lunes, 5 de junio de 2017

Maridos y maridajes

El maridaje es la unión íntima o armoniosa de dos cosas entre sí. Desde hace algún tiempo se habla mucho de maridajes porque los han puesto de moda los aficionados al vino. Se juntan con un buen montón de botellas y otros tantos platos. Y así pasan la tarde, o la noche, dale que te pego: que si este espumoso marida bien con el queso, que si este blanco le va que ni pintado a las gambas de Denia, que si el tinto, que si el dulce.
Cuando vas por la quinta combinación de vinos empiezas a echar a volar tu imaginación. Estaría bien maridar ciertas relaciones personales para adaptarlas a las circunstancias. Y así, por ejemplo, ir cambiando de cuñada según sean las circunstancias: para nochebuena, la quiero alegre y chistosa; para cuidar a mis hijos, hogareña y con un toque de autoridad; para ir de compras, cambiar por una amiga; para poner a escurrir al resto de mis cuñados la quiero como es.
A la décima cata, la imaginación se desboca, y mientras escuchas de fondo la voz del enólogo de turno hablándote de retro paladar, tu cabeza está en otras cosas: maridaje…, marido… ¡qué idea!, ¿y si pudiésemos adaptar al marido a cada situación?: uno para traer dinero a casa, otro para animarte a gastarlo, uno para que te cuide cuando te duele la cabeza, otro para ir a la tutoría del colegio del niño, otro para acompañarte a la ópera, y otro para una semana en Ibiza. Uff, vamos a dejarlo estar, que nos traigan un café  que esto se nos va de madre y ni la más díscola de las antiguas alumnas del colegio de monjas donde crecimos está en disposición de asumir semejante despropósito.
Esta semana, la bodega Enate, de Somontano, organizó una cata de vino maridada con un menú del cocinero Sergio Giraldo en un restaurante de la Marina. La comida empezó con un rosado acompañado de un tartar de atún; siguió con un blanco de aroma floral, perfecto para el ceviche; después, un tinto reserva para el steak de vaca vieja y luego otra vez blanco para acompañar a un plato de mollejas y gamba roja. “El chardonay tiene notas a frutas tropicales y piña”, decía Oscar Valle, el encargado de explicar la cata. Pero a esas alturas de la comida, después de cuatro copas de vino, una ya no sabía si el vino tenía aromas a regaliz, flores o piña tropical. Y todavía quedaban seis platos con sus vinos.

A la comida fue Mónica Duart, que contó que estaba preparando la fiesta del setenta cumpleaños de su madre; Ana García Rivera, del Club Moddos, con un nuevo corte de pelo a lo garçón que le queda de lo más mono; También el sastre Antonio Puebla, un gentlement con pañuelo de lino estampado en la solapa. El hijo de Mayrén Beneyto, Alfonso Manglano, fue con su mujer Eva Marcellán y con un matrimonio de Hong-Kong, que debieron pensar que aquí en Valencia tenemos una curiosa forma de celebrar comidas. Y Angeles Casanova, con el ecijano Bruno Martín, una de las parejas que mejor vive del mundo mundial. No sólo no se pierden ni una sola cena ni un concierto. Es que en cuanto te descuidas se van con su moto de fin de semana a Ibiza o con un todo terreno acondicionado con techo elevable con el que se meten en los sitios más recónditos e indómitos. 
A la comida también fue María Dolores Enguix con su marido Marcelo Soto, el crítico gastronómico de Provincias Pedro García Mocholí, Pilar Genovés, Javier Monedero, Jordi Bruixola, Andrea Vilafañe, Nacho Tello y Frank Esquiu, además de uno de los fundadores de la bodega, Jesús Sesé.

La semana ha dado para más saraos. El martes, la asociación valenciana de Dj’s entregó unos premios en la sede de la SGAE. Allí estaban algunos de los DJ míticos de la época dorada de la música valenciana. José Conca (Chocolate), Fran Lenaers (Spook), Arturo Roger (ACTV) y Carlos Simó, también de Barraca. Los premios sirvieron para recordar una época que nada tiene que envidiar a la movida madrileña. Ellos presumen mucho y lo han sabido vender, pero aquí éramos muy buenos y venían DJ´s de Londres a escuchar lo que pinchábamos. Sólo nos falta creérnoslo.