¡Qué caprichosa es la vida! La semana pasada elucubraba yo aquí sobre la posibilidad de encontrarme a Mónica Oltra en una de esas fiestas, que suelen darse en sitios como la terraza del Westin, y a las que acude lo más principal de la ciudad, ya sabéis, empresarios, familias de renombre, autoridades… Vamos, toda esa gente que hasta ahora estabas acostumbrada a ver departir con los líderes del PP como si llevasen toda la vida comiendo sopas juntos.
Pues mira tú por donde, eso fue exactamente lo que pasó el jueves por la tarde. La Cadena Cope celebraba su entrega anual de premios en la terraza del Westin. Entre los invitados, como no, el flamante nuevo Presidente de la Generalitat, Ximo Puig, acompañado de las más altas autoridades políticas, empresariales, sociales e incluso eclesiásticas. Y allí estaba ella, acaparando, sin quererlo y quizás sin darse cuenta, la atención de casi todos. Vestido color nude de gasa por debajo de la rodilla y zapatos de tacón medio: muy femenina.
Fue discreta y mientras el President se integraba entre la concurrencia, como si no hubiese hecho otra cosa en su vida, ella se quedó en un rincón hablando con un grupo de jóvenes. Yo quería abordarla, necesitaba hablar ella, presentarme, decirle que era mi nueva musa, la fuente de mi inspiración, la verdadera princesa del pueblo y no Belén Esteban. Y ella, con aquellos jovencitos que la tenían rodeada; y yo mirando, y esperando, y una copa de champán y otra, otra y otra más; y aquellos que no la dejaban moverse. Al final, el champán cumplió con su misión: me dio el valor necesario para abrirme paso a codazos y llegar hasta ella. Hablamos durante un par de minutos, tampoco era cuestión de abusar; y como no me mandó a hacer a gárgaras, ahora considero que Mónica y yo somos medio amigas, ¡ja!, me encanta, me encanta y me requeteencanta.
Por lo demás, la tarde de la Cope en el Westin tuvo su punto. Fue como una puesta de largo del nuevo poder político valenciano. Allí estaban los que llegan y los que se van; y ni los unos ni los otros parecían asumir su nuevo papel. Unos porque no se encontraban, otros porque estaban a no ser el centro de los corrillos. Alberto Fabra se fue pronto, María José Catalá y Vicente Betoret estuvieron por allí, pero pasaron casi tan desapercibida como las azafatas. En el otro bando, Enric Morera, Joan Calabuig, Antonio Gaspar y otros muchos que todavía no conozco, entre otros Antonio Montiel, andaban por allí tratando de mimetizarse con el entorno. Yo, como ya me había hecho amiga de Mónica, me fui. Era bien entrada la noche, alí se quedaron el Presidente, Mónica con sus amigos jovencitos, e Isabel Bonig y Juan Carlos Moragues, nuevo Delegado del Gobierno, que fueron los únicos peperos que aguantaron el tipo hasta el final.
Pero bueno, yo de lo que os quería hablar era del cuarenta cumpleaños de Ángela Pla, que lo celebró la semana pasada en la Masía del Carmen, una casa señorial del siglo XVIII de Alejandro Noguera. Ciento cuarenta invitados, ellas de largo y ellos con traje oscuro, catering de Gourmet , música de Copa Ilustrada y decoración de Paloma Tárrega que puso dos larguísimas mesas, una para chicos y otra para chicas, recreando los bailes antiguos.
En la mesa de chicos, Manolo Peris Mendoza, Adolfo Utor, José Enrique Ruiz Domenech, Miquel Navarro, Josep Lozano, Eduard Mira, Manolo Peris Santoja, Alfonso Maldonado, Lucas Soler, Victor Romero, Alfonso Manglano, Pedro Ribelles, Ramón Bandres, Juan Valero de Palma.
En la de chicas, Paloma Tarrega, Mayrén Girona, Vicen Fernández, Marisa Gallen, María Antonia Reig, Ana Casanova, Ana Serratosa, Marieta Monfort, Mónica Duart, Sally Corell, Maite Sebastiá, Lucia de Miguel, Elena Meléndez, Emilia Selva, Fátima Zamorano, Tatiana Monsonís, Eva Marcellán, María Muñoz de Prat y Pilina Rodrigo.
Solo se cumplen cuarenta años una vez en la vida. Es una pena que Mónica ya haya pasado los cuarenta. Como somos medio amigas, a lo mejor me habría invitado.
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