El arquitecto Mies Van der Rohe dijo aquello de “menos es
más” y sembró las bases del minimalismo. Obviamente Mies no era valenciano, ni
fallero, ni maestro paellero. El minimalismo casa mal con la valencianía. De
alguna forma identificamos la escasez con la penuria. Amamos los excesos;
“quant mes sucre, mes dolçs”, “quan mes, millor”. Preferimos que sobre a que
falte, ahí están las fallas para demostrarlo, ni un solo hueco sin ninot, ni un
espacio libre, todo bien atiborrado.
Nos gusta lo recargado. Te presentas a una boda sin tres kilos
pintura en los labios, máscara de pestañas, maquillaje, ni sombra de ojos, y
sientes como se clavan en ti los ojos inquisitoriales de las amigas de tu
madre: “Veges tu, no arreglar-se per a anar de boda”.
En los cócteles y cenas sociales eso se traduce tropecientos
invitados y en bandejas y más bandejas con toneladas de canapés, ríos de vino y
mares de champán…“Tira-li, que no falte de res”. Y a última hora, cuando ya no
te cabe en el cuerpo una aceituna, a alguien se le ocurre que puede haber quien
se haya quedado con hambre. Entonces llega el resopón: bocadillos de morcillas
con habas. Y el anfitrión, ufano, mira a sus invitados y dice para sus
adentros: “Què vos ha paregut?, morruts?”
Pero algo está cambiando. No sabemos si es una moda
pasajera, el último estertor de la crisis, o un repentino amor por el
minimalismo que ha venido para quedarse. El caso es que han quedado atrás
aquellos eventos en los que salías con tres tallas más de falda. Ahora todo es
más escaso, un vino por aquí, un canapé de tarde en tarde y cuando crees que va
a empezar la cena, te sacan los postres. No sólo eso, es que además las
convocatorias son más reducidas, cada vez hay menos bodas con quinientos
invitados.
El pequeño formato ha dominado la vida social esta semana.
El jueves, varias galerías de arte inauguraron exposición y lo hicieron con
invitaciones reducidas, casi en familia.
La Galería Pizarro inauguró exposición de Jesús Barranco. El
artista estuvo acompañado por Clara Ortiz, Pilar Crespo, Ana Crespo, Pura
Rubio, el artista Vicente Colom, Gracia Rubio, Javier Irlan,
Borja Boluda, Juan Bautista Soler, Clara Ortiz, Alejandro de Pomes, Pablo Blay,
Nacho Boix, Jose Vicente Cascales, el artista Oscar Borrás (padre de la
médico-bloguera de moda Greta Borrás), Marta Soler, María Jose
Segrelles, Ana Llestín y Jose Vicente Casacales.
Otra galería, Mr Pink, reunía a un pequeño grupo de
aficionados al arte alrededor de la exposición de Javier Pastor, titulada “En
blanco”. Allí estuvo la directora de la galería María Tinoco, el director de
Ideo Carlos Pinazo, los directores de EspaiTactel Ismael Chappaz y Juanma
Menero, el director de Papel Engomado Joaquín Artime y el director del
departamento de arte de la UMH, Daniel Tejero.
La más glamourosa de las citas fue la de Ana Serratosa, que
tiene su galería de arte en un coqueto ático de Pascual y Genís. Tan chulas son
las piezas de arte que trae como la terraza de su galería, uno de esos espacios
acogedores y silenciosos donde uno podría pasar las horas muertas sin más
ocupación que escuchar el sonido de una fuente de agua.
El jueves inauguraba muestra de Françoise Vanneraud, una
artista francesa afincada en Madrid, joven pero con una trayectoria consolidada.
La galerista la presentó con una de esas frases que guardas en el bloc de notas,
por si tienes ocasión de repetirla alguna vez: Arte es lo que hace el artista y
la generosidad de quien lo contempla.
Entre el reducido grupo de invitados, estuvo su hermano Pablo
Serratosa, María Dolores Enguix y Marcelo Soto, la estilosa Nela Gómez
Villalonga, el artista Lu Gorritz, Pablo Cervigón, Covadonga Méndez, Pilar
Vidal, Javier Vela, Dolores Méndez, Alfonso Pascual y Socorro Maldonado y el gallego David Barro,
comisario de la muestra, que dio una clase de arte contemporáneo explicando las
referencias de la artista y también dejó alguna frase para guardar, como la
cita de María Zambrano: “El dibujo es la soledad de la imagen, el trazo que
deja la vida en su discurrir”.
La interiorista Tatiana Monsonís estuvo con su marido José
de Miguel. Sus hermanas Carmen, Alicia y Paloma de Miguel, que no se pierden
una inauguración, faltaron esta vez a la inauguración porque estaban en el concierto
de Café Quijano en el Palau de les Arts.
No faltó el doctor Murgui, que acababa de llegar de la
inauguración de la exposición de Zuloaga en la Fundación Bancaja. Esta sí que
fue multitudinaria. Además de las autoridades y familiares del pintor,
estuvieron Bárbara Breva, Emilia Valls, Rosario Montemayor, Antonio Lo Arcos,
Pepa Martínez, María Gómez-Polo, Patricia Laviña, Nacho Guerra, Adriana Blay,
Maribel Vaño, Javier Molins, el artista Paco Sebastiá, Coté Soler y Javier
Martínez Rubio, Tola Clérigues e Isabel María Lasala, entre otros.
La inauguración más transgresora, también en petit comité,
fue la que reunió a artistas urbanos en la sala de exposiciones de Algemesí.
Casi todos los autores de este estilo prefieren mantener su identidad oculta,
no salen en las fotos y a veces se ponen máscaras para no ser reconocidos. Hay
obra de Eduardo Bermejo, Diego Cuesta o Alejandra de la Torre. Entre los
asistentes y artistas estuvieron los coleccionistas Luis Salvador y Teresa
Villanueva, los arquitectos Xavier Laumain y Ángela López, Encarna Folch,
Alberto Girbés, los artistas Esteve Adam, autor del último retrato oficial de
Felipe VI para el Colegio de Notarios de Valencia, Juan Vilches, Juan Carlos
Forner, Antonio Roig, y los fotógrafos Víctor Berenguer y Esteban Roca. Muchas
de las pinturas son fácilmente reconocibles, como los guerreros ninja de David
de Limón, que se pueden ver en muchas calles de Valencia. Como anfitriones,
estuvieron los comisarios de la muestra Alex Vilar y Lluis Salvador.
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