Las fiestas de Fórmula 1 han roto los esquemas de lo que se entiende por glamuroso. El glamour que rodea a la Fórmula 1 es un poco desconcertante, al menos para una chica de pueblo como servidora. Porque vamos a ver, que yo sepa a una fiesta glamurosa o invitas o te invitan; o eres anfitrión o eres invitado. Cuando alguien llega al pueblo y quiere hacerse notar, lo suyo es que invite al cura, al médico, al alcalde, al cabo de la Guardia Civil y al resto de fuerzas vivas. Otra opción es que sea el pueblo quien tira la casa por la ventana. Lo que no se ha visto nunca -excepto en las fiestas de noche vieja que de glamurosas tienen lo que la Berrocal de recatada- es que alguien llegue al pueblo, organice una fiesta y cobre por asistir. Para más inri, el dinero recaudado no se destina a una buena causa, sino que se lo tira alguien a la saca el organizador… "cosas veredes Sancho".
Pues en esas estamos. El sábado, en los Viveros, se celebró la "Fiesta oficial" del Circuito Urbano de Valencia. Y allí fuimos una servidora, que se coló de rondón, y quienes se supone que son lo más granado de la sociedad valenciana, previo pago de seiscientos euros. Como justificación al precio de la tarifa se anunciaba la presencia de gente como Paz Vega y Marta Sánchez, que deben saber de motores lo mismo que de física cuántica. Los pilotos no estaban ni se les esperaba porque ellos están citados a otra fiesta, la de esta tarde en el Hilton: siete mil euros para ocho personas y la caja a la saca de una tal Sonia Irving, la espabiladísima hermana de un antiguo piloto que se está forrando vendiendo glamour como quien vende terapias de yoga. Claro que lo de la tal Sonia es de aupa, resulta que a los chicos de la prensa nos invita a "presenciar los preparativos de la fiesta", que no a la fiesta, no vaya a ser que un cámara o un fotógrafo roce el hombro de los elegidos a asistir al evento y le contagie una septicemia… "cosas veredes Sancho".
Claro que hay en el mundo de la Fórmula 1 hay opciones más baratas para comprar exclusividad. Durante todo el fin de semana, en LÙmbracle se puede asistir, por 20 euros, a las fiestas que está organizando el club de Billionaire de Flavio Briatore. Pues eso, la que quiera sentirse distinguida no tiene más que pagar veinte euros… "cosas veredes…". Y no hay que olvidar las fiestas que se organizaron entorno al evento sin estar vinculadas directamente a la Fórmula 1. A destacar la de la cadena de Televisión Fashion TV. Un barco grande pero decrépito, que recordaba más a una antigua casa de citas que a un yate, amarrado en la Conchinchina, sin indicación alguna para llegar, con no más de cincuenta invitados, todos ellos con cara de víctimas en aquel ambiente "tóxico" que fue como lo definió mi amiga Esther. Y amenizando la fiesta, el dueño de la cadena, un tal Michael, que lleva en la barriga la producción de Heineken de un par de meses, ennoviado con una jovencita asiática de diecinueve con ambiciones de bailarina de ballet.
Menos mal que los desfiles de Presen Rodríguez y Javier & Javier, lo mejorcito de la moda valenciana, dieron a la noche un toque de elegancia y buenas maneras. En fin, os dejo que es sábado por la tarde y tengo que ir a ponerme mona para la fiesta de Viveros. Ya os contaré como queda, si no cojo una pulmonía, porque voy a ir monísima de la muerte con un vestido de lentejuelas de Javier & Javier pero amenaza frío y lluvia, y creo que mi viejo Barbour desentonaría un poco. Con todo y con ello, qué demonios, la Fórmula 1 ha despertado a una ciudad a la que ya se le había pasado la resaca del Copa del América y necesitaba un revulsivo como este. Tenemos glamour y si no puede ser gratuito, lo tendremos que pagar. ¿Qué se le va a hacer?
No hay comentarios:
Publicar un comentario