Todas las pascuas lo mismo. Nuestros chicos rescatan del armario las Stan Smith y la cazadora de borrego de Levis y se sienten como si tuvieran dieciséis años. Y no vas a quitarles la ilusión, claro. Pero te dan ganas de decirles que ese no es el camino, que esa estética tan estebina (por Esteban González Pons) no les convierte en pimpollos que vayan a acaparar las miradas de las amigas de sus hijos. Es como si nosotras nos pusiéramos uno de aquello petos vaqueros que tanto nos encandilaron en la década de los ochenta y pensásemos que así íbamos a provocar un accidente masivo en una pista de skeaters.
Ya pueden pasar los años que hay tópicos pascueros que se repiten una y otra vez: los vaqueros y las zapatillas son uno de ellos. Como el panquemado y la mona de pascua.
Dice Pedro García Mocholí, que de buen comer sabe un rato, que los mejores panquemados de Valencia están en la Rosa de Jericó (Hernán Cortés), Dulces Pérez (Micer Mascó), Paco Roig (Pintor Maella y Mercado Central) y Pastelería Monplá (Pizarro).
Lo bueno de los dulces pascueros es que todavía no han sido abducidos por la industria del horneo, como sí le ha ocurrido a los cruasanes y las ensaimadas. Y claro, cuando te enfrentas a ellos y valoras si vale la pena echar por tierra dos semanas de dieta y bicicleta estática por medio minuto de placer, no tienes ninguna duda. La vida es así; el peso se pierde gramo a gramo y se gana kilo a kilo. Cada pueblo, cada zona de veraneo, tiene un maestro hornero que parece estar ahí esperándonos para que nuestro peso vuelva al punto de partida. Es como el pobre Sísifo, sube la roca y cuando la tiene arriba, se le vuelve a caer, y ¡ale!, otra vez para arriba.
La Pascua es muy mediterránea. Bien pensado, tiene mucha lógica celebrarla más que la Semana Santa. Tierra adentro celebran la pasión y muerte de Jesucristo, aquí que somos más de echarnos a la calle para celebrar lo que haya que celebrar, festejamos su resurrección. Eso nos une a los catalanes y mallorquines, con lo que Mónica Oltra y los suyos deberían hacer algo para reivindicar la mona de Pascua como un elemento integrador de la cultura festiva y de la identitat del nostre poble. Con la mona de pascua no han podido ni los donuts ni los bagels.
Prueba de que aquí celebramos más la Pascua que la Semana Santa es el éxito de Marina Beach, el club de playa que acaba de abrir junto a la playa de Las Arenas, en la Marina Juan Carlos I. Imposible comer o cenar sin reserva estos días. ¡Y eso que todavía no se ha celebrado la inauguración! Será a mediados de abril y promete ser la fiesta de la temporada.
Marina Beach es lo que le faltaba a la ciudad para terminar de acercase a sus playas.
El concepto es similar a los Nikki Beach de Marbella, Ibiza o Saint Tropez: piscinas de láminas de agua, restaurante con comida internacional, terrazas chill-out, hamacas y sombrillas de diseño, cócteles pijitos y hasta un bar pool como los de los grandes hoteles de playa. La diferencia con los clubs de Marbella o Ibiza son los precios, que no están pensados para millonarios con megayates. Claro que aquí tampoco vienen tantos ricos con megayate a quien endosarles botellas magnum de Moët o Dom Pérignon…
El caso es que es un buen sitio para comer o tomarse un gintonic frente al mar. Lo de ponerse en traje de baño a tomar el sol se queda para las más atrevidas, aunque las que estén dispuestas a hacerlo que sepan que el agua de las piscinas está climatizada para que se puedan utilizar desde ya mismo.
Las que estéis en Valencia aprovechad para ir antes y así podéis contárselo a las demás cuando vuelvan de vacaciones. Va a ser la atracción del verano, ¡avisadas estáis!
No hay comentarios:
Publicar un comentario