La serie de entrevistas que EL MUNDO ha hecho a
mujeres valencianas con poder vuelve a poner de manifiesto que los círculos de
poder son masculinos. Todas coinciden, al final llegas a un estatus en el que
tu condición de mujer te hace sentir incómoda, cuestionada, fuera de lugar. En
las alturas, ellos son más y dominan el escenario. Como dice Mónica Oltra,
entre caña y caña hablan de fútbol y toman decisiones. Y ahí, en la barra del
bar nosotras estamos como un diseñador de bolsos en un ring de boxeo. Le faltó
decir que además de fútbol hablan de mujeres, o mejor dicho de tías, porque
cuando están solos alguna extraña fuerza sobrenatural les fuerza a ser
groseros, soeces, brutos…, en una palabra: trogloditas. La civilización ha
hecho en nosotras más mella que en ellos; controlamos más y mejor nuestros
instintos básicos, somos más refinadas, hemos evolucionado mejor. Lo paradójico
es que eso se vuelva en nuestra contra.
El futuro de la lucha feminista quizás pase por jugar más en
nuestro terreno y dejar de hacerlo en el suyo. Si ellos toman decisiones
importantes en la barra de un bar o en el palco de su equipo de fútbol,
hagámoslo nosotras en una tarde compras. Ahí les quiero ver yo a ellos, en el
probador de una tienda con un grupo de mujeres diseñando una estrategia para
aprobar un proyecto de ley. Y él, en la puerta del probador, con un montón de
bolsas en la mano, tratando de hacer valer su opinión, incapaz de meter baza.
Ellas hablan del largo de la falda, del
bolso tan mono que llevaba Mónica en la última comparecencia pública, y
él callado, no se acuerda del bolso, no sabe si ahora se llevan de bandolera o
de mano, no sabe nada, sólo intenta llevar la conversación al tema de la
reunión del Consell, pero ellas lo toca sólo de refilón, porque ahora lo importante
es donde encontrar unos zapatos a juego.
La tarde acabará, las decisiones estarán tomadas y el
infeliz todavía no habrá aportado ni una sola idea porque estaba más pendiente
de cómo sobrevivir en el entorno hostil, sin hacer el ridículo, que de lo que
se estaba hablando.
Eso es lo que nos pasa más de una vez. Ellos se ponen a
hablar de fútbol, nosotras nos quedamos allí con una sonrisa pintada en los
labios, sin saber qué decir. Al cabo de un rato, nadie recaba en nuestra
presencia, y entonces sale chimpancé que todos llevan dentro: se ponen a hablar
de tías y tú dices: tierra trágame, ahora sí que estoy perdida. Te sientes
incómoda, al final te vas, ellos se quedan, se caen bien, se hacen amigos, se
intercambian los teléfonos, quizás creen un grupo de Whatsapp en el que
mandarán fotos de chicas que jamás se fijarían en ellos. Pero se han hecho
colegas, ya pueden hacerse favores y tú sólo serás un vano recuerdo.
Pasa lo mismo en todas partes: en las comidas, en los viajes
del AVE, en los cócteles. Reconozcamos que tienen mucha más facilidad para
hacerse colegas que nosotras, siempre más preocupadas por calibrar a la otra.
Menos mal que siempre nos quedarán sitios donde ellos se
mueven como una ostra en un garaje. En cuanto te descuidas salen a fumar, o a
acompañar al que fuma. Son esas tiendas decoradas como a nosotras nos gustan,
con tonos suaves, materiales nobles y esa iluminación cálida que te quita diez
años de encima. Intropia es una de esas tiendas. El jueves abrió en la calle
Sorní con un cóctel muy femenino. Apenas un par de hombres entre mujeres de lo
más estilosas: Aíta Marín, Carolina Gil, Cruz Vicó, Silvia Lafuente, Silvia
Vilar, Bárbara de Prat, Laura Gallego, Reyes Trénor, Bea Reig, Bego Camps,
Isabel Bermejo, Loles Romero, Lucía Morales, Marta Handrich, Paula Albamonte,
Sandra Llorca o la escritora Gadea Fitera con su tía Blanca.
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