La industria de la moda se cree muy lista. Las modas son cada vez más efímeras y las tendencias se queman más rápido. En octubre te compras un abrigo y en enero ya está pasado de moda porque al diseñador de turno se le ha ocurrido cualquier chorrada: alargar las mangas o quitarlas, acortar el bajo o hacer que roce los tobillos… Pero nosotras, que somos más listas que el hambre, hemos entrado en masa en el mercado de la ropa de segunda mano. Es fantástico. ¿A Santo de qué íbamos a tirar nosotras así sin más la ropa que compramos hace un año y tenía tres puestas? ¡No chicas, no! Eso se empaqueta bien, previamente se ha tenido la precaución de guardar la caja y las etiquetas, le echas cuatro fotos bien iluminadas, lo cuelgas en Wallapop, ebay o chicfy, le sacas una pasta, te sientes empresaria, sientes que no has tirado el dinero, sobre todo justificas un nuevo gasto en una prenda más actual y vuelves a tu casa creyéndote una mujer más lista que Lepe, una fiera de los negocios, una bestia de Wall Street…
Nuestras madres eran más sufridas. Las pobres compraban un abrigo y les podía durar veinte años. El summum era que su marido les regalase un abrigo de piel, símbolo máximo de haber alcanzado un cierto estatus social, y ese abrigo lo llevaban desde los treinta y largos hasta la viudedad y aún ahora pretenden colocárselo a la nieta.
Ahora, con esta nueva visión empresarial que tenemos sobre nuestro fondo de armario, está justificado salir a comprar para renovar las existencias para no agotar los stocks. Compramos hoy, nos lo ponemos tres o cuatro veces y lo vendemos mañana. Si encima compras bien en rebajas, hasta puedes vender por encima del precio de compra, ¡es la bomba!
Hay tiendas de segunda mano para todos los presupuestos, desde los mercadillos que admiten ropa de HM hasta las webs especializadas en prendas de lujo, como la francesa Vestiairecollective, donde puedes encontrar un Birkin de Hermès de segunda mano, de esas ediciones limitadas megaexclusivas, por 90.000 euros ¡y se venden!
Arantxa Botella fue de las primeras que abrió en Valencia un negocio de ropa de segunda mano. Allí encontrabas medio Chapeau de otras temporadas. Luego abrió Carmen Cobo, que también tiene Pradas, Guccis y hasta Chaneles. Y la última incorporación ha sido El Vestidor Vintage, la tienda que acaban de abrir María Angeles Miguel y Yolanda Serrano en Germanías 14.
En el vestidor hay ropa de segunda mano y también vintage, prendas que ya tiene más de veinte o treinta años y que por su diseño, material o manufactura, tienen un valor superior a la prenda de segunda mano. Hay piezas de los noventa de Versace, Moschino, Cristian Lacroix, Max Mara, Loewe, Jil Sander, Hermès y bolsos, cinturones y bisutería de Chanel y Celine.
María Angeles lleva muchos años trabajando en moda. Empezó en 1987 en Don Carlos, luego pasó a Max Mara y fue directora de tienda de Hermès y Ferragamo. “Me di cuenta de cómo había pasado el tiempo el día que vi en París, en una exposición de Jean Paul Gaultier, un pantalón con las caras de Marilyn que yo vendí en Don Carlos”.
El vestidor, al igual que otras tiendas de este tipo, trabaja con las prendas en depósito. Se pacta el precio con el cliente, dejas la prenda y luego si se vende te llevas el precio de venta menos la comisión de la tienda.
En El Vestidor, de Miguel expone las prendas con el mismo cuidado que si fueran nuevas: bien presentadas, con etiquetas donde aparece la época de la que data la pieza y con espacio en los percheros para que la prenda respire. “Hay clientas que ven sus vestidos colgando y les gustan más que en su armario” dice Mª Angeles.
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