Antes no te complicabas tanto la vida con la ropa: podías elegir entre el pantalón de pinzas o el de cinco bolsillos; un suéter de Privata o de Lacoste; unos Levi’s etiqueta naranja o los etiqueta roja, que eran el no va más de los vaqueros. Ahora, no sólo tienes cien marcas de jeans con tropecientos modelos a escoger, sino que hay tantas firmas, tantas tiendas y tantos diseñadores, que te vuelves loca si quieres planificar tus compras de invierno.
Se supone que las revistas tendrían que ayudarte a elegir, pero es peor el remedio que la enfermedad. Y eso que la mayoría de fashion-victims nos empezamos a poner nerviosas el 15 de agosto, cuando están a punto de salir los extras de colecciones. Pues nada, llegas emocionada al kiosco, cargas con varios kilos de papel couché (Vogue, 2.7 kilos) y le dices a tu familia que te deje tranquila durante unas horas, que necesitas intimidad y concentración para tus revistas. Terminas y ¡oh, tragedia!: se lleva casi todo. Las faldas tubo de mujer fatal de los cuarenta y también las de colegiala de tablas por debajo de la rodilla; están de moda los sastres entallados y sus opuestos, los abrigos extra voluminosos; te puedes vestir toda de negro o con colores chillones como el verde, fucsia o naranja; puedes calzar stilettos ultrafemeninos o botas tipo Dr. Martens; pantalones super anchos o pitillos. Vamos, un verdadero lío.
Las inglesas, tan listas ellas, inventaron las “wish list” para tratar de poner un poco de orden en este caos. En la wish list, o lista de deseos, vas anotando todo lo que quisieras tener en tu armario la próxima temporada. ¡Igual que la lista de compra del supermercado, pero con vestidos y zapatos en lugar de tomates y cebollas! La lista de deseos es como tu selección de imprescindibles, aquello por lo que serías capaz de matar (“to die for”, dicen las inglesas). La mía es tan larga como una ristra de longanizas de charcutería: un abriguito de Miu Miu, un bolso de Vuitton, una chaqueta Balenciaga, un vestido de Marni, unos botines de Chloé… y no sigo porque no me cabe. El problema con la wish list es que siempre es mucho más grande que tu presupuesto de la temporada, vamos, casi como la canción “so many man, so little time” (tantos hombres, tan poco tiempo). ¡Qué fuerte!
La lista de deseos puedes escribirla en un bloc de notas, como la compra del super, o en algo más glamuroso, como la wish list de Style.com, la edición online americana de Vogue. En style.com accedes directamente a las fotos de los desfiles y cuando algo te gusta, lo seleccionas y lo guardas en tu carpeta de favoritos. Tu wish list la puedes consultar cuando quieras, añadir o quitar fotos y hasta hacerla pública para que otros vean tu fondo de armario ideal. Y del mismo modo, puedes cotillear entre las wish list de miles de vogueadictas que ya saben cómo quieren vestir este invierno. Las tiendas on line (net-a-porter.com, marni.com, matches.com, yoox.com…) también tienen sus wish list para que guardes tus modelitos favoritos en tu lista, que es algo parecido a la carta para los Reyes Magos. Incluso puedes enviarla a un amigo en plan indirecta para tu cumpleaños. Por si no fuera bastante, puedes pasar tu lista entera de deseos al carro de la compra en un tris tras, ¡para vaciar tu tarjeta de crédito en tres minutos!
Mi listas de deseos (sí, en plural) ya deben ir por los cien modelitos. Una faena, la verdad. Claro que no a todas nos pasa lo mismo. Ayer, mi mejor amiga me llamaba preocupada: ¿Ya has comprado el Telva de colecciones?, lo acabo de ojear y no veo nada que me guste. -¿En serio? Uff, pues eso sí que es un problema.
Se supone que las revistas tendrían que ayudarte a elegir, pero es peor el remedio que la enfermedad. Y eso que la mayoría de fashion-victims nos empezamos a poner nerviosas el 15 de agosto, cuando están a punto de salir los extras de colecciones. Pues nada, llegas emocionada al kiosco, cargas con varios kilos de papel couché (Vogue, 2.7 kilos) y le dices a tu familia que te deje tranquila durante unas horas, que necesitas intimidad y concentración para tus revistas. Terminas y ¡oh, tragedia!: se lleva casi todo. Las faldas tubo de mujer fatal de los cuarenta y también las de colegiala de tablas por debajo de la rodilla; están de moda los sastres entallados y sus opuestos, los abrigos extra voluminosos; te puedes vestir toda de negro o con colores chillones como el verde, fucsia o naranja; puedes calzar stilettos ultrafemeninos o botas tipo Dr. Martens; pantalones super anchos o pitillos. Vamos, un verdadero lío.
Las inglesas, tan listas ellas, inventaron las “wish list” para tratar de poner un poco de orden en este caos. En la wish list, o lista de deseos, vas anotando todo lo que quisieras tener en tu armario la próxima temporada. ¡Igual que la lista de compra del supermercado, pero con vestidos y zapatos en lugar de tomates y cebollas! La lista de deseos es como tu selección de imprescindibles, aquello por lo que serías capaz de matar (“to die for”, dicen las inglesas). La mía es tan larga como una ristra de longanizas de charcutería: un abriguito de Miu Miu, un bolso de Vuitton, una chaqueta Balenciaga, un vestido de Marni, unos botines de Chloé… y no sigo porque no me cabe. El problema con la wish list es que siempre es mucho más grande que tu presupuesto de la temporada, vamos, casi como la canción “so many man, so little time” (tantos hombres, tan poco tiempo). ¡Qué fuerte!
La lista de deseos puedes escribirla en un bloc de notas, como la compra del super, o en algo más glamuroso, como la wish list de Style.com, la edición online americana de Vogue. En style.com accedes directamente a las fotos de los desfiles y cuando algo te gusta, lo seleccionas y lo guardas en tu carpeta de favoritos. Tu wish list la puedes consultar cuando quieras, añadir o quitar fotos y hasta hacerla pública para que otros vean tu fondo de armario ideal. Y del mismo modo, puedes cotillear entre las wish list de miles de vogueadictas que ya saben cómo quieren vestir este invierno. Las tiendas on line (net-a-porter.com, marni.com, matches.com, yoox.com…) también tienen sus wish list para que guardes tus modelitos favoritos en tu lista, que es algo parecido a la carta para los Reyes Magos. Incluso puedes enviarla a un amigo en plan indirecta para tu cumpleaños. Por si no fuera bastante, puedes pasar tu lista entera de deseos al carro de la compra en un tris tras, ¡para vaciar tu tarjeta de crédito en tres minutos!
Mi listas de deseos (sí, en plural) ya deben ir por los cien modelitos. Una faena, la verdad. Claro que no a todas nos pasa lo mismo. Ayer, mi mejor amiga me llamaba preocupada: ¿Ya has comprado el Telva de colecciones?, lo acabo de ojear y no veo nada que me guste. -¿En serio? Uff, pues eso sí que es un problema.
1 comentario:
me identifico totalmente contigo en lo que escribes de las revistas...yo estoy totalmente enganchada y las compro todas..eso sí casi siempre acabo más liada y tengo menos claro lo que compraré porque me gusta todo!!
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