En la esencia femenina habita, desde tiempo ancestral, una dicotomía esquizoide, la que al mismo tiempo nos exige ser madres y esposas, a cada una de ellas se le pide una cosa, pero a cada una de nosotras se nos pide las dos juntas. Ahora, por si no tuviéramos bastante con elegir entre identificarnos con Hera o con Afrodita, tenemos que decidir si aceptamos o no que los hombres nos den un trato diferencial. ¿Si un hombre nos cede el paso en una puerta, debemos considerarlo un gesto machista? ¡Buaa!, esto sí que da para un debate y no lo de la investidura. Es la paranoia que le faltaba a nuestra vida. Si no te cede el paso, piensas: ¡será grosero! Si te lo cede, algo en lo más profundo de tu alma de mujer moderna emite un grito silencioso de protesta: ¡será machista el tío este, mira que cederme el paso como si viviésemos en la Corte de Luis XV!
Y eso no es nada, lo peor es cuando te enfrentas a subir unas escaleras: si te deja pasar, vas subiendo deprisita sin dejar de pensar que detrás llevas a un tío mirando lo que no debe. Si pasa el delante, eres tú la que no sabe si mirar al frente, al suelo, o subir de espaldas. También hay situaciones en las que prima la comodidad: estás sentada, se te acaba la copa, te da pereza ir a por otra y piensas: “no se levantará ninguno de estos maleducados a traerme otra”. Claro que si el que se ofrece es el típico plasta que lo que quieres es que se vaya a la otra punta de la fiesta, entonces piensas: “Es lo que te faltaba, encima de pesado y poco gracioso eres el típico machista que piensa que una mujer no puede ir a la barra a pedirse una copa”.
Lo bueno de este debate es que ellos siempre tienen las de perder: mal si van y peor si se quedan. Nosotras llevamos la batuta y a ellos no les queda otra que someterse a nuestra tiranía.
Así es que ale guapos, a hacer cursos de análisis del lenguaje no verbal, para que mirándonos a los ojos, sepáis lo que esperamos de vosotros.
Las fiestas de verano son una oportunidad única para ponerlo en práctica. El jueves, el programa de televisión Revista de Sociedad celebró su fiesta de final de temporada. Era una de esas tardes de bochorno difíciles de soportar en Valencia. Menos mal que la fiesta fue en una terraza, Tosca Llar Club. Allí estuvo el director del programa, Iñaki Verchraege, con los presentadores Donís Salvador y Amparo Lacomba, todos de blanco impoluto, como mandaba el dresscode. Entre los invitados, Pepo Oltra, Alfredo Esteve, Alvaro Mocholí y Mónica Duart, la presentadora Laura Grande, Josep Lozano y el artista JARR, el peluquero José Besó, la fundadora de Cafés Valiente Celia Valiente, el empresario Javier Monedero y Rosa Sanchís, las indumentaristas Carmen Asins y Margarita Vercher, el sastre Antonio Puebla, Lluis Nadal, Elvira Ferrer y Rosa María Fenollar.También estuvo un grupo de amigas que destilan clase y saber estar: María Dolores Enguix (Óptica Climent), que así como quién no quiere llevaba las sandalias más deseadas del verano, las rockstud de Valentino; Beatriz Poyatos, Amalia Delhom, Mª Ángeles Miguel (El vestidor Vintage), Guillermo Martorell y Mamen Puchades con unos pendientes ideales de su joyería Si7ete, Amparo Ortuño (Clínica Rahhal) y Encarna Roig, de Acosta, que la semana que viene presentará en petit comité la nueva colección cápsula diseñada por Ana Locking que reinterpreta modelos clásicos como el Carmen.
Muchos de estos invitados habían coincidido el día de antes en el nuevo showroom que ha montado Javier Monedero (Dicoval) en Duque de Calabria. Allí probaron todo tipo de vinos y champagnes en una de esas reuniones afterwork que organiza el Club Moddos con Josep Lozano a la cabeza.
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