¿Innovar o conservar?, hete aquí una de las eternas preguntas. Te plantas delante del espejo con la media melena que llevas desde que tuviste a tu primer hijo y te diste cuenta de que ya no eras unas jovencita. Llevas quince años igual, tu máxima innovación ha sido subir medio tono el color de las mechas, de un 6 a un 6,5. Nadie te pide que cambies, pero algo dentro de ti te dice que te quedaría mejor cortándolo a “lo chico”, como aquellas protagonistas del cine de la nouvelle vague. Todo viene porque has visto a una amiga que se ha atrevido a hacer la revolución capilar, ha declarado la guerra a los tintes y luce una melena blanca que le queda fenomenal y que le da una envidiable imagen de mujer con personalidad. Claro que hay otras a las que el cambio les ha sentado peor que la misa de la 2 a Pablo Iglesias.
Y ahí estás tú, pensando qué ha sido de aquella adolescente que una noche de Fallas, con el cuerpo un poco alegre y habiendo ido descaradamente a por el chico que le interesaba, juró que ella era así: una mujer rebelde, que nunca se dejaría llevar por los convencionalismos sociales. Tú ibas a ser una mujer atrevida, arriesgada; quien no suma no se equivoca, pero tampoco triunfa nunca, pensaste mientras ibas sola a tu casa imaginando qué diría de ti tu madre si te hubiese visto actuar aquella noche frente a aquel chico.
Conservadoras o rebeldes, esa es la vida. Por un lado piensas, para qué cambiar lo que funciona, así es que deja tu pelo como está, bonita, no la vayas a pifiar. Por otro, dices: ¡Jo pe, si todos hiciesen lo mismo todavía estaríamos subidas a los árboles!, así es que: dadme las tijeras, que voy a hacer una locura.
Las fallas son uno de esos reductos en los que cualquier innovación es cuestionada. Pero Joan Ribó y su gente están empeñados en cambiar alguna cosa, aunque sólo sea para que nadie diga que todo sigue igual. La fallas municipales no han gustado a casi nadie. ¿Por qué cambiar lo que funciona?, braman algunos. Hay que experimentar nuevos caminos, gritan otros. Toda una metáfora de la vida.
Por lo demás, pocos cambios. Las pasarelas que se han instalado en la calle San Vicente para la ofrenda y alguna que otra modificación en la indumentaria fallera; por ejemplo, los moños de valenciana, que antes eran tres, ahora es uno y se prescinde de los rodetes laterales en el traje del siglo XVIII. ¡Buah!, eso más que innovación es un arreglito, una modificación, una ligera reforma que hasta los más conspicuos conservadores estarían dispuestos a admitir.
Dos de los protagonistas de la serie Walking Dead, Norman Reedus y Jeffrey Dean Morgan, estuvieron con sus chupas de cuero en el balcón del Ayuntamiento y Pere Fuset dejó a uno de ellos su blusón de fallero, claro que Rita también invitó en su día a Bono el de U2, que lucía un look igual de anti pepero. También estuvo Zapatero, pero eso no cuenta como innovación. Innovar hubiese sido que Ribó invitase a Aznar y que éste hubiese aceptado. Entonces sí que habríamos dicho: ¡toma castaña, cómo ha cambiado el cuento!
Hoy es el día del padre. Ahí os quiero ver, queridas innovadoras mías. A ver cómo innovas ahí. Qué le regalas a tu Pepe o a tu padre, que no sean los típicos calcetines, la botella de vino o la corbata, sin que ellos te miren con cara de póker y se pregunten, pero qué le ha pasado este año a esta loca, cómo siga así cualquier día nos aparece con el pelo cortado a lo militar.
Foto: Biel Aliño para El Mundo.