miércoles, 23 de diciembre de 2009

Marichalar, entre lo sublime y la bobería

El límite entre los sobresaliente y la necedad es a veces tan fino que se sobrepasa sin percatarse de ello. Es lo que, según dicen algunos analistas políticos, le ha pasado esta semana a Zapatero con eso de que “la tierra pertenece al viento”. Hija, a mí la frase me parece monísima, y me hubiese encantado que algún novio me la dijese a los dieciséis añitos mientras hacíamos tonterías en la playa, claro que dicho donde lo dijo el Presi, no sé..., pero quedó un poco tal.
Y hablando de cruzar esa fina línea entre lo sublime y la bobería, el que la cruzó de un salto esta semana fue el bueno de Marichalar. Pues se nos presenta el chico en la fiesta de Loewe y se niega hacerse una foto con mi amiga y conmigo argumentando que si lo hacía, se pasaría la tarde haciéndose fotos con todo el mundo. Me quedé con la misma cara que se te pone cuando sacas de la lavadora tu último suéter de Loro Piana y descubres que ha encogido siete tallas. Pero bueno, pensé, ¿creerá este chico, que está aquí por lo que aportan sus conocimientos financieros o de marketing a una firma como Loewe? En fin, que él se lo perdió, le dejamos hablando con la única que le hacia caso en toda la fiesta, Marisa Yoldi, más conocida como Marisa de Borbón.
El que me pareció ideal de la muerte fue Peter Marino, el famoso arquitecto que ha reformado Loewe, que estuvo hablando y posando con unos y con otros. Un colega auténtico que se viste de cuero y gorra de policía como aquel cantante de los Village People. Desde ahora me declaro fan suya.
La fiesta de inauguración, organizada por Rocío Bacharach, fue un lujazo. A los invitados se les recibía primero en la tienda con champagne francés y luego pasaban al Palacio del Marqués de Dos Aguas para el cóctel. Total, total.
Lástima que Loewe no pudiera utilizar todo el Palacio y tuviera que recurrir a la plazoleta de Poeta Querol, cubierta y cerrada con una carpa negra. Eso sí, lo poquito del Palacio estaba decorado hasta el detalle y animado por una banda de jazz. Una vez en la carpa, y a pesar del frío y la lluvia –había que ver a un grupo de señoras mayores arrimadas a la estufa- se veía la fuente exterior iluminada y decorada con macetones de naranjos.
El catering, de Seina Cocotte, fue tan sofisticado como un bolso de Loewe: turrón de sésamo, cremoso de atún al aceite de oliva, boletus laqueados a la soja, foié, espuma de patata trufada, sándwiches de lacón cocido…
Entre los invitados, mucho apellido ilustre: Carlos Pascual, los Agramunt, los Pechuán, los Barrera, los Martinez Colomer, las hermanas Fitera, Mayren Beneyto y hasta Rita Barberá, que llegó a acompañada de la periodista Isabel San Sebastián (que cuentan que tiene un novio valenciano de toda la vida).
Y hablando de exquisiteces. El martes, vino a Valencia el pastelero de Hermès. Como suena. Los franceses, tan golosos ellos, montaron un puesto de chuches en la Plaza del Patriarca, mientras unos actores disfrazados de duendes, con alas color naranja, indicaban el camino hasta Hermès. Hija, ideal de la muerte.
Esa misma tarde, Presen Rodríguez presentaba un nuevo servicio para novias, y de camino a su tienda, más de una probó las palomitas de Hermès. Lo de Presen Rodríguez merece un artículo aparte, porque soluciona en un plis plas todos los problemas de una novia: flores, maquillaje, invitaciones, protocolo, peinado, catering…
Hasta allí se acercaron Valentín Herráiz –¡qué pasada el vestido de novia que diseñó para Marta Vilar!-, Cuchita Lluch, las hermanas Fitera, el doctor Murgui, Carmen Durán… muchos se fueron directamente al cóctel que ofrecía el joyero Antonio Romero, mientras que otras volvían a Loewe para el desfile de la colección de verano. ¡Menuda semanita! Fíjate que una amiga, después de cruzar Poeta Querol varias veces, de cóctel en cóctel, y tras varias copas de champagne, sentenció: “Me siento como Carrie y sus amigas en una tarde en Nueva York”. Totalmente.
El catering de Antonio Romero fue otro lujazo. El chef Quique Barella, de El Alto de Colón, interpretó la colección del joyero con un menú en el que cada plato adopta la forma, concepto y sabor de las piezas de joyería. Sublime, pero sin llegar a la bobería.

2 comentarios:

CaféOlé dijo...

Hija mía, qué envidia! De sarao en sarao. Lo de Marichalar me parece impresentable: no hay nada peor que el no saber estar. Pero bueno, peor para él: en ese tipo de detalles se ve cómo son las personas, no? Feliz Navidad!!! ;)

Elena dijo...

qué post tan divertido! feliz navidad!