A lo largo de la historia, pocas cosas han quedado al margen de la lucha entre sexos. Hasta esta semana, una de ellas había sido el dinero. Ese canalla nos gusta igual a nosotras que a ellos. Pocas cosas te unen más a un hombre que un buen puñado de billetes para gastar, sabiendo que cuando se acaben llegará la despedida: “me lo he pasado fenomenal, guapito. Ya nos vemos otro día” y te vas a tu casa cargada de bolsas de zapatos.
El dinero no entiende de edad, de raza, de religión ni de sexo. Bueno, al menos hasta esta semana, porque la Universitat de València ha anunciado la creación de una Cátedra de Economía Feminista. ¡Córcholis, eso qué es lo que es! ¿Querrá eso decir que las mujeres vamos a tomar el control de los grandes parqués bursátiles? Eso estaría bien, desechar de una vez por todas la imagen de ese yupi repelente con los pies puestos encima de la mesa y sustituirla por la de una mujer estilosa recomponiéndose las medias, mientras la de la mesa de al lado la mira y piensa: ¡qué bien le sienta ese color de pelo a la muy…! Mírala tiene más celulitis que mi cuñada pero da el pego que te pasas. Y al otro lado del teléfono, la clienta esperando: venga bonita, dime en que invierto este par de miles de millones de euros, que me tengo que ir a hacer la manicura.
No, no es eso. No vayamos de un estereotipo a otro. La Cátedra de Economía Feminista, en palabras de Mónica Oltra responde a una necesidad porque, “O feminizamos la economía o las generaciones futuras tendrán problemas”. Y tanto que tendrán problemas, el día que nosotras controlemos los dineros, los futbolistas tendrán que buscarse un pluriempleo.
“Esta Cátedra es un paso para feminizar todos los ámbitos de la vida”, continúa diciendo Mónica. A no, eso sí que no, hay algunos ámbitos de la vida de los que no queremos saber nada, por ejemplo los chistes verdes, esa cosa soez y de mal gusto está bien donde está.
¿Cómo será una economía feminista?, sólo Mónica Oltra lo sabe y el tiempo nos lo dirá. Quizás lleguemos a un mundo en el que los mercados sean más humanos.
Por el momento, esta semana las mujeres hemos feminizado más de un campo reservado tradicionalmente a los hombres. Cuatro de los siete premios Jaime I han sido para mujeres: la física Susana Marcos, la bióloga Anna Maria Travaset, la empresaria Alicia Asín y la economista Carmen Herrero.
Los premios Max también fueron de lo más femeninos. Y el Gremio de Sastres y Modistas acaba de dar su Premio Joia a la indumentarista Amparo Gómez.
La excepción a este despliegue feminista han sido los premios de la Asociación de Diseñadores, que se entregaron el jueves en el Rialto. Aquí perdimos, chicas. De los 42 premios, la mayoría fueron para hombres.
La gala se hizo un poco pesada porque había tantas categorías que algunos diseñadores, como Ibán Ramón, subieron al escenario hasta ocho veces. El estudio de Nacho Lavernia se llevó otros cinco premios y Borja García, tres. Otros premiados fueron: Álvaro Sanchís, Vicent Martínez, Alejandro Benavent, Rubén Saldaña, Dídac Ballester, María Pradera y Lorena Sayavera, Clara del Portillo y Alex Selma, Vicente Luján, Ricardo Alcaide, Josep Gil, Carlos Tíscar, Ximo Roca, Antonio Mateo y Mariola Reyna y Ramón Arnau. Pepe Gimeno se llevó el premio a la trayectoria profesional.
A la gala fue la mujer de Ximo Puig, Amparo Panadero, el director de actividades del Patronato Martínez Guerricabeitia, José Pedro Martínez; los diseñadores de moda Adrián Salvador y Lucas Zaragosí, el periodista Tonino Guitián, el empresario Antonio Almerich, Andrés García Reche, que entregó uno de los premios, como la teniente alcalde Sandra Gómez, la directora general de cultura Carmen Amoraga y el concejal Pere Fuset.
Entre los premiados triunfó el dresscode habitual en el mundo del diseño: vaqueros, camiseta y zapatillas. Pocas chaquetas, todavía menos camisas y ninguna corbata. ¡Menos mal que estaban las chicas para dar algo de glamour!
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