El Hotel Las Arenas celebró el miércoles su décimo aniversario. Cerca de mil invitados se atiborraron de champan y ostras. No faltó de nada: paella y fideuá para los más insaciables, frivolidades para los más refinados y canapés inéditos para los más quisquillosos. Aquello recordaba a las fiestas del Gran Gatsby: lujo, elegancia, abundancia, exquisiteces… Mientras, en las redes sociales, Mónica Oltra, Pablo Iglesias y compañía trataban de encontrar una explicación al trostasso que se habían pegado el domingo. ¡Jo pe, Mónica, deberías haberte pasado por Las Arenas!, aquí se te hubiera pasado el disgusto, y quién sabe quizás hasta habrías encontrado una explicación a tus desgracias. Y es que Pablo Iglesias tiene mucho sex appel, para una noche de juerga y borrachera en el Carmen. Para un proyecto de futuro, quieres a alguien que encaje más en las fiestas como la de Las Arenas y ahí Pablo pierde fuelle. ¡Dios mío, cuánta frivolidad, así no hay quién cambie este país!
En Las Arenas sólo faltaba la figura del Gran Gatsby, todo lo demás era tal cual una de sus fiestas: Rolls-Royce y fotógrafos en el vestíbulo, solícitos camareros ofreciéndote champán, música de jazz…
Una vez dentro, el jardín ofrecía toda clase de animación. Aquí una mesa de casino con los croupiers debidamente uniformados, más allá una barra con comida y otra y otra más, camareros con bebida, cócteles, y viandas de todo tipo, arroces cocinados sobre leña, ¡hasta barra de sushi en el quiosco de piedra! En la fuente principal, una orquesta y varias parejas de bailarines simulaban un concurso de baile. Frente al mar, varios jóvenes con bañadores a rayas jugaban a la pelota en la piscina de niños y en la de adultos, un grupo de nadadoras coreografiaban una pieza de natación sincronizada de lo más delicada, mientras un saxofonista que era la viva imagen de Louis Armstrong interpretaba melodías jazz a ritmo de DJ.
El edificio del hotel, con su columnario, sus enormes jardines y su atmósfera un tanto decadente, tan propia de aquellos años de lujo y exceso, resultó ser el decorado perfecto.
La ambientación fue de lo más convincente, apoyada por más de cien actores y artistas que interpretaban música, baile o escenas costumbristas de los años veinte a lo largo de todo el jardín del hotel.
Si la intención del hotel era enamorarnos, como Gatsby con su adorada Daisy, lo ha conseguido.
Entre los mil invitados que pudieron disfrutar de la velada, citaré algunos, ya que mi colega Tonino me ha emplazado a hacerlo desde Valencia Plaza. Allá va. De la política, Antoni Bernabé y Joan Calabuig; mucha gente del gremio de hostelería y restauración a los que hotel quería agasajar, como el director de Sha Wellness Frank de Veer, Javier Monedero (Dicoval) con Rosa Sanchís, Javier Gutiérrez (Casino Cirsa), Santiago Cabello y Carla Roldán, de Gourmet Catering y eventos; Andrés Soler (Ostrarium), Adolfo de las Heras (Bodegas Nodus), Bernd H. Knöller, del Restaurante Riff; Javier Valles, director del grupo SH; Stephen Anderson (Ma Khin Café), Ignacio Osborne (Mumm), Emiliano García (Casa Montaña) y Mónica Morales, de la Cámara de Comercio, entre otros.
También estuvo la diseñadora Presen Rodríguez con su hija Maribel Cosme, las hermanas Espe y Cristina Vila, la interiorista Belinda Duart Herrero, Alfredo Esteve, el presidente de la CEV Salvador Navarro, el sastre Antonio Puebla, Joaquín Maldonado con su mujer Sofía Carpi, Laura Gallego y Angel Villanueva, el joyero Arguimiro Aguilar y Sesé de Nalda, María Gómez Polo, con uno de sus collares de Mala Malísima… Como anfitriones, José Luis Santos (presidente de Hoteles Santos), el director del hotel, Carlos Boga, y todo su equipo.
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