La alcaldesa de Valencia está muy enfadada con el dueño de la firma italiana
En esto de la moda no salimos de una para meternos en otra. Si la semana pasada la bronca era de Montesinos con el Carmen, esta semana el que ha montado un buen rifirrafe es Patrizio Bertelli, esposo de Miuccia Prada (dueños de Prada, Miu-Miu, Jil Sander, Church’s…). Todo empezó el jueves, cuando el matrimonio visitó Valencia para botar el segundo barco de Luna Rossa que participará en la Copa América. No me pregunten porqué necesita cada equipo dos barcos, con lo carísimos que son, porque no tengo ni idea. La foto de Miuccia en cubierta, rompiendo la botella de espumoso, es idéntica a la del año pasado, incluso lleva el mismo vestido granate (¡con el fondo de armario que tendrá!), aunque esta vez no invitaron al evento ni a famosos, ni a autoridades locales, ni a gente principal de la ciudad. Se lo guisaron y comieron solitos.
La bronca ha venido por las declaraciones que hizo Bertelli en la rueda de prensa posterior a la botadura. El italiano se despachó a gusto, casi tanto como el presidente del Real Madrid en la famosa conferencia, solo que Bertelli sí sabía que estaba ante periodistas y que lo que iba a decir molestaría a más de uno: que si Valencia ni conoce ni entiende de vela, que si su equipo gana se lleva la Copa América a Nápoles, que si aquí menos fiestas de glamour y más regatear (versión náutica del menos samba é mais traballar), que si los valencianos no tenemos tradición marítima, no como los de Nueva Zelanda, que en cuanto entras en el país ves un enorme cartel que dice “Bienvenido al país de la vela”. (Sugerencia: ¿Cuánto cuesta un cártel de esos?)
Bertelli tiene razón en algunas afirmaciones. La Copa América ha supuesto un tirón promocional para Valencia, pero los que han venido han hecho poco para que la vela nos guste. Han sido cuatro niños ricos encerrados en fiestas privadas y les hubiera dado lo mismo estar en Valencia que en Algeciras. No han mostrado el mínimo interés por caer bien ni por que les apreciemos. Ahora, de ahí a decir que a Valencia no le gusta la vela… Es una afirmación tan absurda como decir que a los ingleses no les gusta el vino. Hay valencianos a los que les gusta la vela y otros que prefieren coger rebollones. Y desde luego, lo que resulta muy feo (y descortés) es ir a cenar a una casa y criticar al anfitrión.
La respuesta de la Alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, no se hizo esperar (¡menuda es ella cuando le tocan Valencia!). Esa misma tarde, le dijo al italiano un par de cosas. Una: que para llevarse la Copa América a otra sede primero tendrá que ganarla. Y dos: “Poca afición puede crear un equipo como Luna Rossa entre los valencianos si no invita a nadie a la botadura de su barco, ni a ACM ni a mí como presidenta del Consorcio 2007”. ¡Ole por la Alcaldesa! Rita también advirtió de las consecuencias que tendrían esas declaraciones sobre la imagen de la firma Prada en nuestra ciudad: “Le animo a traer una tienda a Valencia, aunque no se cuál será la respuesta de los valencianos”.
A pesar del disgusto de la Alcaldesa (que nunca ha vestido de Prada y menos ahora), me temo que la respuesta de los valencianos no sería salir a la calle con pancartas de “Fuera Prada”. En primer lugar, porque lo de la Copa América interesa más bien poco a poca gente. Además, el noble gesto de los valencianos no sería nada traumático para el negocio del grupo italiano. Y, en cualquier caso, si tuviéramos que dejar de vestir una firma por las groserías o mal carácter de su diseñador, igual habría que empezar a estudiar corte y confección, ¡con lo divinos que son todos! Propongo una solución a la bronca: que Bertelli se disculpe y, en un gesto de reconciliación, nos traiga un desfile de Prada a la Pasarela del Carmen (¡sí, por favor!).
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