lunes, 23 de febrero de 2015

Una jaima en Alzira

Tradicionalmente, a lo largo de una vida había cuatro fechas señaladas: tu bautizo, tu comunión, tu boda y tu funeral. Pero las cosas han cambiado. No todo el mundo se bautiza ni celebra la primera comunión. Y las bodas ya no son tan ceremoniosas como antes. Así es que al final solo te queda el funeral y precisamente ahí no estás para muchas juergas. Nos hemos laicizado mucho y ahora hay que poner otros hitos en la vida para reemplazar a los anteriores. Por ejemplo, va tomando cuerpo la moda de celebrar los dieciocho, algo así como las puestas de largo de antaño, solo que con las niñas mucho menos pavas. Tiene sentido porque las bodas ahora son mucho más tardías y hay que encontrar una excusa para lucir la belleza de la juventud más temprana. Eso antes se hacía en las bodas, pero ahora la que se casa lo hace ya con alguna que otra arruga y ellos con más entradas que una taquilla de una plaza de toros.
El director del Astoria, Joan Soldevila, está emocionado con esta nueva moda de celebrar la mayoría de edad, que a los padres les sale por un riñón. Si sumas la cena tipo cóctel (entre 30 y 40 eurines), la decoración de la sala, la discoteca con DJ (600 euros) y las copas a tutiplén (entre 7 y 10 euros la copa) te cuesta casi tanto como aquel R5 turbo a los que aspirábamos los de nuestra generación. Los cumpleaños van camino de imponerse como hitos señalados a lo largo de una vida, sobre todo los múltiplos de diez. Uno cumple años cada doce meses, sólo se celebran a lo grande los cambios de década, como si tu vida cambiase significativamente a los cuarenta, cincuenta o sesenta. Esta semana, en Alzira, capital de la Ribera Alta, cuna de imperios económicos a la altura del mismísimo Dallas, celebró su cuarenta cumpleaños Teresa García Martínez, heredera de los Martínez Cano.
Fue una fiesta de película, viendo las fotos os podéis hacer una idea. La Sala Rex de Fausto Clemente, testigo de las ceremonias de la burguesía ribereña, se decoró como una escena de las Mil y una noches: con una jaima llena de sedas y almohadones brocados, zona chill out con cachimbas y te moruno, y por si fuera poco hasta un camello de verdad, una bailarina interpretando la danza del vientre y un faquir echando fuego por la boda. Hasta la comida fue ad-hoc: cuscús, falafel (croquetas moras), tajine de pollo, te moruno y tarta con decoración arabesca. Entre los invitados, Marcelino Alamar, Teresa Mocholí y Fidel Blasco, Luís Salmón, Irina Manglano y Quico Catalá, Carmen María Campos Suñer, de los Suñer de toda la vida, la familia Martínez Cano al completo, las hermanas Eugenia e Inmaculada Villar, Luís Salom, Pedro Vidal, Belén Lillo, Josele Corts, Natalia Tripipatkul, Make Angulo, Mónica Morales y Marisa Parejo, y hasta cien invitados. El dress code de la fiesta era moro, así que más de uno lució su traje de la comparsa mora. Otros optaron esos caftanes que vendan en las tiendas de Ruzafa que por veinte euros quedan de lo más aparentes.
Y Teresa, como no podía ser de otra forma, encargó un vestido a medida con una tela de chantillí bordada en oro y rosa y un tocado turbante de Marisa Martínez que parecía la mismísima jequesa de Qatar. Habiendo puesto el listón tan alto, estaremos expectantes a ver qué hace a los cincuenta. La anfitriona tuvo un detalle solidario. No aceptó regalos para ella y pidió que quien quisiera aportar algo lo hiciera un donativo para Aspadis. Y hablando de eventos benéficos, el próximo 3 de marzo se celebra en el Ateneo la tercera comida fallera a beneficio de FUVANE. El plan es solo para chicas: primero a ver la mascletá, luego comida valenciana, rifa y hasta gin-tonics. ¡Y además por una buena causa!

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