Italia Independent, la firma de Lapo Elkann -heredero del imperio Fiat y uno de los golfos (el adjetivo se lo copio a Jesús Terrés) con más vida social de la jet set mundial- y están arrasando en Milán, ¡todo vuelve!
Nota. Cuidadito con que un ejemplar de este periódico caiga en manos de alguno de nuestros hijos. Esos canallas son muy capaces de tuitearlo y en diez minutos está en el móvil de todos los quinceañeros de Valencia. Y a ver luego con qué cara les imponemos que vuelvan a casa a la una.


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