¿Quién ha dicho alguna vez que El Agóra de la Ciudad de las Artes tiene una utilidad más o menos dudosa?, ¡eh!, ¿quién ha sido?; que se pase por aquí estos días y verá el super-mega montaje que han hecho los organizadores de la Valencia Fashion Week. En la pasarela desfilará lo que desfilará, “proyectos de fin de carrera” decía ayer un malicioso espectador, pero la verdad es que el montaje es para quitarse el sombrero.
Lleno a rebosar en las gradas y cola en la puerta para entrar. Vamos, el nirvana de cualquier político que apoya un evento como este, y que a punto quedan de entrar en trance cuando se pone en marcha el juego de luces, suena la música y arrancan por la pasarela las primera modelos entre un estallido de fogonazos y el vaivén enloquecido de los fotógrafos.
Por si todo eso fuese poco, entre público una de las estrellas más relumbrantes de panorama televisivo español, Jordi González, el presentador de La Noria, sentado junto al bloguero Victor Blanco que se ha hecho famoso, entre otras cosas, por sus envidiables andares con tacón, que más de una jovencita presumida los quisiera para sí.
Y allí, en medio de ese paraíso de popularidad, dos de nuestro más conspícuos políticos: Rita Barberá y Vicente Rambla. También Consuelo Císcar, Mayren Beneyto, Maribel Vilaplana y Jesús Mariñas. A última hora, en el desfile de Juan Andrés Mompo, se dejo ver Ricardo Costa, con su look de siempre que anda entre el dandy valenciano y la copia juvenil de a Rodrigo Rato. También anduvo por allí Valetín Herráiz y Antonio Puebla, el sastre escogido por Zaplana cuando era rey de reyes.
Por lo demás, entre el público dos tendencias bien definidas. Por un lado gente joven, auténticos clones de Jon Kortajarena con ese peculiar look moderno, a saber: tupé y pantalones de pitillo con unos camales tan estrechos que una no se explica cómo demonios meten por ahí los pies. Por otra parte señoras elegantes para quienes lo moderno ya quedó atrás y ahora apuestan sobre seguro: abrigo de pieles, peinado de Tono Sanmartín y zapatos de tacón tipo Michael Obama.
Pero lo que llama la atención por encima de todo es la marabunda de blogueros, los niños mimados del evento, que con cámara y libreta en ristre inundan el pabellón en busca de la foto o el comentario que les haga saltar a la fama, como le pasó a Victor Blanco y sus tacones. Este año se les ha abierto el acceso a la sala de prensa, tienen acreditaciones especiales y un brunch mega pijo, que no desluciría en la gala de los Oscar.
La verdad es que el cambio de escenario ha sido todo un acierto; la Feria era amplia pero oscura y daba la sensación de estar en una discoteca. Esto es otra cosa; la luz del día que se filtra en El Agora dificulta los juegos de luces, un trastorno del que se libran los que desfilan por la noche. Por lo demás todo ha ido a mejor. En fin, mañana más.
Lleno a rebosar en las gradas y cola en la puerta para entrar. Vamos, el nirvana de cualquier político que apoya un evento como este, y que a punto quedan de entrar en trance cuando se pone en marcha el juego de luces, suena la música y arrancan por la pasarela las primera modelos entre un estallido de fogonazos y el vaivén enloquecido de los fotógrafos.
Por si todo eso fuese poco, entre público una de las estrellas más relumbrantes de panorama televisivo español, Jordi González, el presentador de La Noria, sentado junto al bloguero Victor Blanco que se ha hecho famoso, entre otras cosas, por sus envidiables andares con tacón, que más de una jovencita presumida los quisiera para sí.
Y allí, en medio de ese paraíso de popularidad, dos de nuestro más conspícuos políticos: Rita Barberá y Vicente Rambla. También Consuelo Císcar, Mayren Beneyto, Maribel Vilaplana y Jesús Mariñas. A última hora, en el desfile de Juan Andrés Mompo, se dejo ver Ricardo Costa, con su look de siempre que anda entre el dandy valenciano y la copia juvenil de a Rodrigo Rato. También anduvo por allí Valetín Herráiz y Antonio Puebla, el sastre escogido por Zaplana cuando era rey de reyes.
Por lo demás, entre el público dos tendencias bien definidas. Por un lado gente joven, auténticos clones de Jon Kortajarena con ese peculiar look moderno, a saber: tupé y pantalones de pitillo con unos camales tan estrechos que una no se explica cómo demonios meten por ahí los pies. Por otra parte señoras elegantes para quienes lo moderno ya quedó atrás y ahora apuestan sobre seguro: abrigo de pieles, peinado de Tono Sanmartín y zapatos de tacón tipo Michael Obama.
Pero lo que llama la atención por encima de todo es la marabunda de blogueros, los niños mimados del evento, que con cámara y libreta en ristre inundan el pabellón en busca de la foto o el comentario que les haga saltar a la fama, como le pasó a Victor Blanco y sus tacones. Este año se les ha abierto el acceso a la sala de prensa, tienen acreditaciones especiales y un brunch mega pijo, que no desluciría en la gala de los Oscar.
La verdad es que el cambio de escenario ha sido todo un acierto; la Feria era amplia pero oscura y daba la sensación de estar en una discoteca. Esto es otra cosa; la luz del día que se filtra en El Agora dificulta los juegos de luces, un trastorno del que se libran los que desfilan por la noche. Por lo demás todo ha ido a mejor. En fin, mañana más.
3 comentarios:
ufff ya es conocida como la Gurtel Fashion week, no te digo más!
Raquel, qué cosas tienes!!! ¿Quién se ha atrevido a decir tal cosa?
Me encanta lo de la GFW. ¡Qué de maldades tiene la gente!
Yo la llamaba la FFW (como el logo de ADENA, por lo de diseñadores interesantes en vías de desaparición de esta pasarela, pero ahora dudo ¿GFW o FFW?
En fin, esta tarde veremos el desfile de MIQUEL que promete...
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